lunes, 11 de mayo de 2015

11 mayo: El Espíritu de la Verdad

La acción del Espíritu
          Hoy aparece de entrada –en el evangelio del día (Jn 15, 26-16, 4)- la referencia al Paráclito. Jesucristo promete que Él lo enviará desde el Padre, porque ese Espíritu Santo, Espíritu de la Verdad, procede del Padre. Ese Espíritu dará testimonio de Jesús. Y, desde otro plano (pero también movidos por ese mismo Espíritu) los apóstoles darán testimonio de Jesús porque desde el principio han estado con Jesús.
          El Espíritu del Señor cobra protagonismo porque Jesús está despidiéndose, porque Él va a marcharse y no abandona a los que le han seguido sino que les deja ese Testigo fiel: el espíritu, que les conduce a conocer la Verdad y vivir en la Verdad. Esto último es lo verdaderamente difícil y para lo que se necesita tanto de la inspiración de Dios (a través de su Espíritu Santo). Porque “conocer”, con el conocimiento de la mente y del estudio, puede obtenerse algo de la verdad. Pero VIVIR EN LA VERDAD es ya una gracia muy especial que no se supone. Tenemos tal capacidad de camuflaje que podemos conocer la verdad y que la vida vaya a distancia respecto a esa verdad. Y ha de ser la acción del Espíritu de Dios la que nos sitúe ante ella. Será el “conocer bíblico” que es un conocer íntimo del alma y del afecto que llega a hacernos “uno” con esa verdad. Y eso sólo lo puede realizar ese Espíritu que envía Jesús desde el Padre.
          San Pablo pretendió (Hech. 16, 11-15) reunirse con unos cristianos que él suponía que se reunían en un lugar. Resultó que el Espíritu lo conducía a otra misión: un encuentro no previsto con unas mujeres y muy en concreto con Lidia que se sintió movida por la Palabra de Dios y acabó invitando a su casa a Pablo y expresando su deseo del bautismo. Se bautizó ella y toda su familia. Había llegado LA VERDAD a aquella casa.

          Un día se presentó el Espíritu a María. Aquella muchacha de Nazaret tenía sus planes. Iba a casarse y estaba prometida a un buen hombre de su aldea. El Espíritu del Señor se cruzó en su camino y alteró por completo sus planes. No iba a ser la cosa como ella la tenía pensada. El Espíritu venía a decirle que Dios había tenido otro proyecto y que Ella era pieza de ese plan de Dios. Y María se hace profundamente dócil a aquella acción y deja a un lado su sueño de muchacha hebrea y entra en el nuevo juego que le propone Dios. Y se cambia no sólo la historia de María sino la de toda la humanidad
          Esto es lo que atrae la atención y lleva a pensar: el Espíritu de la Verdad se cruza también en nuestras vidas como se cruza en la de María, en la de Pablo, en la de Lidia. Y al cruzarse en ellos, les altera su plan y los lleva a otros derroteros. Y esa es la acción que en nosotros, en cada uno de nosotros, viene a realizar esa acción del Espíritu de la Verdad: que descubramos a fondo la verdad que hemos de afrontar, y que se encuentra muchas veces muy tapada por las brozas de nuestros intereses, proyectos personales, comodidades, egoísmos, “tranquilidades”, desconocimientos de que lo que se ha cruzado ante nosotros en tal o cual situación ha sido el Espíritu de Dios.

          Esto requiere de oración continuada y de búsqueda; de súplicas y humildad, de saber ceder el propio terreno y dejar actuar a ese Divino Espíritu que viene de parte de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!