lunes, 16 de septiembre de 2013

16 spbre: LA FE. ¿Facetas diversas?

16 spbre.- LA FE
             Del pasado sábado, con la fecha de la CRUZ GLORIOSA, quedó sin tocar Lc 6,43-49, que es una clave para todo análisis de la realidad, y la pauta para un acierto posterior. Jesús pone un principio “natural” para que nos lo apliquemos a conocer nuestra verdad. Dice Jesús, como principio, que todo árbol bueno da frutos buenos, y todo árbol malo da frutos malos. No quiere decir que en el árbol bueno no pueda haber alguna fruta picada por algún mal bicho, y que allí salga una mala fruta. Ni quiere decir que un árbol malo no puede tener excepcionalmente una buena pieza de fruta. El principio está plantado muy claro. Y ahora toca echar mirada a los frutos que producimos.  Digamos: frutos que aúnan o que repelen, que serenan o que tensan; frutos de ida a los demás o egocéntricos (como si nadie más existiese ni tuviese una buena idea que aportar); frutos que acompañan o que dispersan, que causan bienestar o malestar, obras que son un reflejo evangélico o que viven (digo en “creyentes cristianos) como si no existiera; autosuficiencias o humildad; palabras vacías o silencios prudentes; silencios que escupen y silencios sufridos; engreimientos o capacidad de escucha y cambio; fidelidad clara en lo que vemos, oímos, pensamos, buscamos…, o flirteo con las miradas, comentarios, juicios, palabras, pensamientos. Frutos de huida o de presencia; de búsquedas aventureras o aprovechamiento de lo cierto y corroborado…  (Siga cada cual esas disyuntivas).
             Y Jesús pone coto a toda ambigüedad con esa parábola esencial de la casa construida sobre roca y la que se construye sobre arena. La que echa el cimiento en roca firme, no se viene abajo por los “vendavales” de la vida. En medio de todas las contrariedades, la roca sostiene. Por el contrario, la casa sobre arena es un pelele en medio de la vida. Ni se sostiene, ni está siempre en el mismo lugar. Al final, se desploma. Lo peor es que arrastra a otras cosas que tuvieran relación con ella. Y Jesús aplica esa “arena” a una religión inconsistente que se limita a lo superficial, a la palabrería, a los objetos, a los “favores”, a las apariencias (aunque tomaran forma de “apariciones”).  Nada de eso es la construcción sobre roca que Jesús ha puesto como broche final en ese capítulo 6 de San Lucas.

             Hoy, día 16, ¿cambia el panorama (Lc 7, 1-10) o “aplica? Por una parte es un salto desde lo anterior –tipo enseñanza directa- y lo que viene ahora de un hecho.  Punto de ilación es que Jesús “acabado de hablar a las gentes, entró en Cafarnaúm”. Y en Cafarnaúm hay una centuria romana de seguridad, al mando de un centurión romano. Hombre que, bien sea por su roce frecuente con el mundo judío, ha escuchado hablar de Jesús como persona que hace curaciones.  O bien, un romano para quien los dioses proliferan y encuentra en las obras de Jesús una cierta mano “divina”.
             Por lo pronto, "árbol bueno", hombre prudente, o tímido, o que no quiere recibir personalmente una negativa de ese Jesús. Según Lucas, ni él va a pedirle a Jesús, ni luego va a dar personalmente la cara. Pero en el modo que sea, en la forma e intensidad que sea, llega a pensar que Jesús puede curar a su siervo gravemente enfermo. Por una parte envía mensajeros, y por otra tiene recomendaciones porque hasta ha contribuido a que se haga una sinagoga.  Su recado es manifestar que su siervo está grave.
             Jesús emprende el camino hacia la casa o el destacamento romano, acompañado de quienes vinieron  a hacer las recomendaciones a favor de la petición del centurión.  Pero cuando ya está cerca, nuevamente envía recado el romano: Señor: no te molestes; no soy yo quién para que entres bajo mi techo: por eso no me vi digno de ir personalmente a ti. Dilo de palabra y mi criado quedará sano.  Y hasta da razones de esa “fe”: yo tengo autoridad para dar un recado a distancia y que se cumpla…
             A Jesús le impactó tanto aquello, que confesó no haber encontrado en Israel una fe tan grande.  Y dijo LA PALABRA…, y sanó el siervo enfermo.
             Esta mañana me he quedado mirando: fe de la hemorroísa: tocar siquiera el manto; fe de Jairo: baja, impón las manos…¸fe del leproso: “si quieres, puedes”, fe del ciego que va a la piscina y se lava (conforme se lo dijo Jesús) y mantiene su postura frente a fariseos… Y así podría seguir.

             Tengo a dos pasos tocar las imágenes, poner velas, echar promesas, basarse en “hechos llamativos”, visitar sepulcros, echar limosnas, declararse creyentes de primera y no practicar nada de nada; querer casarse ante Dios, cuando en realidad nada cuenta Dios en su vida real; “devotos” de “devociones” con ausencia total de vida sacramental; prácticas de ciertas liturgias (rituales muy humanos pero muy arraigados, sin una referencia al Cristo del Evangelio)…, y no dejo de preguntarme si tras eso hay algunas formas de aquellas que Jesús vio y atendió. “Tu fe te ha salvado”, “Que se haga conforme a tu fe”…, son situaciones que hoy me han martilleado mientras oraba. Soy consciente que el mundo se ha vuelto “del revés” (si miro desde mi visión). Y a la vez me queda ese atisbo de esperanza –aunque se me escape una buena parte- de si a la par que han cambiado tantas cosas, y aun tantos principios que vemos fundamentales (pero que hoy son papel mojado para muchos creyentes), la fe habrá también tomado otros colores. Desde luego, sean del color que sean, hay algo que es insustituible: el EVANGELIO, CRISTO –su vida, su muerte, su Resurrección-, su prolongación en la IGLESIA…, Roca firme…

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