viernes, 28 de febrero de 2014

28 feb._ MATRIMONIO

Una Palabra devaluada
             El tema que nos pone delante el evangelio de este día es del matrimonio, que Jesús toma de la realidad existente y lo asume como hecho elevado a lo sagrado. Los fariseos habían venido a Jesús, que estaba rodeado de gentes. Y como es habitual, vienen con doble intención: por una parte no dejo de pensar que muchas cuestiones se las presentaban a Jesús porque sabían que el criterio de Jesús era válido y profundo. En cierto modo les aclaraba conceptos en los que ellos mismos no eran capaces de hallar una solución cierta. Y por otra parte ponían a prueba a Jesús con una intención de cogerle algún resquicio por el que atacarle.
             El tema del matrimonio es tan “eterno” como el mismo hecho de haber creado Dios al hombre y a mujer. Y el tema de la infidelidad matrimonial, casi tan “eterno” como el matrimonio, hasta el punto que Moisés deja un resquicio de ruptura del compromiso adquirido, a través de un “acta de repudio”. En aquella sociedad sólo contempla Moisés al varón que repudia a la esposa; pero si hubiera vivido ahora, lo mismo lo diría en el sentido contario: también la esposa puede tener sus razones para repudiar.
             Lo que pasa es que los motivos que se pueden aducir para tal “acta” serán tan diversos, y muchas veces responderán tan poco a una causa justa que Jesús aduce que “Moisés os lo permitió por vuestra terquedad”. No fue así al principio –dice Jesús- porque Dios creó al varón y a la mujer y los destinó a crear una UNIDAD (“una sola carne”)…, una unidad con “soldadura autógena”, de modo que lo que Dios ha unido (y los que se han unido bajo la bendición de Dios, ni pueden ya separarse por fuerza humana alguna. Al estar constituidos en “una sola carne”, toda “separación” es ruptura, desgarro, llevarse uno consigo un “pedazo del otro”.
             Y he puesto “separación”, así entre paréntesis, porque más de una vez ha de producirse separación cuando dos cónyuges tienen imposibilidad de convivencia pacífica y en paz. Pero separarse sólo equivale a no vivir juntos, pero no a desgarro de “una sola carne”. Por eso es por lo que Jesús concluye que tanto una parte como otra se llevan “un pedazo” del otro; es decir: no puede haber tal divorcio que cada uno se quede ya libre de su vínculo anterior. De ahí que una nueva unión de uno o de otro es adulterio porque uno y otro permanecen ligados por aquel vínculo que ellos mismos contrajeron POR AMOR.
             Que si no fue por amor, o si no se plantearon en serio el matrimonio, o su intención no era limpia, o sus psicologías tan inmaduras o incapaces, en realidad aquel aparente matrimonio NO LO FUE. Y por tanto, llegados a una demostración de lo mismo, aquel acto que se hizo ante la Iglesia, puede la Iglesia declararlo inexistente, porque hubo causas ocultas en aquel momento que anulaban el acto en sí. O hubo dolo o hubo ignorancia…, y ya tiene su fuerza que dos personas ignorantes de un compromiso vital tan serio, hayan sido sujetos válidos para contraerlo. [Conozco sentencias de declaración de nulidad por parte de tribunales eclesiásticos, que juntamente niegan ya la futura posibilidad de nuevo matrimonio sacramental, basados en la incapacidad psicológica para un compromiso serio. El problema no ha radicado en dificultades concretas de dos personas entre sí, sino en la incapacidad para todo nuevo intento. Lo que falla es “el sujeto”].
             Los apóstoles fueron los primeros en extrañarse del veredicto de Jesús y comentaron que –con las cosas así- lo mejor es no casarse. Jesús no corrigió ni una letra de lo que había dicho en público, y lo ratificó palabra por palabra.
             San Mateo, sin embargo, añade una posterior explicación. “No todos son capaces de entender esta palabra”… Habla de aquella figura existente del eunuco o persona nula para el matrimonio. Y dice que los hay que son así desde el nacimiento. Otros han sido privados de su capacidad por otros semejantes. Lo que podría también entenderse de la propia psicología que los hace inhábiles. Una persona radicalmente egoísta, una que vive un egocentrismo patológico, o quien es incapaz de dejar las faldas maternas (y como éstos, tantísimas anormalidades de la personalidad en equilibrio), NO ESTÁ CAPACITADA para el matrimonio. Es un eunuco y no por naturaleza, sino por realidades propias.
             Pero Jesús da una tercera posibilidad: quien a sí mismo y de forma libre y voluntaria se queda eunuco. Por lo general se quiere aplicar sólo al célibe voluntario, con una casi exclusividad al que se consagra a Dios de por vida. Pero por el Reino de los Cielos no indica solamente al “profeso religioso”. También el caso de quien elige permanecer soltero por alguna razón de orden superior (de atención a otros, de servicios sociales…, etc.). Y aquí habría que pensar que Jesús se refería –dado el contexto en que lo recoge San Mateo- al “separado” que ha llegado a ello por imposibilidad de convivencia, pero sabe que su lazo primer permanece y por tanto opta a esta forma de vida “separada”.

             Por supuesto que hablar así en la sociedad actual es estar hablando en tagalo o en chino mandarín. Pero yo me he quedado con el evangelio que hoy comento, y no he añadido ni quitado a la palabra misma de Jesús.

1 comentario:

  1. José Andrés.11:26 a. m.

    Sí señor. Esto es hablar claro. No es frecuente escuchar, sobre este tema tan peliagudo, una presentación tan clara. Gracias Padre.

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