viernes, 8 de mayo de 2015

8 mayo: Tres condiciones cristianas

Las tres condiciones
          La 1ª lectura de hoy (Hech. 15, 22-31) es un resumen de la de ayer. Son enviados algunos de la Iglesia de Jerusalén a la de Antioquía para certificar que no se exige a los no judíos que tengan que pasar por la circuncisión para entrar en la comunidad cristiana. Y que la decisión final está tomada bajo la acción del Espíritu Santo: que se abstengan de la idolatría, la sangre de animales estrangulados y la fornicación. [Que son tres llamadas que hoy día tendrían que mirarse en tantos que se profesan cristianos y fallan a las 3 llamadas que el Espíritu Santo y nosotros hemos decidido; no otras cargas. Pero sí esas 3 básicas condiciones: Dios es Uno y por encima de todo; el respeto a toda vida humana desde el seno materno a la vejez; el respeto a la sexualidad y al verdadero amor consolidado.
          El Evangelio (Jn 15, 12-17) presenta 3 pasos de gran fuerza en lo que es la vocación cristiana. Uno, el mandamiento de Jesús: que os améis unos a otros como Yo os he amado. Se sobrepasa toda la formulación anterior, que llegaba al “amor como a uno mismo”. Ahora Jesús sube el listón y dice: más que a uno mismo, porque la norma del amor es “como Yo os he amado”. Y amó hasta el extremo, hasta su misma muerte por salvar a los otros.
          Otro paso es el de la intimidad con Jesús: para Él no somos unos siervos que siguen a un jefe, a un amo. Para Jesús somos unos amigos que se apegan al Amigo, aprenden del Amigo, buscan agradar al Amigo. Y la prueba de esa amistad es que Jesús ha abierto sus secretos de par en par y que podemos saber toda su vida, su obra y su doctrina.
          El paso 3º es la elección. Nosotros no somos los que hemos elegido a Jesús. Es Jesús quien nos ha elegido a nosotros. El amor arranca desde el Corazón de Jesús hacia nosotros, y nos posibilita a ir nosotros a Él, y caminar de su mano y dar fruto y fruto abundante. Es la consecuencia de esos sarmientos unidos a la vid, de nosotros unidos vitalmente a Jesús.

          Esos tres pasos pueden verse en María Santísima, que como Madre de todos quiere que todos nos amemos. Y puede decir también con toda propiedad: Como yo os he amado. Porque el amor de María ha sobrepasado el amor humano y se ha hecho uno con el amor del Hijo. Y ahora Ella quiere provocar y fomentar en nosotros el amor de hermanos, el amor de hijos suyos que rompamos el egoísmo que es tan pernicioso en la relación mutua.
          María es Madre. Pero se ha hecho también AMIGA. Madre, con el cariño excepcional de una madre. Pero con la cercanía y confianza de la amiga que entra en nuestro secreto y a quien nosotros se lo confiamos y en quien nosotros nos confiamos. En efecto: María se ha hecho nuestra confidente en esos últimos recovecos del alma.

          Y Jesús la eligió a Ella para dárnosla por Madre. Y Ella elige totalmente esa misión que se le ha confiado y la hace plenamente suya. Ella nos elige con esa predilección de madre que puede amar singularmente a cada hijo sin que uno sufra menoscabo por el amor que le tiene al otro. En el Corazón de María cabemos todos y todos en lugar preferente, porque su corazón ya es tan inmenso que nadie le quita el puesto al otro; todos cabemos por igual.

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