jueves, 19 de septiembre de 2013

19 Spbre: Amar mucho y perdón de pecados

19 spbre.  Amar mucho o amar menos
             Lc 7,36-50 nos ofrece otra perla de su repertorio. Jesus es invitado a  un banquete por un fariseo. Si hace poco comió en el banquete de Leví el publicano, rodeado de publicanos y pecadores, sin que eso le manchara. Para Jesús era la alegría de un hombre feliz, y la participación de esos  amigos de Leví que participaban en la alegría de su amigo. Ahora acepta la invitación del fariseo, con los otros fariseos. Y lo hace con toda naturalidad, aun a pesar de que el fariseo no se ha desvivido en atenciones con su invitado. Luego se verá. Pero si su anfitrión a tenido gusto de invitarlo al banquete, Jesús vive la realidad normal de una persona normal y acepta la invitación.
             Tercia en el banquete una mujer; una mujer pública; una pecadora conocida y reconocida.  Aquellos banquetes en lugares más abiertos daban lugar a esas presencias no previstas. Los comensales están recostados en sus divanes, con la cabeza hacia la mesa y los pies hacia afuera. Y la mujer aquella se va directa a los pies de Jesús, y allí,  sobre ellos, rompe a llorar, baña de lágrimas los pies de Jesús, los seca con sus amplios cabellos, y hasta derrama sobre los pies un perfume que traía.  O sea: los ojos con los que tanta lascivia había derrochado…, los cabellos largos seductores…, el perfume atrayente con el que facilitaba sus desmanes…, todo está ahora mismo depositado en los pies de Jesús.
             El fariseo empieza por sentir la incomodidad de aquella mujer en su casa. Luego, la duda sobre su invitado, al que él consideraba profeta (y así lo había querido tener en su mesa) y que ahora ve Simón que Jesús no es capaz de advertir el tipo de mujer que le está tocando. La duda llega a trocarse en interna indignación y posiblemente hasta sentirse arrepentido de haber invitado a Jesús.
             A Jesús no se le escapa una. Pero con la finura que le caracteriza y la pedagogía que le es propia, se dirige a Simón y parece destensar el momento consultándole al fariseo una cuestión: Simón, tengo algo que decirte.  Simón hace de tripas corazón y responde: Maestro, di.  Y Jesís platea el caso de “terceros”…: un prestamista, dos deudores: uno que debe mucho; otro, bastante poco. Y como ve que no tienen para pagar, acaba perdonando las dos deudas.  La pregunta, Simón, es: ¿quién crees tú que amará más?  Simón ve lo fácil de la respuesta, aunque responde con cierto recelo: Supongo que aquel a quien se le perdonó más.
             Jesús asiente: Has juzgado rectamente.  Y ahora salta Jesús de la “parábola de terceros” a la realidad presente (así es como se hace oración y se le saca fruto a la oración del Evangelio). ¿Ves a esa mujer a la que tú estás juzgando en tus adentros?  Esa mujer ha ofrecido lágrimas a mis pies, el agua que tú –el anfitrión- no me has ofrecido (como se hace con cualquier huésped).  Esa mujer no ha cesado de besarme los pies, y ha suplido el ósculo de paz que tú no me has dado al recibirme. Esa mujer me ha ungido con perfume. Tú no ungiste mi cabeza a mi llegada…  Por eso te digo que se le perdonan sus muchos pecados PORQUE AMÓ MUCHO.  El que no se siente pecador y piensa que a él no se le tiene que perdonar, ama poco. [Aquí habría mucha tela que cortar. No hay peor situación que de quien “no tiene pecados”, no sabe tener el gozo de descubrir nuevos pecados que están en los repliegues de su alma. Porque mientras no los descubre, ni puede arrepentirse, ni cambiar, ni amar más…].
             Si escandalizados estaban ya con las cosas de aquella mujer y la “pasividad de Jesus”, ahora sube muchos grados el escándalo cuando Jesús ha hablado de perdonar pecados porque ama mucho.  Porque se ha metido Jesús en el avispero de hablar de “perdón de pecados”…: ¿quién es éste que hasta perdona pecados?  Y no pienso que era una pregunta de descubrimiento y grata sorpresa, sino todo lo contrario: de reproche ante “la blasfemia” de quien se atribuye poderes sobrehumanos…
             Jesús se vuelve ahora a la mujer y le dice: Tu fe te ha salvado; vete en paz. Y ahí se queda el relato.
             Pero ¿y después?  Porque quiero pensar que Jesús no se levantó de la mesa. Ni las buenas formas del fariseo iban a crear una diatriba con su invitado.  Muchas ganas de conversar no le quedaban ni a Simón ni a los otros comensales. Jesús supo destensar la situación cambiando la conversación. No se le ocurrió a Jesús machacar el clavo. No era su estilo. No volvió a sacar temas sobre el particular. Lo delicado es tomar otro derrotero en el que, incluso, Simón, su anfitrión, pueda llevar la iniciativa, mostrar sus artes de conversar. Y Jesús estuvo tan cercano como en cualquier situación. Ni significa que fue cómplice de fariseos, como no fue cómplice de publicanos.  Jesús es siempre el amigo leal, el creyente fiel, el hombre más social y con mayores delicadezas… Tampoco Él rompía la caña cascada ni apagaba la mecha titilante…  Jesús siempre está ahí, y siempre abierto a todos.  Donde no se le encontrará es en la actitud del que “no tiene pecados”, el que no ama lo suficiente porque no sabe descubrir su deuda.

             A Simón le ayudó a descubrir “la viga de su ojo” antes de ver la paja en el ajeno.  ¡Ahí es nada…!, si lo tuviéramos a nuestro lado.

NOTA: a lo mejor alguien se preocupa ahora por la minucia de si la mujer estaba de rodillas o postrada, o si llevaba traje azul o verde.  Es pena perderse en lo trivial, que no es el contenido de la reflexión.

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad5:28 p. m.

    No se ocurre pensar en el ,vestido,ni el color de la mujer pecadora.Pienso que una vez más Jesús muestra la grandeza de su Corazón, y que esta mujer se sintió,apesar de su mala vida,comprendida,acogida y perdonada.
    Y saco de este pasaje evangélico una enseñanza¿Puede Jesús hacerme el reproche que le hace a Simón,por no haberlo recibido con las debidas disposiciones?:Preparo mi alma,para recibirlo todos los días con el honor y el amor que EL se merece?.JESÜS VIENE A NUESTRA ALMA CON AMOR,RECIBÄMOSLE CON AMOR.

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  2. He venido hoy, con especial interés, a buscar su comentario al Evangelio de hoy.
    Confieso que este episodio que nos refiere San Lucas es la perla preciosa que más ilumina mi corazón, en las Sagradas Escrituras, sobre el estilo, la forma de la misericordia del Corazón de Cristo.
    Me ha gustado mucho su comentario. Gracias, P. Cantero.

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