miércoles, 19 de febrero de 2014

19 feb.: Evangelio y cuento mío

FE desde la ceguera
             Hace unos años me encontré con un ofrecimiento de un amigo a participar en un “blog”…, un lenguaje que me era tan ininteligible como el mismo idioma chino. Este amigo me dio una pequeña noción y ahí tuve mi irrupción en un blog informático. Era un blog arreligioso y mis participaciones “anodinas” en la forma aunque con mis intenciones constructivas en el fondo. Y extraigo hoy, al cabo de los años, una de mis intervenciones en aquel blog:
             Me llega otra historia, del eminente oftalmólogo J de Shalom, que salió de excursión con unos amigos y vinieron a toparse con un invidente.  Hubo curiosidad entre los acompañantes sobre qué reacción produciría aquello en el amigo.
             Sin aparatos, sin instrumental, salvo una bolsa de campaña que siempre llevaba consigo, examinó al hombre. Pensó. Los amigos observaron su gesto y lo jalearon.  En un improvisado quirófano bajo el potente foco del sol en su cenit, le extrajo las enormes cataratas que le impedían la visión.
             Dejó un espacio prudencial de tiempo.  Y luego le preguntó si veía.  El hombre dijo que veía unas vacas muy próximas pero como bloques que se movían.  J de Shalom se fue directo con sus dedos hacia los ojos del paciente y le aplicó sus pulgares a los párpados durante un rato, como quien hace pasar su propio calor a los ojos enfermos. Los amigos contenían el aliento.  Cuando retiró sus dedos, el hombre dijo que veía, y que aun a distancia distinguía bien.
             El oftalmólogo se limitó a recomendarle que no entrara al pueblo porque los polvos de los silos y los humos de las chimeneas le perjudicaban.
             Eso era verdad.  Pero en el fondo era también la sencillez del médico, que prefería pasar desapercibido y no quería el aplauso de la gente.  Y era también verdad que aquel que había sido invidente, se había entregado con fe en el hombre que se ofreció a intentar curarlo.
             Esta historia es más larga, pero el hecho concreto concluye aquí aparentemente.
             Recuerdo algunos comentarios: admiración ante tal noticia, que desconocían, pero que admiraban. Alguno, más metido en temas religiosos, que veía esa historia más larga que yo dejaba caer. Al final hubo una aceptación del relato mío, sin haber olido que estaba contando un suceso evangélico. Porque si se cuenta un hecho como el del “oftalmólogo J de Shalom”, era admirable… Pero si se cuenta de Jesús en un blog arreligioso, no era creíble.
             Y sin embargo OCURRIÓ. Varios detalles lleva el relato de Mc 8, 22: alguien se preocupa del ciego y lo trae a Jesús, y piden la intervención de Jesús sobre el ciego: que le imponga las manos. Otro detalle: Jesús lo apara de la gente; lo saca de la aldea… Hace falta un espacio de soledad, intimidad, “desierto” del alma. Otro: lo lleva Jesús de la mano. Era ciego y no podría conducirse solo. Jesús se ocupa de él. Sigue el “proceso”: Jesús le toca con su saliva en los ojos, y el ciego empieza a ver muy difusamente. Ve pero confusamente. Ve hombres (las mismas personas que le llevaron a Jesús) pero se le antojan árboles en movimiento. Quiere decir que aún no ve más que bultos. Otra fase: Jesús ahora pone sus dedos en los ojos del ciego y mantiene su “toque” sobre aquellos ojos. Y cuando retira Jesús sus manos, el ciego ve con diafanidad.
             Ha descrito Marcos el proceso de la fe: alguien tiene que empezar a acercar al “ciego” del alma: La fe, por el oído, dice San Pablo. Una vez que se ha dado el primer paso, Jesús entra en liza, pero llevando al alma a un “desierto”, a esa fase necesaria de personalización de la fe, en la que ya no sea necesario “ser llevado”…; el momento en que el contacto primero con Jesús, personalmente, abra un poquito los ojos, como para “divisar algo”. La fe no suele ser un fogonazo que llega de pronto en plenitud. Va creciendo desde un primer germen, se va iluminando al contacto con Jesucristo, pero con todas las dudas y dificultades acumuladas, que –de momento- se hacen “bultos que se mueven”. Luego Jesús pone sus manos en esos ojos…, hace pasar su fuerza en el calor de su presencia…, y el individuo encuentra una luz tan clara en su fe que AHORA VE PERFECTAMENTE, con toda claridad. De tal manera que el creyente llega a tener mucha más claridad en lo que CREE que en lo que ve con los ojos.
             Jesús le dice al recién curado que no se lo diga a nadie. ¡Como si pudiera quedar oculto que el ciego está viendo…! Lo que pasa es que cada “ciego” de la aldea tendrá que ir “viendo” por un proceso también lento y propio suyo; no porque ya el otro ciego ve…

             Yo os puedo acabar de contar aquella historia de mis pinitos en aquel blog amigo que me invitó, me recibió, me halagó… Pues que no hubo milagro de ver. Que la ceguera siguió ceguera y hasta acabó violenta. Que perdí al que me ofreció como amigo (aunque yo lo sigo considerando tal, pero sin poder entrar en la deriva posterior). Y que sólo queda entonces esa esperanza de que algún seguidor del blog aquel, hubiera tenido la suerte de encontrarse con J de Shalom…, que de seguro le conduce “afuera” y con su “maletín de campaña” le abre los ojos a la fe.

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