lunes, 25 de mayo de 2015

25 mayo: Saber ceder

EL TIEMPO ORDINARIO
          Al acabarse el ciclo pascual con la fiesta de Pentecostés, volvemos al Tiempo ordinario” de la liturgia, aunque casi a la inmediata va a quedar salpicado por grandes momentos festivos: Santísima Trinidad, Corpus, Sagrado Corazón… Incluso con esa fiesta importante –la más cercana- de Jesucristo, Sumo y eterno Sacerdote.
          En las lecturas volvemos a la lectura continua de diversos libros bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, y en los evangelios de este ciclo B, recuperamos la continuidad de San Marcos.
          En la 1ª lectura, el libro del Eclesiástico nos sigue dando máximas de vida. (17, 20-28) es un canto a la vida del alma. Su enemigo es el pecado porque mata. De ahí que en la medida que se abandona el pecado y se disminuyen las faltas, se retorna a Dios. Se retorna a la vida, que es donde se da gloria a Dios; no desde la muerte del alma, a la que se llega por el pecado. La conclusión es un reconocimiento de la misericordia de Dios que perdona a lo que vuelven a Él.
          En el evangelio, el momento tan conocido de aquel joven que se ofrece a Jesús y que –tal como se desarrolla el encuentro- lo que busca es ese Reino de Dios que se tiene en el seguir a Jesús. Porque si se trata de integridad de vida, la ha vivido desde niño. Entonces es que viene a Jesús para un paso nuevo que no es simplemente seguir siendo “buena persona”.
          Jesús se siente gozoso ante aquel muchacho y le presenta el camino para vivir ese reino de Dios, que es lo que ya le falta. Y ese camino pide el desprendimiento de sí. Queda simbolizado en ese darlo todo, quedarse sin nada y volver a este punto de partida ante el que ahora mismo está. Y ahí es donde se le caen encima los palos del sombrajo. Porque él deseaba mucho, aspiraba a una novedad…, pero no incluía en es novedad el tener que dejar su YO en el empeño. Mal le venía dejar sus bienes, cuando era hombre que tenía muchos… Mal le sentaba desprenderse a base de darlo a los pobres. Pero lo que peor llevaba de todo aquello era que él se sentía perdido en medio de aquel planteamiento. Y uno puede hasta ser capaz de desnudarse, pero con tal de conservar su piel. Y aquí Jesús le pedía el abandono total: no poner su confianza en sí mismo y en las propias riquezas (en lo que es propia posesión que da seguridades humanas).
          Y aquel muchacho ya no era capaz de llegar hasta ahí. Y con la contrariedad en su rostro, se marchó pesaroso. ¡Había apostado al mejor pero ese tenía un precio que él no estaba dispuesto a pagar!

          Penoso fue para él, que se veía fracasado cuando había creído tenerlo todo en sus manos. Pero penoso fue para Jesús, que se llevaba la desilusión de un posible discípulo con muchos valores humanos y religiosos…, pero no capaz de dar el paso decisivo. Por eso esa exclamación espontánea de Jesús: ¡Qué difícil es que un rico entre en el reino! Más difícil que hacer pasar un camello por ojo de una aguja… Imposible en lo humano. Posible, sí para Dios, que puede cambiar el corazón humano. Pero no se cambia el corazón mientras se viva poniendo la confianza en las riquezas… TRADUCCIÓN: en el propio yo, en la propia convicción, en el pretender estar en la cogolla, en situarse por encima o por delante, en no saber ceder; en buscar las vueltas para estar siempre arriba y por encima, en no saber echarse a un lado, perderse del protagonismo… Etcétera, etcétera.

1 comentario:

  1. Seguir a Jesús es una pura necesidad, atrae hacia Sí y hay que seguirlo. Cristo glorificado: el Espiritu. Él es el Dador de vida; es el aliento que nos permite respirar; es el Agua Viva que nos purifica, es el AMOR de Dios que se nos regala. Con la Ascensión del Señor ha concluido su Misión terrena; ahora es el tiempo de la misión apostólica y no debemos tener miedo porque es el Espíritu el que nos conduce y nos guía hacia el conocimiento de la verdad completa a fin de que seamos capaces de proclamarla como auténticos discípulos y testigos de Jesucristo que es la Verdad porque posee el Espíritu en toda su plenitud.El Espíritu nos invita a estar alegres en el Señor al poder escuchar la Palabra de Dios en nuestra propia lengua y poner en práctica lo que Dios nos pide a cada uno personalmente.
    Ven, Espíritu Santo, y haz descubrir a cada persona su propio camino para ser para ser completamente humana y servidora.

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