lunes, 7 de octubre de 2013

EL PRÓJIMO

7 octbr.: Nuestra Señora del Rosario
             Hoy es un día muy señalado para la amplia Orden Dominicana. El Rosario tiene cuna en ella, y es proyectado al mundo como modo de orar sencillo, agradable a la Virgen, y germen y escuela de almas de oración, que hallaron en esa práctica religiosa su alimento espiritual.
             No soy ajeno a los aires de fiesta  de este día, en que fui incorporado a la Compañía de Jesús hace ya…  Un donde Dios, un beso de María, y como una evocación de mi padre, que fue el paladín del rezo del Santo Rosario en nuestra vida de familia.

             Don Ginés  R. García Beltrán es el Obispo actual de Guadix. En sus intervenciones periódicas en “Alborada” –breves minutos de reflexión que ofrece Radio Nacional- tiene chispazos interesantes que enriquecen muchas interpretaciones del Evangelio. Y como hoy se ha encontrado con Lc 10, 25-37, ha hecho un comentario que enciende un matiz en la conclusión del texto.  Vayamos por partes.
             Empezamos por el doctor de la ley que viene a preguntar a Jesús una pregunta muy simple; diríamos que innecesaria. Pero lo hace –dice el evangelista- para poner a prueba a Jesús. Como la casta farisaica estaba tan reñida con todo lo que pudiera venir de Jesús, el doctor de la Ley quiere comprobar si Jesús está en la ortodoxia de la doctrina. Y le hace una pregunta de niño: Maestro: ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?  Jesús le devuelve la simpleza y pregunta Él al doctor: ¿Qué lees en la Ley?  Y el doctor responde lo que estaba en su mente de niño y en sus responsabilidades de mayor: Amarás al Señor tu Dios con todo el corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.
             Jesús se limita a decirle: Haz esto y tendrán vida.
             Es evidente que el letrado se sintió ridículo porque había venido con una “trampa” para Jesús en la que él mismo había caído. Y de alguna manera había que salir de allí. Entonces pregunta: ¿Y quién es mi prójimo?
             Ahí es donde Jesus tiene su terreno…, donde el doctor tendrá que retorcerse su mentalidad.  Jesús no le define al “prójimo”.  Jesús era poco amigo de conceptos mentales. Y se lo explicó con una parábola que, en realidad echaba chispas. Un hombre es atacado por ladrones en pleno camino. Nadie alrededor. Nadie le puede socorrer. Los ladrones le roban, le apalean y le dejan medio muerto.  Y ahora viene la intencionalidad de Jesús: Acertó a pasar por el lugar un sacerdote. Vio de lejos al caído…, y dio un rodeo y se marchó.  Y viene más tarde un levita (servidor del Templo) y hace lo mismo.  Para saber más el sentido de esas “huidas” del lugar del suceso hay que tener en cuenta que los que iban a servir al altar, quedaban impurificados (y no podían servirlo) si tocaban un cadáver. Ellos, de lejos, no saben si aquel desgraciado del camino está muerto o vivo. Para ellos vale más su servicio al altar que acudir a una necesidad (que puede ser vital).  [Ya bastaba con ese “dibujo” para que Jesús le preguntara: ¿quién es el prójimo?  Pero Jesús llevó el “cuadro a unos trazos mucho más fuertes]. Quien baja ahora es un samaritano (despreciable para los judíos y tanto más para los defensores de la Ley);  un hombre que viene a hacer sus negocios… Pero que ante el caído en el camino, deja de pensar en lo suyo y se va directo al pobre herido. Le presta primeros auxilios desinfestándole y suavizando sus heridas con aceite y vino (su aceite y su vino, que podían ser parte de su mercancía). Y luego lo sube a su propia cabalgadura, lo traslada a la posada. Allí sigue cuidándolo. Y como necesita irse, encarga al posadero, le adelanta dinero y le dice que si gastara algo de más, se lo pagará al regreso.
             Bien se ve que Jesús utilizó pinceles finísimos para perfeccionar el cuadro.  El doctor tragaba saliva porque le estaba dando Jesús donde más le dolía a su autosuficiencia de doctor judío. Pero Jesús acabó el cuadro siendo Él quien preguntaba al doctor: ¿Quién crees tú  que se portó como prójimo?  Más saliva tenía que tragar el doctor que había venido a “probar a Jesús”… Tendría que haber respondido una palabra abominable para él: ¡el samaritano! Y la eludió. Aunque daba igual, y casi que la mejoró al expresar el fondo de la cuestión: El que practicó la misericordia con el herido. Jesús se limitó a decirle: Anda; haz tú lo mismo.  [Ya llevaba bastante con tener que hacer lo que un samaritano había hecho, y que servía de modelo…]
             Don Ginés se fijaba expresamente en que “el prójimo” no era el herido, como normalmente se puede aplicar. El PRÓJIMO era el samaritano. Él fue quien se hizo próximo, cercano, inmediato.  Él fue quien acudió como la sangre a la herida. Él no preguntó quién era, de qué casta era… Él sintió el instinto natural de ser PRÓXIMO a la necesidad de quien estaba herido. Y todo su ser se puso en movimiento, y todas sus capacidades, y su mismo dinero y tiempo.  Él fue PRÓJIMO.
             La palabra final de Jesús es muy escueta: “Anda, y haz tú lo mismo”.


             Hablamos naturalmente para inteligentes. No valdría sacar la conclusión del metomentodo al que le faltara la sindéresis de la razón y anduviera con las narices en medio de cualquier situación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!