martes, 8 de octubre de 2013

8 ocbre.- MARTA Y MARÍA

LA AMISTAD
             Lc 10, 38-42 nos saca un suceso que no aparece en ningún otro evangelista. Una casa, sin lugar geográfico, salvo que e en una aldea. Dos moradoras: Marta, que debe ser la mayor, porque ella es la que recibe en su casa. Y otra mujer, María [nada que ver con Magdalena], hermana de Marta. Dos caracteres muy definidos por el relato. Marta es la mujer que tiene que estar haciendo cosas, hasta con nerviosamente. María aparece como más sosegada, en ese aspecto de la actividad. Y capaz de dejar de “hacer cosas” si hay una razón más gratificante.
             A esta aldea y a esta casa llega Jesús. Y es evidente que llega como a “su casa”, y que lo tratan como “en su casa”. Sencillamente: hay una amistad, y tanto las anfitrionas como “el huésped” tienen entre sí una sintonía y una preciosa espontaneidad.
             Llega Jesús y tras los lógicos saludos y el ofrecimiento de agua para los pies cansados, Marta la emprende en un continuado ajetreo, que para ella es el modo de “hacer la visita” al amigo.  Y –como interpretan algunos comentaristas- se desata en querer preparar comiditas para ofrecer a Jesús una variedad casi festiva. Y “Marta se multiplicaba para dar abasto con el servicio”.
             María “hace la visita” de una manera muy diferente. Podría coger el ritmo de Marta… Pero opta por quedarse –como discípula- a los pies de Jesús, su Señor, “escuchando su palabra”.  Y, por su parte, Jesús estaba viendo el nerviosismo de Marta en su ir y venir, y hablaba a María, y respondía a sus preguntas, o bien Él le contaba parábolas, de modo que María estaba embobada escuchando al amigo.
             Pero Marta se incomoda y –con la confianza evidente que tienen los tres- se planta ante Jesús y le llama la atención: ¿No te importa que mi hermana me haya dejado sola con el servicio?  Dile que me eche una mano.
             Se me vienen a la mente las muchísimas personas buenas y religiosas que “no tienen tiempo” para una vida espiritual sosegada y reflexiva…, porque tienen “muchas cosas que hacer”. Y pienso que en algún porcentaje será verdad que no tienen tiempo material.  Pero pienso ¡cuántas ocupaciones que no son necesarias, o con qué facilidad “se emborracha” una persona –hombre o mujer- con “sus ocupaciones”, y nunca les queda tiempo para esa necesidad que es sosegar el espíritu y cultivar el alma. Pienso qué poco se fomenta la amistad entre personas, porque todos andamos con prisa…
             Marta había comprometido a Jesús con dos temas: su soledad para sacar adelante tantas cosas; la pachorra de María que se estaba allí a los pies, escuchando, en vez de ayudarle a ella…  Jesús no tiene más remedio que responder. Y con el cariño y confianza de aquella amistad, le dice a Marta, con doble llamada: Marta, Marta, estás inquieta y nerviosa con tantas cosas; basta con una [dicen esos comentaristas: con un plato hay bastante].  Sea lo que sea, es para examinar los términos de la respuesta: una doble llamada a Marta por su nombre.  Un tono que bien podemos imaginar de cariño y de advertencia… Una constatación: estás inquieta y nerviosa… Algo que no te facilita el sosiego necesario; algo que te tensa más y más cada vez;  algo que lleva su parte de “molestia” por ver a su hermana que no le ayuda… “Inquieta y nerviosa” no es el mejor medio ni de hacer la visita a Jesús, ni de estar uno a gusto consigo mismo. Ni de saber ponerse en el lugar del otro. Se pierde objetividad. Hay ofuscación.
             Por eso “con una cosa basta”…, que bien valdría decir: lo necesario, nada más. No querer llevar la vida propia y de los otros por delante. Y supuesto todo eso, ahora la conclusión: María ha elegido una parte buena, y no se la voy a quitar.  No es reproche a Marta, aunque ya le ha advertido que pare un poco el motor…  Es definir que la persona que dedica una parte de su tiempo a estar a los pies de Jesús, escuchándolo, ha elegido una parte buena y no será Jesús quien se la impida.  A lo mejor Marta podría haber estado también un rato escuchando al amigo, y no por eso hubiera dejado de tener tiempo para hacer lo necesario. Y hasta, entonces, María también habría participado de escucha y servicio.
             Habría un amplio tema por tratar… La falta de conversación y trato de nuestra época. Falta de tiempo…, carencia de conversación que sea tal; limitación de vocabulario, egoísmos que encierran, despreocupación por el otro… ¿Puede decirse que hoy hay amistad? Hasta el uso ha modificado términos: mi colega; mi pareja, mi compañero sentimental…  Y ya oímos lo que esta gente habla en un autobús: voces, falta de enjundia, incapacidad para construir una frase…, cuando no es ese embarazoso silencio o esas voces que no vienen a qué.  Precisamente ¡la carencia de escuchar, de exponer, de intimar, de interesarse, de experimentar lo que es verdaderamente necesario…! Si Jesús apareciera entre nosotros y nos viera tan estresados que no descansan ni los niños (sobrecargados de obligaciones “extra”); ausentes los otros –aunque estén juntos- pero con el móvil entre el nervioso teclear de los dedos; las familias que difícilmente se juntan y se sienten juntas…, ¿no nos diría con cariño y dolor, que andamos inquietos y nerviosos…, y despistados con tantas cosas, mientras hemos dejado a un lado lo necesario?

             Que si hablamos de “los veteranos”: ¿no estamos matando la amistad con tantas ocupaciones…, y con tantos espantosos egoísmos? ¿No estamos construyendo castillos inexpugnables de insolidaridad? ¿No nos ahoga a uno mismo y a la convivencia el bochornoso egocentrismo que gastamos?  Doy fe de que es así. Y que el caso de Marta y María es para pensárselo.  Jesús acabó diciendo que Él no le iba a quitar a María aquella parte buena que ella había elegido. Materia para reflexionar.

1 comentario:

  1. José Antonio7:03 p. m.

    Es penoso ver como incluso entre nosotros creyentes, el "activismo" no deja tiempo para lo verdaderamente importante, al "estilo de María" (con Dios y con el prójimo del que ayer se hablaba). La sociedad valora la persona por la actividad y tal vez estemos cayendo en ese error de una agenda muy ocupada y un corazón "desocupado". El Evangelio de hoy debería hacernos reflexionar sobre la necesidad de elegir y optar por ese estilo de María, que no sinónimo de dejación de obligaciones ni pasividad.

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