martes, 3 de septiembre de 2013

3 sptbre.- Cafarnaúm versus Nazaret

3 sptbre.- El contraste

             La salida de Jesús tras su ida al pueblo que le vio crecer…, su salida dolorosa, de despedida para siempre, con aquel mal sabor de lo mal que acabó aquella ilusionada visita a sus paisanos, a su sinagoga, Jesús camina ahora hacia Cafarnaúm, ciudad cercana de Nazaret. Por el camino pido Jesús pensar cómo una sola palabra puede destruir todo un proyecto. Porque el que lanzó la pregunta sobre Jesús [¿acaso no es éste el hijo del carpintero?], había chafado toda una serie de posibilidades. ¡Con qué poco se destruye un edificio y se le hace saltar por los aires!  ¿La pregunta fue “inocente”…, simple pregunta “sin intención”? ¿Fue una pregunta con “segundas” de quien tira la piedra y esconde la mano, una vez dejada caer, ¡que cunda…!?  El hecho es que fue poner el polvorín en situación de explosión. ¡Y explotó!  Por eso Jesús ahora se va, y se va para no volver… [Sería irresponsable no pararse ante este hecho: una palabra –dejada caer como quien no dice nada- que sin embargo, destruye todo].

             Caminaba así Jesús entre pensamientos de muchas clases… Llegó a Cafarnaúm… El sábado entró en la sinagoga (como era su costumbre y su práctica de buen judío). Y también allí debió explicar el texto correspondiente al día.  Es un hecho que la gente se encontró admirada de su palabra.
             Había allí un hombre dominado por un mal espíritu. Sera corriente  que el mal espíritu que se encuentra de frente con Jesús, pretenda doblegar a Jesús a base de identificarlo y nombrarlo. Y así ocurre. Por su propia reacción ese espíritu de mal se encara con Jesús:  ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a perdernos? Sé quien eres: el Santo de Dios.
             En la cultura aquella podía quedar cierta impresión en las gentes de que el tal espíritu ganaba la partida; había tomado la iniciativa y había nombrado a Jesús, para poder poseerlo.
             Y Jesús se impone autoritativamente, intimando al espíritu malvado: Calla. Y sal de ese hombre.  Son décimas de segundo las que aquella gente queda con la respiración cortada: ¿en qué va a acabar aquel duelo?  El “demonio” da esa patada final del derrotado, tirando por los suelos al hombre en que se había metido. No le pasó nada a ese hombre. Pero había sido la última del espíritu malo en él. Porque el hombre se puso en pie. Su mismo semblante mostraba a uno que casi no sabía ahora mismo dónde estaba, pero que se hallaba sereno y como quien empieza a vivir.
             Y las gentes se admiran de Jesús. Se admiran de su Palabra, que llegan a preguntarse de dónde le viene. Y además es una palabra tan poderosa que domina a los malos espíritus.  Y eso, saben ellos, que sólo puede venir de una fuerza de Dios.
             Concluye el relato con algo que me deja que pensar: “Noticias de Él iban llegando a todos los lugares de la comarca.  Nazaret estaba a pocos kilómetros. No podía menos que llegarles la noticia. También a María. Y María dio gloria a Dios. Era una compensación en su ánimo dolido por lo ocurrido una semana antes en Nazaret.  ¿Y las gentes de allí? Les llegó sin duda la noticia. No sé qué pensaron, pero tuvo que haber muchos paisanos que quedaron interrogándose interiormente… Tuvo que haber más de uno que se diera cuenta de la estupidez que ellos habían cometido. Alguien, quizás más necesitado, lamentó los acontecimientos que ellos mismos provocaron, y que privó a Nazaret de ventajas que sus habitantes hubieran recibido.
             ¿Y el “bocazas” que había lanzado la pregunta que desencadenó la tormenta?  Porque no es lo peor lo que había ocurrido sino si puede volver a ocurrir una retirada de Jesús porque alguien habla más de la cuenta, juzga, o deja caer la idea…  El resultado es el mismo, porque no es solo el valor de decir algo sino la mecha encendida que ya no se puede apagar. Y los resultados estuvieron a la vista. Igual que ahora –cuando llega la noticia desde Cafarnaúm-, la acogida sencilla, la escucha sin prejuicios, la postura de aceptación de una Palabra de Jesús…, ha provocado admiración creciente: de una parte, la Palabra en sí.  De otra esa Palabra poderosa que llega a dominar los malos espíritus.


             Ésta es la razón por la que tanto insisto en que debemos conocer, meditar y profundizar en el Evangelio. Ahí está a presión la Palabra de Jesús, y su “gas” poderoso y reconfortante, vendrá a poner al que ora con esa Palabra, ante un espejo que va retratando a la persona, y le va pidiendo su implicación en ese evangelio.  A ver si nos van saliendo fuera esos malos espíritus, que nos maltratan y nos tiran por los suelos…, que nos poseen con el halago de nombrarnos y meternos en la trampa de sus engaños…, que nos llevan a la fea costumbre de no saber simplemente ver (se ve lo que ocurre ante nuestros ojos) sino a hacer nuestro juicio interior, nuestro comentario hacia afuera…, que parece no decir nada pero que lleva dentro el veneno oculto que puede acabar echando a Jesús de nuestro ámbito de acogida generosa y eficaz.

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