domingo, 17 de mayo de 2015

17 mayo: ASCENSIÓN DEL SEÑOR

Asciende entre aclamaciones
          La liturgia de hoy nos lleva a través de las tres lecturas. Y la 2ª es la que aplica los efectos de la ascensión a la vida de cada día. Porque San Pablo nos hace sentir que este hecho nos tiene que dar espíritu de sabiduría y revelación para conocer a Jesucristo; tiene que iluminar los ojos de nuestro corazón para comprender la esperanza a la que nos llama, y la riqueza de gloria que da en herencia a los fieles del Señor. Por tanto no nos quedamos “mirando al Cielo” –como les dijo el ángel a los apóstoles y discípulos, sino que hemos de aterrizar en unos efectos prácticos en la vida diaria.
          Esos efectos son una nueva sabiduría que nos tiene que hacer comprender que nuestra vida no se queda reducida a lo de aquí abajo; que tenemos que vivir con una esperanza, y que vamos caminando hacia un triunfo, que es el mismo triunfo de Jesucristo. Él ha marchado primero pero no lo ha hecho separándose de nuestro mundo, sino precisamente acercándose al mundo entero. Mientras estuvo físicamente en Palestina, Jesús estaba reducido a unos límites geográficos. Cuando Jesús sube al Cielo está mucho más cerca de todos, y hoy nosotros sentimos a Jesús tan nuestro como puede sentirlo otro cualquiera. Y eso excita nuestra esperanza y confianza porque sabemos que Jesús no está lejos, porque “el mismo Jesús que habéis visto subir, lo mismo bajará”…, y en realidad ha bajado y está al alcance de todos.
          Lo que eso deja en nosotros es un efecto muy especial, como nos describe metafóricamente el evangelio: nuestra fe en el Cristo triunfador nos libera del demonio; nos libera de la esclavitud del mal, aunque el mal ronde nuestras entradas y salidas. Y tanto más cuanto la esclavitud que experimentamos está anidada dentro de nosotros por nuestro egoísmo y nuestro afán de goce sin límites. Jesús, subiendo, nos hace despegar el corazón de todo ese mundo que nos atrapa.
          Nos hace tener otro lenguaje…, no necesariamente el de la expresión oral sino el de las actitudes del alma, el de los sentimientos del corazón. Lenguaje nuevo que no se deja vencer por el pesimismo sino que eleva la mirada, viéndolo subir, y así eleva nuestro modo de enfocar la vida y de mirar hacia los demás.
          El veneno sutil del mundo no nos puede ganar. El veneno existe. El veneno engaña. El veneno atrae. El mundo es un conjunto de llamadas a lo fácil, lo útil, lo placentero… Y Jesús elevado al Cielo nos sirve de imán que atrae hacia la altura, como antídoto frente a todo el veneno que nos apega a los bienes terrenos.
          Y no sólo nos libera a cada uno como individuos sino que nos hace ser medicina para otros. Impondrán las manos en los enfermos, y sanarán. Ésta es la “nueva venida” de Jesús, “de la misma manera que le habéis visto marchar”. Ya no será Jesús el de Palestina sino ese “Jesús” que tiene que estar dentro de cada uno de nosotros, para ser nosotros “la misma manera de presencia del Jesús que subió al Cielo”. Y Jesús hizo el bien por donde pasó; miró a su alrededor y salió a sanar a quien estuvo en su camino. Hoy nos ha dejado a nosotros esa misión.

          Aunque partiendo de un supuesto necesario: Que Él está en medio. Que la Eucaristía es la bajada diaria de Jesús a nuestro mundo y a nuestras personas. Y que esa presencia tiene que personalizarse en cada uno de nosotros que, porque comulgamos, vamos repitiendo cada día la PRESENCIA DE JESUCRISTO EN SU IGLESIA hoy.

2 comentarios:

  1. En el día del triunfo definitivo de Jesucristo, nos sentimos atraídos por su fuerza, que no eleva a más altura

    - Porque necesitamos despegarnos de lo que nos esclaviza y apega a la tierra, Roguemos al Señor.

    - Porque Jesús subiendo al Cielo nos hace pensar en otra forma de vida en la que elevemos nuestra mirada, Roguemos al Señor.

    - Porque necesitamos vivir la esperanza y no perdernos en el pesimismo del día a día, Roguemos al Señor.

    - Porque estamos llamado a ser medicina que sane y ayude a otros, y no víctimas de los venenos que el mundo nos pone, Roguemos al Señor.


    Señor Jesús: al subir al Cielo lleva hasta el Padre nuestras oraciones y necesidades. Y que la Eucaristía nos haga modificar aquellas conductas que no son acordes con nuestra vocación cristiana.
    Por medio de María te lo pedimos a ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.

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  2. AMÉN . No tenemos que mirar embobados al cielo; a Jesús lo tenemos que encontrar en la tierra.No tenemos que andar preocupados ni pensar tanto en una escatología inminente, sino en esa presencia inmanente que el propio Jesús nos prometió:"Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo".

    La Palabra de Dios muy poco habla de la Ascensión de Jesús con ser un acontecimiento sobrenatural; nos habla de la misión que Él nos deja. La glorificación de Jesús lo sitúa como Cabeza de todo el Universo y de la Iglesia, de la cual somos miembros. No resulta fácil comprender la extraordinaria grandeza a la que estamos destinados.

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