domingo, 1 de septiembre de 2013

1 spbre.: La humildad que da jaque al Rey

22 Domingo C. T.O.
             He regresado a mi “base” habitual.  Imprevistos de este amanecer me han impedido poner en el blog la reflexión correspondiente. Ahora lo hago, con base a las lecturas del domingo 22-C
             Desde la primera lectura queda evidencia de que la intención de este día es acentuar el sentido de la humildad en la vida del reino de Dios. Ya aparece en esa 1ª lectura la exhortación a proceder con humildad, poniendo –digámoslo así como contrapartida bienaventurada que lo querrán más que al hombre generoso.  Hermosa es la generosidad que, además, tiene una repercusión directa en el beneficio ajeno. Pues aquí se asegura que será más querido el humilde. Y es que –en la expresión de nuestra Santa de Ávila- “la humildad es la dama que da jaque al Rey. Luego si eso es así, es que la humildad, la sencillez, el saber hacerse pequeño en las grandezas humanas, es de un valor que sobrepasa todo, incluso la generosidad (siempre que esa generosidad no provenga precisamente de la humildad sencilla, sin aspavientos).
             Cuando Jesús expone su discurso del Evangelio de este domingo, lo hace con ese estilo rasgante con que suele Él poner acento en algún detalle que quiere subrayar. Y aprovecha la invitación que le ha hecho uno de los principales fariseos para observar el afán de tantos invitados a ocupar los primeros puestos. Jesús se dirige a su anfitrión y le dice que “cuando invites, no lo hagas a quienes pueden pagarte con otra invitación, sino que invites a los ciegos, cojos, pobres y lisiados”.  Razón: porque esa es una invitación a fondo perdido y no puede uno esperar que ellos inviten después. Se da uno a esos desheredados de la fortuna. Ahora bien: tales desheredados no me podrán invitar. Y será mucho más generosa y valiosa mi invitación que no busca para nada el propio contentamiento.
             El clásico estribillo final: el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será enaltecido, lo expresa todo.  Y ya aparte de eso, Jesús explica con un ejemplo muy gráfico.  Imagina un banquete en el que cada uno intenta procurarse los puestos preferentes. Y cuando viene el anfitrión y acompaña a uno de sus invitados de más alcurnia, acaba por enviar hacia atrás al que pretendió aparecer, distinguirse, y pidiéndole que ceda su puesto al otro invitado. Resulta que ya cada cual está en su puesto. Y el que pretendió puestos especiales acaba por tener que irse al final. ¡Eso sí que es bochornoso!
             Como “lo gráfico” es tan del gusto de Jesús (porque es lo que entiende mejor un oriental), aconseja “ponerse en el último lugar”.  El que invitó acabará llamándolo a ocupar mejores puestos y mayores responsabilidades. Habrá quien piense que es una estratagema de poca sinceridad…, un tanto interesada.  La explicación no va en esa línea, porque lo que Jesus pretende sacar adelante no es “la picardía” de situase atrás para ser enaltecido cuando el dueño lo invita a subir más arriba. Picardía no es, pero enseñanza sí.
             Porque si ahora lo vemos en la vida real, bien podemos constatar de una parte nuestra propia reacción ante los dos tipos que señala Jesús: la persona humilde gana el afecto de cualquiera, mientras que la persona que busca figurar en el primer puesto, es poco amada y poco amable.  Jesús ha tomado un ejemplo del banquete, porque estaba en uno de ellos y porque observaba lo que tenía delante.
             Como me gusta hacer tan viva nuestra ida al Evangelio, nos resulta muy claro que esa misma situación de los invitados al banquete se nos pone delante en situaciones muy de la vida diaria. La tendencia a figurar en el primer puesto es tan evidente que viene a hacerse como un vicio. Y un vicio acaba dejando en mal lugar. Ese vicio, trasladado al plano del Reino (o de las “cosas del Reino”), dificulta precisamente la vivencia del Reino, porque el Reino empieza en los POBRES dichosos…, y “POBRE” es un término amplio que abarca la sencillez, la humildad, la gran capacidad de saberse uno “perder” y pasar desapercibido.

             La 2ª lectura –aun a sabiendas de que no forma parte del mensaje buscado-, puede tener una interesante dirección en la pedagogía de este domingo: lo que señala el autor de esa Carta es que hemos sido llamados e invitados a hallar a Jesucristo en algo tan pequeño como es la Eucaristía, y luego poder acercarnos nosotros a Dios en la persona de Jesús, porque nos hemos acercado a Dios mismo, y al conjunto de sus ángeles y santos… Mejor dicho: porque a nosotros, tan débiles, tan carentes de valor, nos han ensalzado hasta esa cima sublime de la Eucaristía…, de la participación en el Sacerdocio de Cristo, cuyo gran exponente de amor es que nosotros podemos participar de la Eucaristía. Y en ese gran banquete saber que hemos de ceder siempre nuestro terreno personal, porque lo grande del momento está en Jesucristo, Mediador de la Nueva Alianza, el que nos acerca tanto a la divinidad que nos hace participes de Ella y nos conecta con el Padre por Cristo, con Él y en Él, para que así demos a Dios la mayor gloria, y recibamos de Dios la llamada a los puestos de “más arriba”, porque podemos alabarle y –juntamente- sentirlo en la intimidad de un PADRE que es PADRE COMÚN, para que ninguno se ensoberbezca.

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