viernes, 1 de mayo de 2015

1 mayo: San José; Mes de María

HOY ES PRIMER VIERNES DE MES,
y nos reunimos a las 5’30
para el APOSTOLADO DE LA ORACIÓN
Juntamos hoy tres celebraciones: es PRIMER VIERNES, es el día de San José Obrero y comienza el Mes de la Virgen.
En la liturgia, aunque sin rango especial festivo, la Iglesia cristianiza el “día del trabajo” con una mirada a San José en su condición de obrero, trabajador… Se le asignan unas lecturas que lo identifican como “el carpintero” conocido en el pueblo de Nazaret, esposo de María y “padre” de Jesús. (Mt 13, 54-58). Y su labor es una continuación práctica de la obra del Gran Artífice, que ha puesto toda la creación en las manos del hombre para que él las transforme, desarrolle, embellezca y saque adelante con su trabajo. Y creado el hombre a imagen de Dios, también imita a Dios en el descanso, porque Dios realizó su trabajo en 6 días y al séptimo descansó. (Gn 1, 26-2,3) Queda como lectura en reserva unos párrafos de la carta a los colosenses, que señalan el amor como la razón de todo lo que el hombre realice, en un clima de paz (no de tensiones), y siempre a gloria de Dios. (Col 3, 14-15, 17, 23-24).
          Comienza el MES DE MARÍA, un mes para tener a la Virgen ante los ojos del corazón de un modo especial. Un mes en que la naturaleza se viste de flores: se engalana y parece reventar de vida por todas partes. Y esa primavera nos hace a los hijos volver nuestra atención hacia María, como la gran primavera que nos orienta a los frutos maduros de nuestro encuentro con Jesús. Las flores, tan llenas de colorido y belleza, son ahora un símbolo de algo mucho más consistente: el regalo del alma a la Virgen: con flores a María, que van mucho más allá que el colorido y el olor de una flor natural: se trata de obsequiar a María con ofrecimientos de detalles personales que sean del agrado de nuestra Madre. Y será agrado de ella lo que sea del agrado de su Hijo, lo que lleva a escuchar la Palabra de Dios y a ponerla por obra. Una vida cristiana no se queda en el color y el olor y las formas externas. Las admira y las goza, pero desde ellas se eleva a Dios y convierte cada detalle de esos en un acto de reconocimiento, admiración y agradecimiento a Dios.
          El PRIMER VIERNES nos mete en el interior mismo del Corazón de Jesucristo. Nos hace sentir los pálpitos mismos de su Corazón, y nos exige un conocimiento cada vez más interno de sus sentimientos y de su Persona, para que sea nuestra fe cada vez más profunda y nuestra vivencia de amor a Dios más práctica y concreta. Carecería de fuerza si nos redujéramos al “primer viernes”. Su razón de ser es de botón de fuego que levanta toda una mística de oración y de acción que se extiende a todo el mes, a todas las facetas de la persona, a toda la expresión de nuestra vivencia cristiana. Tiene una base fundamental en LA ORACIÓN, cuyos efectos se deben contagiar hacia afuera, haciéndonos APÓSTOLES DE LA ORACIÓN, y desembocándonos en la EUCARISTÍA como motor y camino que nos lleva al honor y amor al Padre Dios. Caminamos bajo la acción del Espíritu Santo de Dios, y de la mano de María Virgen.

          Así arranca este mes. Y nuestra ilusión es que cuando  acabe, hayamos podido formar un ramillete de flores del alma que agraden a María y honren al Hijo y sean gloria del Padre. 

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