domingo, 8 de marzo de 2015

8 marzo: Más sobre Simón de Cirene

La figura de Simón de Cirene
No quiero seguir adelante en mi reflexión sobre la Pasión en San Marcos, sin echar atrás la moviola y poder volver sobre esa figura del “Cireneo” que cada día se me hace más completa.
Que fue un hombre a quien se le vino encima una obligación impuesta y muy desagradable. Que lo tuvieron que obligar, y que muy a su pesar le tocó echarse a cuestas el matero transversal que le tocaba llevar a Jesús, Pero Jesús ya no podía tirar de su alma y los soldados aseguraron el paso final de la sentencia –la cruz- buscando que otro llevara el peso que el condenado no podía sostener por su enorme debilidad consecuente con los tormentos recibidos.
Simón empezó siendo el “Cireneo” del madero, y un poco el “reñido” con Jesús, al que le tenía que ayudar. Pero algo ocurrió en aquel corto espacio que Simón empezó a ocuparse de Jesús mismo: de atenderlo, sostenerlo, ayudarle, tomarlo del brazo y así casi llevarlo en peso porque veía que Jesús desfallecía. Y su corazón se fue moviendo por un sentimiento de sintonía con el preso, que llegó a cogerle por dentro. Ahora era no sólo el Cireneo del madero sino el Cireneo de Jesús. Se había establecido una simbiosis con aquel hombre que padecía con tanta dignidad, silencio, humildad, grandeza, y que mostraba tal agradecimiento por la ayuda que recibía, que Simón se encontró metido de pronto en los sentimientos mismos de Jesús. Y el trayecto se fue haciendo mucho más humano y de acompañamiento a la persona.
Hasta que lo dejó en el Gólgota, y dejó en el suelo aquel madero que le dolía más porque era en él donde iban a ajusticiar a quien experimentaba ya como amigo.
No se fue a comer aunque había cumplido ya su cometido. Ya no podía separarse de Jesús y quiso permanecer allí como alguien que acompaña y que sufre con el sufrimiento del otro. Lo que él no podía entender que hubiera allí curiosos para un espectáculo tan macabro como el de ver crucificar y retorcerse de dolor a los eran crucificados. Él se mantuvo porque a Jesús ya lo sintió como algo suyo.
Observó con admiración que Jesús declinó tomar el vino mirrado, el anestésico que daban a los que iban a crucificar. No quiso Jesús esa ayuda tan leve, mientras había admitido la de Simón.
Y se estremeció el Cireneo ante aquel primer martillazo que levantó un quejido seco en Jesús, mientras el clavo atravesaba su muñeca. También el de Cirene sintió como si le atravesaran a él. Permaneció allí por fidelidad, aunque su cuerpo le invitaba a apartarse de aquella barbarie. Vio cómo le estirazaban los brazos con cuerdas, con el descoyuntamiento que eso producía, y el nuevo golpe de martillo sobre el otro brazo.
Y ahora la espantosa operación de elevar el cuerpo péndulo hasta el mástil, ya hincado en tierra, y que el cuerpo del crucificado pudiera tener el pequeño apoyo del sedil, mientras clavaban o ataban los dos maderos, y otros soldados –verdugos- forzaban la posición de los dos pies para atravesarlos con un solo clavo. ¡Qué brutalidad!, pensaba Simón, que nunca había asistido a un hecho igual. Hoy lo soportaba porque se había hecho una masa con aquel hombre del patíbulo y ya sentía con sus sentimientos.
Jesús quedó colgado y desde su altura dirigió una mirada a Simón de Cirene. Le estaba dando las gracias. Y Simón se admiró de la frialdad de témpano de aquellos soldados que, tras aquella barbaridad, se sentaban ahora a rifarse los vestidos de Jesús. Casi que sólo la túnica, que era lo que llevaba encima. Simón se la hubiera quedado, pero en realidad no quiso ni insinuarlo porque le impresionaba tanta sangre en aquel vestido.


DEBAJO ESTÁ LA LITURGIA DEL DÍA

1 comentario:

  1. Ana Ciudad10:32 a. m.

    Escalofriante este relato de la PASIÓN de Cristo y dichoso Simón el de Cirene que ayudó a Jesús llevar la cruz. Simón cogió el extremo de la cruz y lo cargó sobre sus hombros.El otro, el más pesado, el del amor no correspondido, el de los pecados de cada hombre, ése lo llevó Cristo ,solo.

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