miércoles, 4 de marzo de 2015

4 marzo: La noche en Marcos - 2

HOY COMIENZA LA NOVENA DE LA GRACIA, a San Francisco Javier

La noche de Marcos-2
Hemos dejado la narración del “juicio” en la declaración de la sentencia de muerte para Jesús, por “haber blasfemado”. Los senadores felicitan a Caifás por su perspicacia en el modo de haber conducido aquel “juicio”, con una sentencia “tan bien fundada” e indiscutible: por la misma palabra del preso ha quedado convicto y confeso de su crimen: hacerse igual a Dios. Mientras ellos se congratulan, unos oficiales del Palacio (en realidad unos criados del Sumo sacerdote) retiran a Jesús. Deberían conducirlo al calabozo para el resto de la noche, puesto que hasta que empezaran las claras del día no podría emitirse la sentencia.
Pero prefirieron llevárselo a alguna habitación de descanso y espera de ese personal del Sumo sacerdote, al que se accedía desde el patio en donde se calentaban las mujeres, algunos otros hombres y Simón Pedro que había conseguido meterse en medio, en su afán por ver cómo se desarrollaba aquello.
En el patio se charlaba de los avatares del día, y de este caso último que estaba tan al vivo de la prisión de un individuo que traía a mal traer a sus jefes.
En la habitación contigua, aquella gente inculta, soez, de baja estofa, custodiaban entre risas al condenado a muerte. Y uno más radical que se acerca y le escupe por desprecio, y los demás le ríen la gracia. El otro que le pega una bofetada… Al fin y al cabo los jefes lo habían despreciado y condenado. De lo individual se pasa a lo “colectivo”…, al contagio del grupo, a la irresponsabilidad compartida. Y a uno se le ocurre taparte la cara y, como se ha declarado hijo de Dios, que haga ahora de hijo de Dios y averigüe quién le pega.
Detrás de la venda Jesús se sume en un profundo silencio. Casi que los golpes y salivazos de aquellas gentes sin educación no es lo que más le duele. Lo que le martillea el alma es la causa que se ha aducido para su condena: que ha blasfemado. Jesús, para quien su vida fue Dios; para quien su alimento fue hacer la voluntad de Dios; para quien la dicha estaba en hacer la voluntad de Dios…, Jesús un enamorado de Dios para quien todo era Dios…, ¡condenado por blasfemo!; condenado a muerte!... Quizás esa condena le pesaba menos en el alma que la causa por la que había sido condenado.
Por eso todo aquel juego bajo de los criados le quedaba superficial, aunque fuera doloroso y humillante, El hecho es que aquella gentuza no halló “respuesta” en el condenado, que parecía no reaccionar…, estar ausente… Y se fueron aburriendo de aquel juego macabro. Y optaron por llevárselo al calabozo. Aquel hombre no les daba “juego” y no les servía para sus bajos instintos.

Mientras tanto en el patio el mismo nerviosísimo de Pedro ya había escamado a la gente. También Pedro estaba ausente de lo que se hablaba en el patio, porque sus cinco sentidos estaban en lo que pudiera captar de lo que ocurría en la habitación contigua. Y se delató a sí mismo, de manera que una mujer le espetó de pronto: Tú andabas con el Nazareno. A Simón se le cayó el mundo encima. Y como un zombi respondió intentando disimular: Ni sé lo que dices. Se dio una vuelta por el patio intentando disimular y respirar hondo, y en eso se oyó el canto de un gallo. ¿Se dio cuenta de eso nuestro buen Simón? El hecho es que su nerviosismo fue en aumento, y más le fueron acosando. Él seguía negando. Y ante la evidencia de aquellas gentes y que se sintió acorralado, se puso en pie echándose maldiciones e imprecaciones para demostrar que él no conocía a ese hombre. Momento en el que los criados sacaban a Jesús de la habitación, cantaba el gallo por segunda vez, y Jesús y Pedro se encontraron cara a cara. Una espantosa tormenta estalló en la mente de Simón, que ya se fue hacia el portalón de entrada y se echó a llorar desesperadamente.

1 comentario:

  1. Liturgia de la Misa
    La secuencia del Evangelio de hoy (Mc.20, 17-28) es de las más llamativas que nos podemos encontrar en una lectura pausada de los textos evangélicos. Es la contradicción hecha realidad. Jesús va anunciando su pasión (con muchos dolorosos pormenores) y su muerte a unos discípulos que parecen querer ignorar aquella pesadilla. Tan así que, haciendo caso omiso (o corrigiendo la plana al Maestro) lo que les ocupa a ellos es obtener los mejores puestos en el reino al que Jesús debe estar abocado, un reino de dignidades y puestos de mando (según ellos han identificado el mesianismo de Jesús). Y como respuesta al anuncio de pasión, dos de ellos se acercan para pedirle los dos primeros puestos en ese reino.
    ¡Es de locura! ¡Es para hundir el ánimo a cualquiera, si no fuera Jesús mismo la víctima de tanta incomprensión!
    Y que no es sólo esos dos: es que los otros diez se indignan porque aquellos dos les quieren pisar el terreno al resto que, al fin y al cabo, también pretendían esos puestos.
    Lo que en la 1º lectura (Jer 18, 18-20) queda expresado en dos párrafos como hablando dos protagonistas distintos: en el primero, los enemigos perseguidores y sanguinarios, que buscan hacer el mal y hacer caer al justo. En el otro, la oración del hombre bueno, que suplica a Dios para que lo defienda.
    La lucha intrínseca que se vive en la Cuaresma: el mundo del pecado que acosa; el mundo de la Gracia que busca salir adelante, aun en medio de las persecuciones.
    Momento muy actual si nos fijamos en nuestros hermanos cristianos perseguidos y masacrados en África.

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