sábado, 7 de septiembre de 2013

7 sptbre: Fariseos a go-gó

7 sptbre: Espigas y fariseos
             Tengo que confesar que este tema de Lc 6, 1-5 no es de los que me dejan más margen a mi oración contemplativa. Pero intentemos ir yendo por los pasos que suscite el Espíritu.
             No perdamos de vista el contexto. Jesús ha explicado que sus discípulos no ayunan porque está Él allí, y Él es LA FIESTA. Y en el banquete de bodas, no van a quedarse mirando y ayunando. ¡Tiempo tendrán!
             Ahora nos hemos plantado en un sábado. Jesús viene con sus discípulos por entre uno sembrados –cosa muy normal en un ambiente rural-. Y con la misma normalidad (de eso doy fe porque yo lo he vivido), hay un particular placer en arrancar una espiga, triturarla entre las palmas de las manos y echase el grano a la boca. No hay que tener hambre; es un juego que se vive como atracción natural y totalmente inocente.
             Pero los fariseos aparecen donde menos se les puede esperar (y aun esperándolos, los discípulos hubieran hecho lo mismo con la mayor naturalidad), y se vienen derechos a darle las quejas a Jesús. Era una razón para atacarlo, si partimos de lo idealizado que ellos habían puesto el “Sábado”. Idealizado y –juntamente- idolatrado, hasta el punto de que habían tejido una maraña insoportable y llena de casuísticas para vivir el sábado en lo que ellos consideraban “la pureza de su fidelidad”.
             Es evidente que –desde ese punto- ya era una violación de lo sagrado que alguien “trabajara” triturando unas espigas entre sus manos. Y vinieron con toda su idea a preguntarle a Jesús cómo podía ser que sus discípulos hicieran aquello.
             Jesús se va a lo más alto judío para responder, y para mostrar las excepciones de la regla, sin meterse ahora en más discusión. Les saca a relucir una acción “ilegal”, “inmoral”, del venerado Rey David –y Profeta- que un día que volvía de una batalla exhausto, con sus guerreros, se presentó en casa del sacerdote Abiatar y le pidió de comer. No tenía el buen sacerdote nada que ofrecerles, a no ser el pan consagrado a Dios, que sólo pueden comer los sacerdotes. Los había retirado del altar para sustituirlos por los nuevos del día… Y David consideró que eran buenos  para salvar el desfallecimiento que traían, y los tomó y los dio a comer. El argumento de Jesús dejaba a los fariseos sin respuesta. Y todavía Jesús remacha con una afirmación decisiva: El Hijo del hombre es señor del sábado.
             Esa afirmación así era para los fariseos una blasfemia, porque declararse “señor del sábado”, cuando el sábado era una institución de Dios que al séptimo día descansó, constituía una afirmación muy grave.
             Pero me llama la atención que el Evangelista no continúa el relato; ni por parte de Jesús ni por parte de los fariseos. Queda cortado ahí como si eso estuviera ya dirimido y resuelto. Y yo pienso que el Evangelio habla unas veces expresando y otras callando, y que en callar enseña tanto como en el decir.  Incluso más –a veces- porque deja a la persona de fe ante una aventura que explorar.
             ¿Por qué Jesús no siguió? Jesús era amante de la paz. Jesús no pretende meter la mano en el ojo para ver hasta cuándo aguanta el otro. Jesús ha dicho dos cosas y si los fariseos redarguyen, Él seguirá explicando. Pero si ellos callan, Jesús calla también.  Ha dejado respondido lo que le habían preguntado, y no sigue adelante.
             ¿Cómo es que callan los fariseos? ¿Cómo no han saltado? ¿Cómo no se han abierto las vestiduras ante la respuesta de Jesús?  [La verdad es que no sabemos lo que hicieron; lo único que sabemos es lo que el evangelista escribe.  Y el evangelista no menciona reacción alguna de los fariseos. ¿Porque no la hubo?  O simplemente no es lo que ahora interesa señalar para el bien de los fieles a quienes Lucas dirige su escrito.
             Pienso que hay una declarada intención de enseñar lo que vale callar. Podría el evangelista haber montado una discusión entre los fariseos y Jesús. Se ha limitado a afirmar que Jesús es más que el sábado, y que las normas externas humanas se pueden saltar –sin fallo moral- ante una necesidad superior.
             Y porque CALLAR A TIEMPO es una norma de prudencia y de vida. Ni Jesús insiste, ni los fariseos. Lo pedagógico es SABER CALLAR. Dejar un espacio de reflexión, maduración y ponderación de los pros y contras. Saber “perder” para ganar. El mundo no se acaba en una refriega. Vale más dejar pasar el calentón del momento, por tal de seguir teniendo razón, y no perderla por lo intempestivo de una mala reacción a destiempo.

             SABER CALLAR es más sabio que buscar razones, “derechos”, (aquello de “llevas razón pero vas a presidio…”), justificaciones (¡tantas veces se cae en el ridículo!), y tener siempre muy presente que el que mucho habla SUENA A HUECO. Y es humanamente comprensible que eso silencios molesten, se atribuyan a pusilanimidad, a menosprecio del interlocutor… Y sin embargo es el triunfo sobre sí mismo (y negarle las armas al contrincante), Silencio elocuente, como el que la liturgia atribuye a Jesús en la noche de Navidad…, porque pudiendo decir tanto, se quedó en el balbuceo de un niño… ¡Y desde allí estaba ya comenzando toda su obra de salvación!, tan elocuente como luego lo fue en el Calvario. CALLAR, saber callar, es lo propio de sabios en lo humano; de santos, en lo sublime.

1 comentario:

  1. Pepe Aguilar4:58 p. m.

    En mi juventud viví como se pedía permiso a un sacerdote para trabajar por extrema necesidad un festivo y eran reticentes a concederlo. Luego en mi vida he trabajado muchos festivos incluso mas horas que un día laborable, a nadie nos importa ya lo mas mínimo el tercer mandamiento, las tiendas están abiertas y vamos a comprar en festivo incluso cosas no urgentes, o si simplemente vamos a comer a un restaurante como celebración de algún evento familiar o liberarnos del trabajo en casa, somos participes de otros tengan que trabajar en festivo, las empresas aprovechan el festivo y en ocasiones dan un día libre a cambio, que no siempre se permite al trabajador el descanso de un día de la semana.
    Yo me pregunto, y este pregunta podría valer para repasar los diez mandamientos:
    ¿Hay mandamientos de primera y otros de segunda y tercera categoría.?-¿Que nos pasa con los mandamientos cuarto, septimo, octavo, decimo.?

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