viernes, 27 de septiembre de 2013

27 spbre.- Examen público

27 spbre.- ¿Quién decís que soy Yo?
             Han regresado los apóstoles de la misión. Lo que cada uno cuenta es algo que les ha resultado inaudito. Ellos, los pobres hombres, que –yendo en nombre de Jesús- han hecho cosas impensables por los muchos sitios por los que han ido. Han curado enfermos del cuerpo y del alma, lo que dicho de otra manera, han echado demonios. Vienen admirados y casi confundidos. Se explayan con Jesús, se comentan entre ellos… Es un regreso gozoso y casi imposible  de explicar.
             Jesús les pregunta qué han oído a las gentes de lo que dicen de Él. Y van saliendo múltiples respuestas que coinciden en un exponente común: Jesús es MÁS… No es un hombre cualquiera, un predicador ni siquiera un taumaturgo… Jesús lleva un sello que manifiesta acción divina, como lo fue en los profetas.
                Me quedo parado un instante porque me voy a esos cuestionarios que hago a las parejas, preparando la formación para su futuro matrimonio, y la verdad es que –sin que falte el elemento que roza lo divino- hay muchas expresiones sobre Jesús como signo… No es la entidad (personalidad) de Jesús en sí, sino como el signo de la bondad, del servicio, de la solidaridad… No es frecuente que aparezca como PERSONA.  También aparece como a quien se le pide en la adversidad y al que se acude en las fiestas solemnes.  Si nos metiéramos entre los apóstoles para decir a Jesús quién dicen HOY los hombres que es Jesús, me temo que iba a quedar con una penilla dentro.

             Jesús ahora fue derecho al grano: Y vosotros, ¿quién decir que soy Yo?  Reconozco que estoy reñido con Simón –en este pasaje- hace mucho tiempo, porque no dejó que los compañeros expresaran. Él se lo hizo todo y lo dijo todo, Los demás ya no tuvieron mucha opción.
             Yo voy a intentarla hoy… Hoy, en mis circunstancias de hoy. Si me remonto a quién decía yo…, antes de mi encarrilamiento, hubiera dicho lo de los novios…, salvo quizá con ese matiz mucho más religioso de aquellas épocas. Pero no muchas exactitudes más.
             Podría responder con mis experiencias de hace 20, 30 años…, con el Evangelio ya conocido.
             Pero responder hoy es una absoluta nueva realidad. Hoy, Jesús, digo que Tú eres el todo y la razón de mi vivir diario. Mucha generalidad todavía, ¿verdad?  He pasado los años triunfales de mi vida activa, de mis tandas de ejercicios, de mis grupos de jóvenes…, y Tú has movido mis pasos, y Tú has centrado mis trabajos. Tú has sido “mi todo”, mientras que había “un mucho” que también era compensatorio.  Hoy, cuando ya –fuera de mi ámbito- no suena ni mi nombre…, cuando las edades propias y ajenas (de lo diario que vivo) han pasado a situaciones semejantes de ostracismo, y cuando ge descubierto que gran parte de la vida se vive a solas…, a solas pero con el propio interior a flote, HOY puedo decirte, Jesús, con mucha más fuerza, que eres MI TODO, con un sentido mucho más hondo, más abandonado, más adentrado y experimentado… Y es que “fuera”, va quedando LA NADA, esa “nada” penosa de que bastante tiene cada uno con lo suyo…, y que las patologías físicas y mentales dominan ya mucho más el ámbito en que me desenvuelvo.  Sin negar que yo también estoy en esa “senectud”.
             Por eso, HOY, Jesús, no sólo eres el TODO sino que eres EL ÚNICO; que eres Jesús de mis secretos, de mis penas o de mis alegrías; Jesús de mis silencios cada vez mayores; Jesús, el del Evangelio que cada vez me subyuga más; Jesús cada vez más humano –a mi lado- a la vez que totalmente divino para ser el foco de atracción y referencia de toda mi vida. El Jesús de mis horas solitarias de aposento, objeto de cada trabajo que llevo, de cada predicación que preparo y predico. Jesús de “mis horas muertas”…, pero tan vivas; Jesús, el enamorado de mi oración diaria; Jesús el íntimo EN MÍ, al que no necesito buscar fuera y a quien no acabo de encontrar fuera de una manera fraternal.  Luego, más afuera, Tú apareces y me compensas, pero reconozco que siempre tengo ya la tendencia a volver a esa intimidad tan íntima en la que Tú eres Tú y Tú tienes tus millares de formas para poner tu mano sobre mi hombro y hacerme sentir tu permanente plena compañía.
             Pedro dijo aquella respuesta esencial: Tu eres el Mesías de Dios. Yo he dado otra…, y por supuesto no acabada.

             Y Jesús puso los puntos sobre las íes advirtiendo que todo es hermoso, es verdadero, es gozoso…, lo de Simón…, lo que responda cada uno…, lo mío. Pero que en el caso que sea y se dé la respuesta que se dé, algo hay que advertir y que añadir: Que el Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y doctores de la ley, ser ejecutado, y resucitar al tercer día.  Y no me es una realidad desconocida… La fuerza que siempre sostiene en medio de todo es SABER QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ, y que bien ha sabido Él poner el colofón de la vida, y el desemboque del padecer: resucitaremos.  Él resucitará, y NOSOTROS RESUCITAREMOS CON ÉL

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