viernes, 25 de octubre de 2013

25 oct.: Signos y Camino...

25 oct.: Saber “leer” los SIGNOS
             Hoy he recurrido a un comentario porque sé que hay una continuidad en el pensamiento de Lucas, pero estamos caminando los últimos días con apariencia de “saltos”. El comentarista ve en el evangelio de ayer –el fuego para que arda el mundo”…, “la guerra” que se opone a la paz del orate (carente de entendimiento y reacciones), van más dirigidos a sus apóstoles. No es simplemente el fuego del entusiasmo, de ardiente entrega a causa del reino de Dios, sino el fuego de la discordia: Jesús desea ya que empiece la lucha, porque esa es su misión y para eso ha venido. Significa que –a pesar de todo- “la gente” aún no se ha movido, y Él quiere que empiece ya a ponerse en movimiento.  Él es el que se mete en ella yendo delante. Pero esa ida de avanzadilla supone sacrificio para Él y para quienes le sigan. 
Por eso, ahora se dirige al pueblo, a los oyentes que se vienen a Él. Y les dice que no quiere aquí hablar de paz (su PAZ es otra) sino de la guerra, la división, porque el mundo (las formas del mundo) se han hecho enemigas de Dios, y eso empuja a cada cual a decidirse por Dios o contra Dios. De ahí las divisiones en la, misma familia…

Y cuando ahora –en el evangelio de hoy (Lc 12, 54-59) se va a hablar de los signos externos, está totalmente dentro del mismo discurso de ayer. Somos muy capaces de barruntar lo que va a suceder en cosas materiales y humanas. Tenemos “olfato” de fututo…: va a suceder tal cosa  Allí habla Jesús de algo tan natural como el aspecto del, cielo. ¡Y acertáis!  Entonces, ¿cómo es que no barruntáis la llegada de la novedad del tiempo mesiánico, siendo así que tenéis tantísimos signos para poder colegir que ya ha llegado?  Pretende Jesús que tengamos criterio, “capacidad crítica para descubrir un tiempo nuevo, y –por tanto- unas necesidades nuevas, unas exigencias nuevas.
Esto es lo que está hablándoles a las gentes de a pie. No hace falta haber estudiado teología para tener ese olfato interior que le descubre a cada uno que su actitud, su modo de estar, su manera de vivir, su forma de enjuiciar, sus reacciones…, deben entrar en la “criba” de los signos evangélicos… Que ya no se es “bueno” por rezar, dar limosna, ofrecer Misas… Que los signos del tiempo presente piden una capacidad crítica, sin escudos de autodefensa, para afrontar la realidad que tenemos por delante.  No cabe la menor duda que el Papa se ha lanzado a la piscina con decisión, y que está incitando a hacerlo. Porque él ha concluido claramente que el tiempo se ha cumplido ya.
A la vez, la gran humanidad de Jesús añade una explicación que va con lo anterior…: cuando alguien te pone pleito, y vais ya camino del tribunal, procura avenirte por el camino con tu adversario…, que más te vale que llegar al final, con tantas imprevistas consecuencias.  Es precisamente un nodo de echar un cable a aquella gente, sabiendo que los cambios profundos de la vida no se dan como el que le da a un interruptor y se hace la, luz.  Hay un camino… Hay que dialogar [oración que busca la voluntad y los gustos de Dios], cuestionarse a sí mismo las “seguridades” [saber dudar, porque ninguno tenemos la verdad absoluta], contar con la lucha [si quieres de verdad LA PAZ]…  Todo eso se puede ir resolviendo en el día a día, con la buena fe y la sincera honradez de quien reconoce y acepta que aún le queda para llegar.  Y en ese trayecto de la vida, ir encontrando el punto en que los signos vayan suscitando posibilidades que yo tengo delante. [Los signos no tienen que venir “del Cielo” con un angelito rubio. ¡Cuántas veces el signo surge en una discusión, en que el interlocutor echa mano de lo que puede picarle al otro…,pero le está diciendo la impresión mala que le produce! ¡Cuántas veces el signo viene de un amigo que –por serlo- advierte al otro amigo!  El signo puede surgir viendo una película, o yendo por la calle. El tema es si somos capaces de “traducir esos signos”, o por el contrario ponemos “el mosquitero” para que “no nos molesten”.

Una vez más, y aprovechando ese símil de “mientras vais de camino”, mi recomendación es que sepamos tener mucha paciencia y no pretender solucionarlo todo…, que es la manera de no solucionar nada.  Ni caer en la estupidez de que “no tengo que cambiar nada” porque lo evidente es que hay que modificar “algo”. ¿Por qué no señalarse un “pequeño algo” como objetivo de “un trecho del camino” en que se puedan ir haciendo paces con el adversario?  Y no me refiero al pasteleo de “la mitad para ti, la mitad para mí”.  En el “camino” avanzamos hacia el tribunal, y hemos de ser muy honrados para buscar una solución justa…, que es la que a mí me va a ir haciendo JUSTO, con esa Justicia que imita y reproduce la de Dios, que es el totalmente SANTO, el plenamente VERDADERO. Ahí está el punto para contrastar –por “el camino”- mi propia vida…, barruntando en los signos del tiempo presente que hay un camino por recorrer. Ni por “sabios”, ni por “mayores”, ni “por jóvenes”…, tenemos ya el camino hecho…, ¡pero ni conocido del todo!  La labor que Jesús nos pone delante es muy humana…, y muy sinceramente CRISTIANA (al modo de Cristo).

1 comentario:

  1. Anónimo8:16 a. m.

    El otro día me contaban que alguien dio un testimonio en radio María de como una familia entera que solía ir a la Iglesia, terminó por hacerse atea. Sólo uno de sus miembros tiempo después, regresó. Podemos culpar a la familia, o podemos mirarlo más bien desde el prisma que nos ofrece esta reflexión del P. Cantero. Yo me decanto por la segunda opción. De hecho, aquí estoy yo, a mis 42 años, después de casi diez intensos años de vida comprometida con la Iglesia, y jubilado para muchas cosas, tareas y actitudes en la Iglesia, en parte por voluntad propia, y en parte empujado por las circunstancias que movieron mi voluntad en una dirección concreta, lo cual no deja de ser una pena, y ya me lo dice a menudo mi madre. Pero esa es la realidad, y mientras muchos no vea n , seguirá sucediendo. Y el problema, es que el tiempo se acaba, y lo que se pierde por el camino, luego no se puede recuperar, al igual que en un campo de batalla, mueren muchos inocentes, simplemente porque pasaban por allí y les alcanzó la bala, a veces porque el que tenía al lado no se percató y no le cubrió el flanco.

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