jueves, 12 de marzo de 2015

12 marzo: Sentimientos diversos

En la Pasión según San Mateo
Judas se sabe ya descubierto. Su estancia allí le es engorrosa. Ni sabe ahora mismo si los compañeros se han apercibido. Tendría unos impulsos locos de dejar aquella Cena, en la que se siente ajeno y fuera de lugar. Sus movimientos son nerviosos.
Jesús lo advierte y se hace cargo. Y verdaderamente Judas ya no hace nada allí, ni Judas responde a ningún estímulo que Jesús pudiera ofrecerle. Entonces se dirige a él –como con la mayor naturalidad- y le hace un encargo “de última hora”. Judas entiende muy bien que Jesús le está dando la salida y lo está liberando de aquel momento tan tenso. Y sale. Claro que encontrarse en la calle no es liberarse de sí mismo, de sus malos sentimientos. No puede liberarse de la hondura de voz que usó Jesús para responderle: Tú lo has dicho. ¡Cuánto expresó Jesús en aquellas tres palabras!
En el Cenáculo había quedado Jesús. Con clara conciencia de haber perdido un discípulos, un amigo (que debía ser)…, y que ahora ya se hacía inminente la gravedad de su propia situación. El Corazón de Jesucristo bullía en ese instante con sentimientos encontrados, porque de una parte sufría con la perdición de aquel hombre, y por otra porque su hora quedaba ya más a la mano. ¡Y su hora era su misma muerte! No acababa ahí su sentimiento, porque estaba preparada aquella Cena, que Él tiene concebida como la cena del supremo amor, del supremo paso… En la mente de Jesús aquella Cena, con no ser la Cena Pascual oficial, era para Él LA PASCUA definitiva, su paso de este mundo al Padre…, el paso en el que toda la raíz del mal ha de quedar superada. Y esta emoción y sentimiento también se agolpaba en el Corazón de Jesús que, vivía en conjunto una mezcla de muy diversos sentimientos. Y así se dirigió al diván y se recostó en disposición de iniciar una Cena, que ya no volveré a comer hasta el día que la beba de nuevo en el Reino de mi Padre.
En el transcurso de aquella Cena Jesús instituye la Eucaristía, y se da así a cada uno de aquellos Once, entrando en las entrañas mismas de los amigos fieles. Mi pregunta sin respuesta es qué sensaciones tuvieron aquellos apóstoles en ese comer éste mi Cuerpo”, de beber  esta Sangre mía…; qué conciencia tuvieron de lo que aquello era, y de la trascendencia de aquella hora. En Mateo no se da tampoco el encargo de cuantas veces lo hagáis vosotros, recordad mi muerte hasta que yo vuelva. Eso será, y Jesús debió decirlo pero al evangelista aún no le ha llegado esa onda, ‘y eso que él estaba presente a todos estos momentos!
Acabaron, cantaron los himnos, salieron camino de Getsemaní, y Jesús empezó a volcar sus pensamientos: Todos vosotros padeceréis escándalo en mi esta noche porque está escrito: ‘Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño’, más después que hubiere resucitado, iré delante de vosotros a Galilea’.
Pedro pretende “salirse” de ese “todos os escandalizaréis” y hace protesta de su fe y  su amor al Maestro, seguro de que ni que me vea en el trance de morir contigo, no será que yo te niegue.

Y Jesús le quiere hacer pisar tierra, porque antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Para Pedro eso es un imposible. Para Jesús es una realidad que tiene tragada, pero que la advierte para intentar que no ocurra y que las cosas vayan de otra manera.

2 comentarios:

  1. Liturgia del día
    Hoy hay una alarma en la liturgia de este jueves: lo peor que puede pasar es cerrar los oídos a la Palabra de Dios. Mientras están abiertos y Dios puede penetrar en el alma por sus palabras que actúan en el interior, la persona está en vías de salvación. Cuando se han cerrado esos conductos y la Palabra no puede sonar ni resonar en el corazón de la persona, ha entrado en el momento más difícil de su vida.
    Jer 7. 23-28 empieza por una orden de Dios; escuchad mi voz¸ Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, caminad por el camino que os mando para que os vaya bien. Pero no escucharon ni prestaron oído, caminaban según sus ideas…, su corazón obstinado me daban las espaldas.
    Esa es la gran queja de Dios, porque si no se le escucha no se puede actuar según sus designios salvadores: ya puedes repetirles el discurso, que no te responderán ¡Es el gran dolor de Dios!
    Jesús lo vive en sus carnes: ha “dicho” una “palabra” tan evidente como echar un demonio (precisamente sordo y mudo, que ni oye ni habla). Pero vienen a ser los fariseos los auténticos sordos que no hablan con coherencia, porque atribuyen al poder del demonio la obra hecha por Jesús. ¡Esa es terrible sordera que no escucha la voz del Señor!, esa voz que grita tan alto como el de aquel anteriormente endemoniado que ahora lo tienen delante con su normalidad de hombre.
    No querer oír es mucho peor que estar sordo. Porque la sordera es un padecimiento. No querer oír es ya una enfermedad grave que se cierra a querer conocer la verdad. Y el problema de esa sordera es que ahí anida la maldad, la malevolencia.
    Jesús concluye con esa expresión drástica que deja las cosas muy claras: El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama.
    Un grito de Cuaresma como para tomarlo muy en serio.

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  2. Judas se sabe descubierto, no se siente cómodo; quiere salir del Cenáculo...seguramente que ha empezado a reflexionar y está muy nervioso...en la calle se encuentra sólo, consigo mismo y con su pecado...; ha tratado de romper el trato con los judíos y, al no conseguirlo se desespera y antes de entregarse a la horca reconoce gritando:" He pecado entregando a un Inocente".¡Pobre Judas!

    El mal puede entrar en nuestros corazones sin que podamos dominarlo; pero Jesús combate con él y lo vence; si estamos con Jesús no tenemos que tener miedo,porque Él nos ayuda.¿Estamos con Jesús?¿Colaboramos con Él para vencer el mal? O,¿somos de los que desparraman? Cristo quiere que nos entreguemos del todo, que seamos justos y busquemos el bien para los demás, que colaboremos con Él en sus planes para la salvación del mundo observando una vida responsable y civilizada en la que se respeten los derechos humanos.

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