jueves, 6 de febrero de 2014

6 feb_La misión apostólica

Apostolado evangélico
             Jesús envió a sus apóstoles de dos en dos a salir por los pueblos y aldeas a hacer el bien. [Mc 6, 7-13]. Como el enemigo número uno del bien es “el malo”, la “primera autoridad” que les dio fue contra los espíritus inmundos…, los demonios.  Y como más que exorcismos hacía falta un cambio en la mentalidad [“mente” en la Biblia es la persona entera en lo más profundo del ser], ellos se dedicaron a predicar la conversión. Si se llegara a sobrepasar las prácticas “de la ley”, y se aceptara la doctrina que enseñaba Jesús, habría esa conversión. San Pablo es exhaustivo en esa explicación, en su constante contraposición entre “apoyarse en cumplir la ley” y abandonarse en la promesa gratuita de Dios. Claro: “gratuita” para nosotros; porque a Jesús le costó el alto precio de su vida.
Y a los enfermos les ungían con aceite y los curaban. [Cuando Santiago escribe en su cara una misión que deben ejercer los sacerdotes, habla de orar sobre los enfermos y ungirlos con aceite].
             Aquellos Doce hombres que salen a los caminos, llevan un encargo de Jesús: Para el camino, un bastón, y nada más. Ni pan, ni alforja, ni dinero suelto… Unas sandalias, pero no una túnica de repuesto. En efecto: tan apoyados en “la promesa” que ni siquiera ayudas materiales para el camino.
             En cuanto a la estancia, “donde entréis y hasta que os vayáis”…, allí os quedáis. Con tal que os reciban. Porque si en algún lugar no los van a recibir, o no los escuchan, que no sufran por ello. Sencillamente, sacuden hasta el polvo que se les haya pegado a los pies…, para no llevarse nada de ese lugar, y que quede claro que si no los han recibido no es porque ellos han hecho o dicho algo inconveniente. Más bien quedará patente que la “culpa” estuvo en quienes no los recibieron.
             El relato queda ahí. Y para lo que es el apostolado cristiano (=en el nombre de Cristo…, en lugar de Cristo, preparando la llegada de Cristo), ha dicho mucho. Parecería hasta excesivo ese ir sin pan, sin dinero, sin alforja donde guardar un mendrugo de pan… Pero bien que está enseñando Jesús que al ir a hacer el servicio al evangelio, nunca podemos buscar (por detrás) nuestra propia ventaja, “los primeros puestos”, unos “derechos adquiridos” en razón de ese servicio. Lo que Jesús está inculcando es que cada uno que sirvamos la causa del Evangelio, lo vivamos con la muy profunda convicción de que “hacemos lo que debemos hacer, pero somos siervos in-útiles” [no para nuestra utilidad…], pues aún en lo espiritual, nada podemos “ganar” por méritos propios… Sólo vale acogerse a la promesa gratuita de Dios…, y ese bastón, como única apoyatura
             Por eso cuando Jesús habla de ese “quedarse donde entren” (y que si no los reciben no sea por “culpa” de ellos), puso por delante el modo de marchar apostólicamente con las alforjas vacías de todo.
             Cuentan del venerable Padre Tarín –que viajaba a sus misiones por los pueblos con un simple maletín de mano- que se culpaba del fracaso de una misión en uno de esos pueblos, por haber llevado “demasiadas cosas”…  Y se queda uno mirando todo el matalotaje del “yo” con que llevamos adelante nuestros apostolados, nuestros servicios al evangelio, y a lo mejor por ahí podemos comprender que no expulsemos demonios de las almas… No podremos sacudir ese polvo, no podremos “probar la culpa” de otros, mientras no hayamos mirado esas alforjas nuestras.  Es regla de oro.
             Y con poco que nos paremos a mirar hacia nuestro dentro-dentro, no será difícil que veamos más “nuestra obra” que la gratuidad de servicio al Reino, sin que pase por delante ni la sombra de uno mismo. Trabajamos y nos desgastamos en ese servicio a la Iglesia “en tal sitio”… Y ahí, precisamente “ahí”, en el “tal sitio”, podemos encontrar la “trampa”. Y no viene mal, entonces, “sacudirnos el polvo de los pies para probar nuestra propia culpa”. Se nos había pegado “ese polvo”… Nuestra mano izquierda sabe demasiado bien lo que hizo la derecha… La “alforja” iba con nosotros, y ya hemos visto que Jesús dijo que “ni alforja”.  Sandalias y bastón para poder caminar… Nada más.


Aquí va a cortar el evangelista las narraciones de hechos de Jesús, porque –una vez que han salido los apóstoles a su misión- no tiene nada que decir sobre posibles actividades de Jesús. Es que Jesús forma ya tal unidad con ellos en la causa del reino, que la “continuación” del relato se va a ir a la historia de Juan Bautista. Hasta que regresen los Doce de la misión apostólica y se retome la unidad del grupo como algo específico de la misión de Jesús.

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