sábado, 28 de septiembre de 2013

Mesías..., pero...

28 spbre.- Mesías, cruz y temores
             Conectamos con el final de ayer. Simón declaró que Jesús es el Mesías de Dios.  Pero desde la idea mesiánica que rondaba en las mentes judías: mesías guerrero, poderoso, invencible, enviado de Dios y liberando al Pueblo de la invasión extranjera.  Precisamente Jesús se apresuró a decir qué Mesías era Él: uno que va a padecer mucho, desechado por los ancianos judíos, ejecutado…, y que resucitará al tercer día. Es evidente que los apóstoles quedaban tan desconcertados con lo primero, que nunca llegaban ni a barruntar las palabras finales.  Jesús era bien consciente de que aquello hombres no querían escuchar que el Mesías iba a padecer, y no se enteraban del final.
             Por eso en la continuación de ese evangelio de ayer, viene enlazado el de hoy: Meteos bien en la cabeza: al Hijo del hombre lo van a entregar en manos de los hombres.  El golpe para aquellos apóstoles es mortal. Porque no sólo les habla de padecer…, no sólo de los ancianos y sacerdotes judíos… (como venganza o celos domésticos) sino que va ser entregado precisamente a los enemigos fundamentales que eran los invasores extranjeros. Realmente era para perder la cabeza.  Sencillamente no entendían…, no cogían el sentido…  Querrían comprender que era “una parábola”; no una realidad.  Pero no entendían que aquello pudiera referir una realidad.  Y al mismo tiempo se habían quedado tan de piedra y tan temerosos, que no se atrevían a preguntarle.  Es que si preguntan y la cosa se clarifica en ese sentido que ellos no quieren ni escuchar, es mucho peor. Y optan por callar como si callando pudieran ocultar y suprimir esa realidad.

             Gran foto de la vida. Pensar en Jesús como caramelo del espíritu es siempre un regalo. Jesús, que hace milagros y saca de apuros, es una delicia. Jesús de corazón todo misericordia, es un consuelo. Jesús meditado o Comulgar con Jesús, una emocionada devoción. Hasta ahí es muy apetecible “el mesías”. Pero cuando Jesús advierte que hay que padecer…, que la cruz es una realidad y que hay que tomarla…, que cada cual tiene que pulir (y hasta negar) muchos aspectos de su vida, y saber perder todo para que pueda entrar Cristo…, es ya un lenguaje “que no entendemos y que nos da miedo preguntar”.  Mientras es “lenguaje”…, pase: se medita y se hacen películas de santidad.  Pero luego entra la realidad y el golpe te lo da la persona en la que más esperabas. La cruz te viene porque te echaron la zancadilla y te quedaste a las puertas de un puesto de trabajo que necesitabas… Estabas pletórico de energías y el médico te detecta “un tumorcillo”.  El hijo o la hija se te van de la casa. El jefe te pospone y sitúa a otro en tu mesa de trabajo de tantos años… Los problemas económicos tensan la relación de la pareja… (Nada mejor que escribir aquí cada uno SU CRUZ…, esa con la que se ha encontrado…, a la que no había sabido ponerle nombre, pero en realidad es que el Mesías tenía que padecer, y el discípulo no es más que su maestro.
             Por tanto: no busques culpables, no te escudes en justificaciones, no busques porqués… (salvo para lo que cada uno pueda corregir). Nacimos ya con la cruz puesta.  Y caminamos con ella por la vida. Temporadas y años pueden pasar sin que aparezca la punta del iceberg. Pero la cruz va ahí con cada uno: su cruz. Por tanto, no nos escandalicemos cuando sale a flote la realidad. No hagamos el avestruz como los apóstoles, como si no sabiendo y no preguntando va a ser mejor.  De todos modos está ahí.

             Pero también está ahí la frase con la que Jesús siempre acaba estos anuncios: pero al tercer día resucitará.  Retomemos ese final que se pierde de la vista cuando nos ofuscamos. Retomémoslo y mirémoslo de frente, porque es la gran realidad mesiánica:  Jesús no es un fracasado. El sufrimiento no es una desgracia. La humillación no es el final. El dolor no tiene la última palabra… Y no es que no existe el fracaso, el sufrimiento, la humillación, el dolor…  Es que ¡al tercer día resucitaré!  Se pasa por todo ese túnel que parece interminable y oscuro como boca de lobo.  Pero es sólo túnel.  Tiene final y es final triunfal y feliz.  El “Mesías” padece. Pero desemboca en su plenitud mesiánica de victoria: contra los enemigos, los invasores, los blasfemos, los torturadores, los sacerdotes judío, el gobernador romano…  Los “mesías” estamos también atraídos a una victoria total. También nosotros resucitaremos… Nuestro “tercer día” va a llegar.  Y tiene que llegar a “resurrección de victoria” (que San Pablo contrapone a “resurrección de condena”).

             RESUCITAREMOS, pero para resucitar hay que dejarse morir…, o aun dejarse matar (que hay muchas maneras para ello). Lo que hace falta es que AHORA, en este momento, seamos capaces de abrir las ventanas para que salgan de nuestras mentes y corazones los miasmas del egoísmo. [Mañana vendrá la liturgia del domingo a ponérnoslo claro]. Ventanas abiertas para que entre aire fresco…, otro aire (que no sea el viciado de “nuestra” habitación”. Ventanas abiertas al Evangelio porque sin evangelio cimentado sobre roca en nuestras almas, pocos pasos vamos a dar.  Que Jesús advirtió de la inconsistencia de “la casa que se edifica sobre arena”, que se hunde al menos embate.  ¡Materia tenemos para orar…!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡GRACIAS POR COMENTAR!