lunes, 13 de mayo de 2013

Tempestades



  A Sor María Luisa Blázquez,
en sus BODAS DE ORO de Profesión Religiosa, y que hoy entenderá de modo muy especial este evangelio.
Mc 4, 35-41               
                Todavía es el mismo día de las parábolas contadas por Jesús. Así lo quiere hacer constar San Marcos. Y comienza casi con una frase enigmática: Jesús ha dicho de pasar a la otra orilla, y habiendo dejado a la muchedumbre le llevan consigo TAL COMO ESTABA. ¡La de vueltas que le he dado yo a esa última palabra…!  ¿Por qué se escribió eso, y qué significado puede tener? No está escrito por descuido; eso me es evidente. ¿Qué significa esa palabra de se lo llevaron consigo TAL COMO SE HALLABA?  Hay un hecho posible: Jesús iba exhausto tras aquel día sin haber parado. Hasta el punto que, tal como estaba entra en la barca y se queda dormido.  Y profundamente dormido.
                Sigamos sin respuesta, de momento, porque es una base esencial de interpretación que la Palabra de Dios se explica a sí misma. Y habrá que avanzar en el relato…  Van “otras barcas” con Él.  ¿Será la tuya y la mía? El hecho es que de improviso, casi sin anunciarse, sobreviene una tempestad. Los discípulos pretenden salvar aquella situación enojosa con sus medios: achicar agua porque las olas caían sobre la barca y la inundaban.  Jesús sigue durmiendo en la popa, sobre unas cuerdas o caja, o lo que fuere, a modo de cabezal. Los apóstoles entran ya en miedo, en pánico, en terror por el peligro que se hace inminente.  No querían despertar al Maestro pero ya ven que no tienen más remedio que hacerlo. Y cuando lo hacen –y como propio de la propia angustia que padecen, lo hacen “de mala manera”, casi molestos, llamándola la atención, extrañados por aquel misterioso sueño que hace que Jesús, empapado de arriba abajo, no haya reaccionado, cuando agua, viento, olas, vaivenes de la barquichuela…, eran motivos sobrados para que Jesús hubiera despertado..

                No se me despista que aquí hay algo que podemos identificar con realidades propias, o situaciones que nos rodean. Vive uno tranquilo, feliz… Su “barca” flota pacíficamente.  Tiene salud, los hijos están sanos, el trabajo satisface, los amigos son leales, la felicidad empapa el alma…: no falta nada y está uno en un poco de cielo en la tierra…, pensando que mañana será un día estupendo…
                Y de la noche a la mañana surge la gran tempestad: me detectan a mí o a los míos una rara enfermedad en la que los médicos no saben por dónde salir…  El esposo está deprimido. Un hijo queda en paro. Alguien muy allegado fallece. Alguna circunstancia me agua la fiesta…  Y he intentado capear el temporal pero la realidad es que “las olas invaden mi barca” y me siento mal…, peor…, que se me viene el mundo encima, y que hasta mi fe granítica –así parecía- se resquebraja.  Y ya acabo gritando, quizás –a veces- hasta de mala manera: Señor, ¿no se te da nada que perecemos…, que nos vamos a pique?  Jesús, el aparentemente dormido no lo está. Parece dormido, pero Jesús nunca duerme.  Sabe que no le echo en cara. Sabe que no se ha disminuido en nada mi fe. Sabe que le grito hasta con ganas de zarandearlo para que despierte… Sabe que estoy orando. Sabe que voy a Él porque sé que me escucha y no quiere que yo perezca.  Me ha llevado al límite.
                Y el gigante dormido “se despierta”.  Dice otro evangelista que se puso en pie en la barca…, aquella barca que lo mismo se volcaba a babor que a estribor… Él, de pie…, dominando. Imponiendo silencio al viento y amansando al mar…
                Y he pensado que eso es una realidad mucho más cercana y mucho más experimentada por uno mismo.  Y no voy a caer en la fábula de Job que, al final tiene todo felizmente, casi como si nada hubiera ocurrido. Aunque tampoco se me despista que algo de eso hay.  Porque Job no recupero a sus hijos muertos ni a sus rebaños devastados. Y sin embargo recibió luego tanto que quedó superado aquel dolor de entonces.  Por eso he pensado que Dios no viene con la varita mágica a colocar al hijo en paro, a curar la enfermedad extraña, a solucionar mis dolorosas carencias.  Y sin embargo, cuando Jesús se pone en pie en esa barca sobre el mar tumultuoso, amaina la tempestad y sigue una muy extraña bonanza en el sentir profundo de mi vida. ¿Qué ha ocurrido, Señor? ¿Qué ha cambiado, si las realidades siguen siendo las mismas, pero yo estoy apaciguado y tranquilo?  ¡Y por supuesto, admirado, sobrecogido!  Jesús se ha dirigido a mí y me ha dicho: Por qué eres tan cobarde?  ¿Aún no tienes fe?  Yo me creía tener una fe inalterable…, pero era una fe sobre hojuelas… Le había faltado el crisol de la carencia, el dolor, el fracaso, la contrariedad, y un “determinado sufrimiento” (el que menos podría yo esperar).  Y Jesús es el que ahora me zarandea a mí para que sea yo quien despierte.  Y para que mi mar alterado entre en pacífica serenidad con la que pueda ver lo que antes ni había sospechado.
                Y ahora es cuando entro en esa pregunta sin fin y sin plena respuesta inmediata, porque es un océano inexplorado e inexplorable, de simas profundas…: ¿QUIÉN ES ESTE, que hasta el viento, el mar y el mal se le rinden?  Y comprendo que plantearon los apóstoles una inmensa pregunta a la que no hay respuesta plena por más que se le busque.
                Creo que tendremos que volver sobre ella.

