martes, 15 de octubre de 2013

15 oct.: La sinceridad por delante

15 oct.: Santa Teresa de Jesús y sinceridad por delante.
             Fiesta litúrgica y –por tanto- con Lecturas propias. Una primera lectura [Ecclo 15, 1-6] acentuando la sabiduría (término bíblico de orden muy significativo en la dirección hacia a Dios…, o proveniente del mismo Dios). Se compone de sensatez, prudencia, confianza en Dios, firmeza… Y un nombre perdurable  (Con todo lo que ese “nombre” significa en el sentido espiritual). Y pasando al Evangelio [Mt 11, 25-30], la clave de toda sabiduría es conocer a Dios, “y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien Él se lo quiera revelar”.  Estamos en eso: cómo Jesús quiso revelar a Teresa al Padre, y como ella –con su nueva sabiduría- pudo escribir esas joyas descriptivas autobiográficas, o esos pozos sin fondo de sus manifestaciones místicas.  No cabe duda que Teresa había recibido esa gracia de la revelación de  Dios por parte de ese Cristo que le enamoró y por el que ella fue lo que fue.
             Sus escritos, de alto valor teológico, espiritual, descriptivo y místico, le llevaron a ser considerada Doctora de la Iglesia.

La lectura continua   (Lc 11, 17-41]
                                                           Habría momentos en que no variaría mucho si se prescinde un día de la “lectura continua”.  Pero el capítulo 11 de Lucas forma un conjunto que es un todo, si se quiere entender en su contexto cada narración, aunque pudiera aparecer como relatos separados, como un mero mosaico variado de exposición de sucesos.
             Lucas no ha perdido el hilo desde que acusaron a Jesús de echar demonios con poder diabólico. Han sucedido reacciones, y ayer veíamos la misma reacción de Jesús, muy dolido. Hoy un fariseo invita a su mesa a Jesús, cuando Jesús había acabado de hablar. ¿Por qué aquella invitación? ¿Qué pretendía aquel fariseo, tras esas situaciones tan recientes?
             Ya puede intuirse que el fariseo no fue precisamente delicado con Jesús. No aparece ninguno de los signos propios de recepción del huésped, cuando esos detalles de acogida eran tan normales. En cambio sí está pendiente el fariseo de que Jesús se dispone a comer y no hace los lavados rituales para la comida, ni limpia por fuera la copa y el plato. Todo eso era no mera higiene, sino “ritual religioso”…, obligación “de conciencia”.  ¡Y Jesús no lo hizo!  Y se sintió observado y juzgado por los comensales y por el mismo anfitrión!
             Jesús no se deja dominar por el respeto humano, y no se calla por el hecho de estar allí como invitado.  No se queja de los detalles que no tuvieron con Él.  Pero se queja de la hipocresía de aquellos hombres, y se lo dice:  vosotros limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro rebosáis de robos y maldades.  Jesús va al grano. Con Él no va la mentira, la apariencia, lo ritual… Lo de fuera puede estar brillante, pero ¿y dentro?, ¿y el corazón?, ¿y los sentimientos, los juicios…?  Ahí está el meollo de la enseñanza de Jesús. Basta ir a los capítulos 5, 6 y 7 de San Mateo para ver que Jesús está haciendo aflorar todo lo oculto –lo íntimo de la persona-, frente a la apariencia de las bondades externas.
             Lo de fuera es muy fácil de presentar con brillo…, y además darle ellos un sentido “espiritual” ritual. Pero todo eso es falso si no entramos en las bases mismas del corazón: nuestras miradas “a bote pronto”; nuestros enjuiciamientos rápidos, nuestros juicios desde ese fondo sucio nuestro, las palabras que brotan instintivas… Todo eso interno es el verdadero retrato de la persona. Lo de fuera puede ser un reflejo…, pero también puede ser una hipocresía, un aparentar, una falsa bondad.
             Por supuesto que esta mañana ya he orado largamente sobre esa realidad en mí. Y ahora proyectaría hacia afuera porque debe ayudar a otros. No lanzo dardos (que serían un boomerang contra mí mismo), sino tiendo puentes de sinceridad de cada cual.  Todos nos consideramos buenos (y por eso somos como somos y nos mantenemos siendo así). ¿Está limpio el corazón? Cuánto hacemos, omitimos, hablamos, corregimos o enseñamos, ¿es realmente salido de la limpieza de un corazón, libre de prejuicios, de celos, de orgullos personales, de complejos? En palabras de Pablo: ¿Cuánto hablamos o hacemos está hecho a pura gloria de Dios?
             Jesús transigió con todo y con todos. ¡Menos con la hipocresía!, la apariencia falsa que engendra mentira y se pone caretas para disimular el verdadero rostro.
             Y ahora sería el momento de entrar en esa revisión de vida…, de los entresijos hondos que mueven nuestra vida, nuestra religiosidad, nuestra “verdad”, nuestro sentido de hermandad, asociación, comunidad, “colectivo”, familia, relación hacia afuera… Cada uno empezaríamos por la mirada a ese peculiar pozo personal que es nuestro propio corazón…, nuestras intenciones, nuestros sentimientos.  Luego puede ser bueno mirar cómo nos proyectamos…, si “a pecho descubierto” o con la “careta” de turno para hacer “nuestra representación cómica”.  ¿O a lo peor…, la llevamos puesta?  O nuestra satisfacción es que tenemos bien lavada la cara y no hay maquillaje alguno que disimule lo que verdaderamente somos cada uno.

             Un aspecto que resaltan los escritos de Santa Teresa es su sinceridad. Teresa de Jesús es la que ella misma retrata. Ese es su magisterio espiritual.

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