sábado, 21 de marzo de 2015

21 marzo: Pasión en Lucas (4)

La Pasión en San Lucas (4)
San Lucas es quien más espacio dedica al tema de los dos malhechores que fueron crucificados con Jesús: Llevaban a dos malhechores para ser ejecutados con Él. En los otros relatos, los dos injuriaban a Jesús. En Lucas uno de ellos le injuriaba. Le tentaba a bajar de la cruz y a hacer que ellos también quedaran liberados der aquel suplicio. El otro respondió y reprendió  al primero, y le decía: Ni siquiera  temes a Dios tú, que estás en el mismo tormento. Aquí aparece un reconocimiento que llama la atención. Y nosotros, en verdad, justamente, porque recibimos lo merecido por nuestras obras; pero éste no ha hecho nada malo.
Es un momento sublime. El malhechor se estaba confesando y reconociendo su culpa. Y a la vez estaba manifestando a las claras que Jesús no había hecho mal alguno. Lucas está dibujando una situación impensable. Aquel malhechos había reconoció en Jesús a Dios en el mismo suplicio…, a Jesús que no ha hecho mal alguno. Está en las alturas de la fe. Y desde ahí ya es muy normal volverse a Jesús y suplicarle humildemente: Acuérdate de mí, Jesús, cuando estés en tu reino. La confesión completa de la divinidad de Jesús. ¿Cómo ha llegado a ello aquel hombre? Lo que podemos barruntar es que se había impresionado al verlo padecer con tal paz, con tal serenidad, con tal humildad y grandeza frente a tanta ignominia. Jesús no era un desesperado, un crucificado que se retorcía ante su dolor inmenso. Allí había algo. Y el letrero clavado sobre su cabeza, rezaba así: Jesús nazareno, REY DE LOS JUDÍOS. Y para el ladrón aquello le dijo mucho; podrían haberlo puesto como acusación, pero el seguía teniendo en su alma que “el rey de los judíos” era el Mesías que esperaron, y que el Mesías verdadero era “Hijo de Dios”, “Rey de Israel”, “Bendito que viene en nombre del Señor”… El malhechor había orado y su corazón se había ido purificando y ahora, estando en el mismo suplicio, reacciona al revés que el otro de la izquierda.
Entonces ya habla a Jesús directamente. Y obtiene una respuesta que está en el marco mismo de este episodio sublime: En verdad te digo (era como un juramento de Jesús): Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso. Es un momento para meditar de rodillas. Incluso para muchos es una prueba fehaciente de que lo que se purga, se purga en este mundo, porque al que había sido malhechor no le espera un paso intermedio antes de llegar al “Paraíso”. Será HOY MISMO. Será a tu muerte, tras este tormento que estamos padeciendo.
Y es tan inmediato ese paso en Jesús, que San Lucas pone a continuación el momento cumbre de su vida, entregándose confiadamente en los brazos de Dios, su Padre: “Padre: en tus manos entrego mi espíritu”. Y el sol se eclipsó, dice Lucas (y solo él), oscureciéndose la tierra hasta las 3 de la tarde.
San Lucas dirá como algo distinto que la turba que había concurrido al espectáculo, al ver las cosas sucedidas, se volvía golpeándose el pecho. Por supuesto el centurión dio gloria a Dios reconociendo que “Este hombre era realmente justo”. Son matices diversos respecto a las otras narraciones de los sinópticos. Y matices muy cordiales, que hacen de este evangelio un relato muy sentido y cercano

2 comentarios:

  1. Lo que va de “ayer” a HOY
    El caso es que comenzamos la semana con el júbilo saltando desde los textos litúrgicos, y así continuaron hasta el miércoles. Pero ya ayer y hoy se han orientado a un “anticipo” de la Pasión. Ayer, con los recelos de los impíos que se sienten aludidos y señalados malamente por el buen comportamiento del justo. Hoy (Jer 11, 18-20) ese justo clama ya a Dios porque es llevado al matadero y no sabía los planes homicidas que tenían contra él. Era anularlo por completo: “Talemos el árbol…, arranquémoslo de la tierra de los vivos; que su nombre no se pronuncie jamás”.
    Y el Justo ora a Dios, el Señor poderoso / misericordioso, que ha encomendado a Él su causa. En lo humano ya no puede esperar la liberación.
    El evangelio –Jn 7, 40-53- está expresando cómo en lo humano no hay esperanza. A favor de Jesús salen gentes del pueblo y surge la discordia con quienes quieren prenderlo. Los sacerdotes y fariseos descalifican a todo el que se pone de parte de Jesús, porque es galileo y el Mesías tiene que venir de Belén (no sabían ellos que, en efecto, venía de Belén). Descalifican a los guardias que no lo han detenido y se han quedado boquiabiertos oyendo hablar a Jesús. Descalifican a Nicodemo que intenta –siquiera- que se oiga a Jesús antes de condenarlo.
    Estamos ante el callejón sin salida que supone la ceguera de quienes no quieren escuchar. Si es verdad que a la larga la tristeza se convertirá en alegría, ahora la liturgia nos ha hecho pasar de la alegría al anuncio ya cercano del dolor. Y es que el proceso real de la vida de Jesucristo pasa por la muerte, y así ha querido Dios que el mundo sea salvado, y así ha querido Jesús mostrarnos su amor: dando la vida por quienes ama.
    Encontraremos siempre la tentación de pretender eliminar lo que nos habla de padecimiento y de muerte, e intentaremos subirnos al Tabor porque es lindo estar allí. Pero en el fondo estamos –tantas veces- negando el proceso real de la Pasión de Jesucristo, que es –a su vez- la historia de cada uno de nosotros. La ventaja que llevamos es que podemos escarmentar en cabeza ajena desde el momento que Jesús va delante, y que –pasando por la muerte- acabará triunfando. Pero eso ni niega el sufrimiento ni lo anula. Lo sobrepasa. Y a nosotros, ahora, nos lo ha de hacer sobrepasar desde LA FE.

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  2. Los teólogos dicen que el Hijo de Dios, sin dejar de ser Dios, se ha revestido de una naturaleza pasible para salvar a los hombres, sufriendo todo el dolor de la Humanidad.El proceso real de la vida de Jesucristo pasa por la muerte. Pero, "Nadie me quita la vida, sino que Yo la entrego libremente, Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato lo he recibido de mi Padre". El cristiano que quiere encontrar a Cristo tiene que aceptar libremente, a imitación de Cristo, cualquier situación desagradable que le depare la vida, no con una paciencia resignada, sufriendo porque no se puede evitar, sino con una paciencia cristiana, en amorosa conformidad con la voluntad divina con la intención de glorificar a Dios uniéndonos a Cristo y participando, de esta forma, en su "misterio".San Pedro nos dice:"Estad alegres cuando compartís los sufrimientos de Cristo, para que cuando se manifieste su gloria reboséis de gozo"(1Pe4,13). Mirando al Crucificado ningún hombre se va a deseperar por cualquier tipo de sufrimiento personal y podrá ofrecerlo por la conversión de los pecadores.


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