sábado, 26 de octubre de 2013

26 oct.: Hacer camino

26 oct.: EL MAL realidad y problema
             Jesús  se planteó –en su modo- lo que nosotros ahora llamamos: el problema del mal. Una triste realidad que existe, y que es –en sí- insoluble. Pero la que Jesús quiso dejar claro que ni venía de Dios, ni la quería Dios.
             Se corta el discurso de todo este tiempo, en el que San Lucas ha ido desarrollando una catequesis magnífica de la verdad y la honradez, frente a la hipocresía y la falsía. Han sido dos capítulos [11 y 12], concatenados y aleccionadores].
             En 13, 1-9 surge unos que vienen a contar un trágico suceso que ha ocurrido, y con culpas humanas: Pilato ha sacrificado a varios galileos, que ofrecían sacrificios…, y ha mezclado la sangre de los animales con la de ellos, que los ofrecían.
             Jesús se vuelve a su audiencia y les dice: ¿Creéis que esos eran peores que otros, y por eso les ha ocurrido esa desgracia?  Se responde a sí mismo: -Os digo que no.  El sacrificio de esos galileos ha venido por una causa humana…, por una decisión civil…, por los motivos últimos que Jesús desconocía. Pero ahora, aprovechando la circunstancia, Jesús estimula a sus oyentes a obrar bien, porque obrando mal pueden tener peores males que los ocurridos a los galileos.  Lo de los galileos ha ocurrido. Ellos no eran más culpables.  Pero si fuéramos a hablar de culpas, ahí cada uno tenéis que cuidar vuestra vida para vivirla recta y ser honrados ante Dios y ante los demás.  Jesús ha aprovechado la ocasión para excitar a la conversión. En ella está el punto verdadero de cada cual.
             Nuevamente se pone Jesús ante otro suceso que podríamos llamar más impersonal.  La torre de Siloé se desploma un día y coge debajo a 18 personas, que murieron en el acto.  Aquí no hay culpa de nadie. Aquí ha jugado mala pasada la casualidad de esos 18 que estaban allí o caminaban por allí.  - ¿Pensáis que esos 18 eran peores que otros y por eso les ocurrió a ellos?  - Os digo que no.  Vuelve Jesús a dejar claro que las desgracias no tienen que ver con la maldad o la bondad. Suceden y han sucedido. No eran peores. No han sido víctimas de sus pecados. Han sido víctimas del azar, de la mala suerte, al coincidir su paso por allí en el momento en que la torre se cayó.
             Pero Jesús aprovecha para advertir que le puede pasar a cualquiera, porque una desgracia ocurre cuando ocurre. Pero ya sería distinto si vosotros no os examináis y no os convertís. Ahí ya depende de vosotros, y sois vosotros los responsables de vuestra propia vida y futuro. Y lo que pasa a quienes viendo, no se convierten, es peor y más lamentable que lo de la torre aquella.
             Pero Jesús no deja así la cosa. Como decía ayer, Jesús hace camino para antes de que podamos “ser entregados al juez, alguacil, carcelero…” Hay camino y por el camino caben muchas cosas.  Y Jesús da ejemplo de lo que es “hacer camino”. Recurre a la parábola, como su mejor arma para expresar caminos y sentimientos.
             Un dueño de un campo tenía una viña hermosa (símbolo de la prosperidad de un familia judía). Y en la viña, una higuera (también típico del bienestar). Vino a la higuera y se encontró que no tenía higos. “Haciendo camino” le dice al labrador que la corte, porque está chupando jugo y haciendo daño a otras plantas. ¿Para qué seguir ahí si no da fruto?
             La ventaja del “camino” es que nada está hecho ni urge de pronto cortar la higuera. Más aún: el labrador es siempre un enamorado de sus plantas. Para él, ni la higuera –aun estéril- le estorbaba. Y entonces le propone al dueño una especie de trato: Déjala todavía un año; yo le voy a dedicar más tiempo; la voy a regar, a abonar, a cuidar… Si en este año no da fruto, la cortarás. [Imagino cómo sería la conversación al cabo del año…]
             A través de eso ha explicado Jesús que Dios no es el que mete la guadaña a la primera de cambio, ni el que deja que otros la metan… ¡Qué Dios no es autor del mal!..., aunque el mal exista. Y que “el mal moral”, en que la persona ha de cambiar y ha de dar fruto, tampoco es cuestión de prisas ni miedos.  Hay que “hacer camino” y aprovechar ese caminar junto a Dios para que se vayan resolviendo tantas higueras que no dan el fruto necesario… La paciencia de Dios es infinita. Pero la persona ha de aprovechar “su camino” para cuidar, regar, abonar…, para que esa “su higuera” responda a las expectativas del Dueño. A más cultivo, más se alejará el momento de ir al tribunal, al juez, al alguacil, al carcelero”, a que lo que tiene remedio, se le busque y se alcance el final gozoso.
             Del “problema del mal”, ni Jesús ha podido dar respuesta. Ha dejado claro que no se padece el mal ni por buenos ni por malos. Ni Dios lo hace ni lo quiere. La naturaleza de las cosas y las personas es la que es, y el mal sucede. Distinto es –a eso sí apunta Jesús- que ante las circunstancias de mal que puede ir viniendo, sirvan a las personas sensatas para preguntarse: Qué puedo yo aprender de esto… Incluso ya desde la fe: ¿Qué me quiere enseñar el Señor, a partir de esas realidades penosas que suceden o me suceden?  Porque lo que es importante al final de todo, es “hacer camino” provechoso, y aún de los mismos males, saber sacar bienes.  Esto lo consiguen los inteligentes y las personas que tienen una arraigada fe.

             No renunciamos ni a lo uno ni a lo otro.  Que eso es hacer camino…

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