jueves, 17 de octubre de 2013

17 oct.: Bajando a la arena

17 oct.: San Ignacio de Antioquía
             San Ignacio de Antioquía es uno de los santos de más trascendencia en la historia del cristianismo porque entronca directamente con los apóstoles a través de San Papías. De ahí que sea un santo que recoge de primera mano los escritos de los evangelistas y el recuerdo y tradición de discípulos directos del Señor. Sus escritos rezuman un sabor peculiar, de modo que muy bien podrían ser continuación de las propias cartas de San Pablo.

             A veces decimos: “Si Fulanito levantara la cabeza..? Nosotros podemos decir con toda propiedad: Si Jesús vivo, como es, se pusiera HOY delante de mí… Es que tenemos el gran peligro de leer evangelios como el de Lc 11, 47-54, como si tuviéramos delante a un Jesús airado, despechado, echando en cara…, y hasta nos sienta mal. Este evangelio quedaría entre los “no-bonitos”. Y lo que me pregunto es si lo que no nos gusta es que nos toca de lleno, y solemos preferir relatos “dulces” a que el evangelio nos ponga delante el espejo.  Digo “el evangelio” pero quiero decir: Si Jesús se pusiera ahora mismo delante de mí…, mi mirara fijamente a los ojos, y me hiciera que mis ojos se pararan fijamente en los suyos, ¿cómo me resultaría esa mirada?
             Lo voy a enmarcar en su contexto real.  Los fariseos eran hombres religiosos, muy religiosos, extremadamente “religiosos”. Muy conocedores de la Ley (de ahí salían los “doctores de la ley” = escribas), y muy al pie de la letra. Eso sí: mientras no les interesara cambiar algo…, o no se fuera desviando alguna cosa en su paso de padres a hijos…, con su fondo de conveniencias de casta.  Hasta llegar a “anular el mandamiento de Dios por seguir sus propias tradiciones”. Al final, de puro “religiosos” habían manipulado la religión, habían acomodado la religión a sus propias ideas. Y como en toda persona “muy religiosa” habían ido mucho más lejos que lo que correspondía: de esa manera en un sábado no se podía hacer nada, ni siquiera el bien de curar a un enfermo, aunque no supusiera ningún tipo de “trabajo” físico.
             Y eso, o se aceptaba tal como ellos lo concibieron y deformaron, o se expulsaba de la sinagoga y se tenía por indignos y pecadores a quien dijera o hiciera lo contrario.
             Jesús, el hombre de LA VERDAD, el inmanipulable e insobornable, el que sencillamente miraba a Dios y hacía las cosas que agradaban a Dios…, les vino “muy gordo”. La persecución constante contra Jesús fue la consecuencia de que Jesús quiso que la Ley de Dios y la voluntad de Dios estuviera sobre los caprichos o “las piedades” humanas. Y eso es lo que no le perdonaron, tanto más cuanto que veían que la gente normal asentía y se admiraba y se ponía de parte de Jesús.
             Por tanto, los fariseos eran “muy religiosos”, “a su manera”.
             Y me encuentro con los ojos de Jesús fijos en mí… Me está penetrando hasta el fondo. Él sabe cuál es mi verdad y cuáles mis disimulos, mis engaños, mis componendas “espirituales”, mis obras hacia afuera… Si yo me dejara penetrar por esa mirada, entendería facilísimamente esos “ayes” de dolor que pronunció un día ante el mundo farisaico…, y que podría repetir otra vez ante mí.
             Hagamos otra pirueta. Quien me ve a diario son las personas que tengo a mi vera a diario. Las cosas van sucediendo hasta que un día –en un arrebato de genio (o mala educación)- me sueltan a bocajarro lo que piensan. Y me dicen una serie de cosas mías que yo ni había reparado en ellas. Me las echan en cara como ofensa… ¿Y si esas mismas cosas me las estuviera diciendo Jesús, mirándome con todo su amor, pero con toda su verdad?  ¡A lo peor era verdad una buena parte de lo que me ha echado encima aquel compañero irritado!  Ahora puedo hacer como los fariseos: ir directamente a atacar a Jesús…, conseguir que Jesús salga huyendo y se retire “a la otra orilla”…, o ser yo verdaderamente leal conmigo (y con los ojos de Jesús, que me miran), y analizo lo que me dijeron… Posiblemente hubo verdades, como hubo malentendidos, como hubo inútiles salivazos… Procede ser honrado y afrontar la situación, porque ese que “escupió”, también tuvo sus fundamentos…  Claro que me cabe la otra postura: dejat a Jesús con la palabra en la boca, justificar lo mío y seguir como estaba, con mis frases y formas engañosas.
             Ya es proverbial quien no ora porque no tiene tiempo. Sí sacará tiempo para hacer algo que le apetece.  Quien no lee el evangelio porque no lo entiende o porque no ve bien… Pero si no lee, nunca aprenderá…, o sí puede leer las revistas o el periódico. Quien no cambia nada suyo, “porque él es ASÍ”, pero no le pasa una al otro, al que critica por cualquier cosa. O quien no asiste a Misa porque no le dice nada, y naturalmente a muchas cosas que no entiende sí va porque les apetece…

             Sólo queda, ante estos evangelios que estamos teniendo, que dejarse mirar con sinceridad por parte de esos ojos de Jesús. Además de su misericordia, también lanza su “ay de vosotros”, y no tomar eso en cuenta es una manipulación indecente de la Verdad de Jesús. ¿Se explica que estemos tantos piadosos y religiosos cristianos, en tantas actividades públicas de la Iglesia, y que la sociedad no note para nada nuestra presencia, o nos esté echando fuera de juego para que no estorbemos el plan de erradicación de la fe que hay planeado en el mundo?

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