martes, 1 de octubre de 2013

EL ESPÍRITU DE CRISTO

1 octubre. Siguen “los importantes”

Por lo pronto es importante que el
-         Jueves 3 comienza el AULA ARRUPE a las 8 de la tarde con el especialista en Biblia, P. José Luis Sicre S.I., y el tema” JESÚS Y LOS PROFETAS”. Un manera de saber ensamblar el Antiguo y el Nuevo Testamento-
-         El DÍA 4 ES PRIMER VIERNES y –a las 5 y media de la tarde- se inaugura el curso de esta obra tan querida por el Papa, a la que están invitados todos, porque no es un grupo cerrado.
-         Ese mismo día, a las 8, en el Salón de Actos, se hace la inscripción de los nuevos grupos que quieren iniciar la EXPERIENCIA DE DIOS, obra que lleva sus etapas y está siendo un peldaño esencial en la eficacia de los Ejercicios Espirituales.
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             Estamos bajo la pregunta de los apóstoles sobre quién es el más importante…, esa pregunta pueril y casi “enfermiza” de aquellos hombres que con tanta facilidad escurrían el bulto de la enseñanza seria y densa de Jesús. Y ya vimos ayer los malos celos de Juan que pretendió impedir a uno hacer la obra de Jesús y en nombre de Jesús, solamente porque “no era de los nuestros”.  Jesús acaró pacientemente que lo que es bueno es bueno, venga de donde venga. Y lo que no está en contra, juega a favor. Y todo lo demás son minucias sin valor, también vengan de donde vengan.
             Hoy –[Lc 9, 51-56]- volvemos a encontrarnos con Juan…, el niñito barbilampiño y dulce de la iconografía, al que Jesús –sin embargo- le había llamado “hijo del trueno”, precisamente porque lo conocía bien.
             Venía el grupo de Jesús desde Galilea en dirección a Judea (del norte al sur de Palestina). En medio, la cismática Samaria, la díscola, la hostil. Había que pasar por ella. Y lo normal era pasar. Pero ¡mire por dónde en esta ocasión una aldea de samaritanos no permite pasar al Grupo!  Descubiertos por su atuendo diferente, más a lo judío, aquel día se le cruzaron los cables a aquellos samaritanos. Y Juan (que ha olvidado –demasiado quién es EL MÁS IMPORTANTE), se le va el gas…, se le dispara “el trueno” y se vuelve muy indignado a Jesús para preguntarle si pueden pedir a Dios que caiga fuego del cielo que abrase a aquellos aldeanos.
             Me figuro a Jesús casi haciéndose cruces al oír a Juan… ¿Tan pronto se le ha olvidado que lo “importante”  es tener corazón de niño y no venganzas de odio? Y se me antoja que hubo en Jesús dos reacciones espontáneas simultáneamente: una primera de disgusto profundo en su alma al ver lo poco que atendían sus amigos las enseñanzas que les daba. Lo pronto que se les iba el gas, y tan carentes de madurez como para explotar tan pronto ante un hecho nimio.  La otra reacción que me imagino con regusto es aquella mirada que escapaba entre una sonrisa de sus labios, al ver a un hombre hecho y derecho con los estribos perdidos…, con aquella chiquillada tan fuera de lugar.
             Jesús respondió una expresión que muy bien encierra doble sentido: No sabéis de qué espíritu sois. No habéis aprendido ni siquiera eso… Andáis con vuestras maneras violentas y no sabéis poner serenidad ante una adversidad. Reaccionáis violentos en vez de imponer paz con vuestras buenas formas…  Es para reír ver a un tío tan grande con esa reacción…  Y la sonrisa de Jesús era quitaba veneno a la cosa y corregía a su apóstol con suavidad.
             Cabe mucha mayor profundidad en esa expresión: Juan era uno de los que estuvieron el Tabor… Escuchó la voz del Cielo que les enseñaba a escuchar a Jesús…, mientras la “Paloma del Espíritu” gravitaba sobre ellos. Lo que Jesús le estaría diciendo ahora es que se ha olvidado de escuchar… (y escuchar no es sólo OÍR, sino atender e incrustar en la vida personal). Ese ESPÍRITU es el que no viene para crear una recaída en el temor, la amenaza, la venganza, la violencia…, sino para sentir el amor que borbotea en el alma y lleva a llamar a Dios: PADRE.  Y ya les había enseñado que “Padre” no es la posesión individual sino lo que distingue como discípulos de Jesús: in PADRE DE TODOS QUE AMA POR IGUAL A TODOS Y NO EXCLUYE A NADIE, y que admite –porque Dios es MAYOR- la diversidad, la pluralidad. La posibilidad incluso de lo adverso…, sin que por eso deje Él de ser Dios.
             De verdad, no sabían aquellos hombres…, mi Juan había aprendido aún, de qué Espíritu sois.  Y entonces daba más pena de ellos que de los hostiles samaritanos (que al fin y al cabo eran oficialmente hostiles). ¡Pero vosotros…!  Jesús sonreía porque no era para menos ver a un hombre hecho y derecho queriendo matar moscas con cañones.  ¡Con lo fácil que era irse por otra aldea y pasar por allí sin obstáculo…!  ¿Y quería Juan fuego del cielo…?  Realmente estaba profundamente despistado. No había olido aún QUIÉN ES EL MÁS IMPORTANTE.

             Las cosas del Evangelio las vemos en unas regiones “altas” del cerebro. Por mucho que se expliquen, siempre se ven “en otro mundo”. Por eso voy a bajar a mis vecinos de la casa de enfrente… A ese matrimonio ya curtido y maduro que un día se enzarza en una discusión ridícula y arman la zapatiesta por una niñería que se hubiera solventado con una simple parada para pensar. ¡Qué ridículos quedan!  También ellos quieren en ese momento fuego del cielo y se les pasa por la mente auténticas burradas.
             Un jefe y su empleado. El empleado ha opinado distinto del jefe y éste se sube por las paredes, amenaza, grita, humilla al otro… ¿De qué espíritu es ese jefe?
             Un grupo cristiano que comulga la misma Eucaristía. Y uno por aquí y otro por allí están rompiendo la túnica inconsútil del ÚNICO SEÑOR, por unos dimes y diretes, por un tuyo y mío, por unos ridículos protagonismos de cualquier clase.  Y lo están viendo los otros –ajenos a tanto infantilismo- y lo único que pueden pensar es si esos displicentes saben de qué espíritu son.  Porque desde luego ninguno de los violentos (en las múltiples formas de violencia) es del Espíritu de Cristo.
             El ESPÍRITU DE CRISTO es amable, ancho, comprensivo, de buen corazón, alejado de “los primeros puestos”, paciente, misericordioso, dispuesto a “volver a empezar”, maduro, sin prejuicios, sin escalafones, sin egoísmo, sin celos de nadie, sin protagonismos, de pecho descubierto, pacífico, limpio de corazón (y por tanto de juicios y palabras), capaz de vivir con los otros sumando, leal, amante de la verdad completa, buscando la gloria de Dios y el agrado de Dios (sobre toda otra cosa)…

             ¡Y lo que podría seguirse diciendo!

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