viernes, 22 de mayo de 2015

DEJADLO PARA EL SÁBADO 23

Lo que sería el sábado
          Mi deseo es que no quede manco el paso de estos dos días de ausencia mía, y por eso adelanto alguna cosa que podría reflexionarse el sábado, punto final del tiempo pascual en la vida ordinaria.
          En Hechos 28, 16-20, 30-31 se concluye la lectura continuada de ese libro de los Hechos de los Apóstoles que –como se ha podido ver, se convierte en la historia de Pablo a partir de un determinado momento. Concluye con la estancia en Roma del Apóstol, preso pero libre para ejercer su labor, con sólo un soldado para vigilarlo. Justifica por qué está en esta situación: lo hubieran puesto en libertad en Jerusalén pero la oposición de los judíos le hizo apelar al César. Vivió en Roma dos años, predicando y enseñando la vida de Jesús con toda libertad, sin que nadie lo molestase.
          No se concluye más. La tradición nos dice que murió martirizado.

          El 4º evangelio concluye con dos notas específicas: el misterio y el 2º epílogo. Cuando Jesús hubo conferido a Simón regir a la Iglesia (“mis ovejas; mis corderos”), le hizo una llamada que parecería “nueva”: SÍGUEME. De hecho Pedro ya llevaba tres años siguiéndolo y además enamorado de aquella persona y obra de Jesús. ¿A qué venía ahora esta llamada?
          Aparte de otras explicaciones, yo me centro en el valor de una respuesta en este momento, “a toro pasado”, cuando ya se conoce la vida, pasión, muerte en cruz y resurrección del Maestro. Así, con esas mimbres: quieres Pedro seguir conmigo? Tú, el escandalizado cuando anuncié mi cruz, ¿te decides a seguirme cuando te anuncio la tuya? No era, pues, un juego. Era el momento de reafirmar el amor primero. En realidad más que reafirmado por aquel “Tú sabes todas las cosas y tú sabes que TE QUIERO”.
          Pero hay más: Simón se quedó en la espera de qué ocurría con el discípulo amado ¿Se quedaba o se venía? Éste, ¿qué? Y la respuesta, corroborada por el propio evangelista es que Jesús se limita a decirle a Pedro que ahora le toca sólo a él y que de lo demás no le toca saber. Para mí es un momento decisivo, envuelto en el misterio. No hay explicación por parte de Jesús. Sólo un “a ti, ¿qué?” con el que se zanja la cuestión, repitiéndose el “TÚ, SÍGUEME”. A mí me significa mucho esta respuesta porque me indica que de lo mío soy responsable yo; de mi respuesta, yo he de ser quien dice y quien hace. No me vale pretender apoyos. Soy alguien a quien se le llama, y la respuesta mía es personal e intransferible.
          Que el EPÍLOGO segundo, que muy bien iría conectado con esa realidad personal: yo he de escribir mi propio evangelio que irá llenando las estanterías del mundo, porque yo he de repetir en mi vida la vida y hechos de Jesús. Yo he de ser testigo de sus palabras, y de alguna manera concretar las otras muchas otras cosas que hizo Jesús. Soy llamado con nuevos: “sígueme” en los que cada respuesta es una ratificación de la anterior y avanzadilla de nueva llamada.

          El final de este evangelio es una enciclopedia que contiene un arsenal de comunicaciones de Dios al alma. Nos toca ir escribiendo esos nuevos capítulos que irán llenando el mundo…, o al menos, el mundo en el que cada uno nos desenvolvemos.

1 comentario:

  1. Del Costado de Cristo fluyen torrentes de agua Viva. Su Corazón lo tiene abierto y nos llama a cada uno por su nombre con un "SÍGUEME".El agua que sale de su Costado es la que ofreció a la Samaritana.Quita la sed, limpia y fecunda. Es un fuego que no se extingue, que transforma y enamora. Es un óleo que unge, que cura las heridas. Es la Fuerza de Dios, el AMOR de Dios, la Santidad de Dios que se nos regala.
    Dios nos ha abierto su Corazón,permitámosle que nos impregne de todas las gracias que necesitamos y que nosotros no sabemos pedir. QUEREMOS AMARLE, queremos hacer sólo lo que es grato a sus Ojos, Le rogamos que nos ilumine para no equivocarnos, que el Espíritu corte, de una buena vez,todos nuestros apegos idolátricos que nos separan de nuestro Creador..

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