4 comentarios:

  1. Anónimo5:11 p. m.

    Gracias Padre,su meditación de hoy me ha ayudado a reflexionar y a hacer mi oración ante el Sagrario,viendo con más claridad lo cerca que Jesús está de nosotros en medio de las tempestades.

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  2. Ana Ciudad5:42 p. m.

    Hoy celebramos la festividad de NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA o NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO.El mensaje de la Virgen es en su núcleo fundamental,una llamada a la conversión y a la penitencia,como en el Evangelio.La SEÑORA del mensaje parecía leer con perspicacia lo signos de nuestros tiempos.
    Hoy MADRE de una manera muy especial ponemos bajo tu confianza y te consagramos aquellos hombres y naciones que necesitan especialmente esta consagración."No deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades".
    !Acoge nuestra humilde confianza y entrega¡.
    Santa María,siempre atenta a lo que le pedimos,nos dejará que encontremos refugio en su Purísimo Corazón.

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  3. José Antonio8:41 p. m.

    Preciosa reflexión...que me lleva a considerar en como cuando "despertamos" a las tempestades de la cotidianidad que el día a día trae en ocasiones, y perdemos de vista a Jesús, nos regimos como humanos estrictamente con los desasosiegos, inseguridades, miedos... que el que no acude al Señor siente y experimenta.

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  4. COMENTARIO:
    Una de las personas seguidoras habituales del blog me comentaba “por baja” una posible explicación a mi interrogante de ayer: ¿Qué podría encerrar la “enigmática frase: lo llevaron consigo tal como se hallaba”. Decía: “San Marcos no dice que Jesús “entrara” en la barca, lo que explica el “tal como estaba”, pues parece que no se había movido desde que entró (en el cap. 4º, 1 )”. Y lleva razón: había subido a la barca y no se ha dicho que se bajara. Una objeción sería el v. 10, en que dice que “cuando quedó a solas con sus discípulos les explicó…” Es objeción pero no demasiado difícil de salvar, puesto que pueda haber sido el evangelista quien adelanta a ese momento (para dejar todo el asunto concluido) una explicación que pudo venir después en otro momento.
    Entonces tiene más importancia de lo que da materialmente esa explicación. En lo que es relación “de hechos”, sería simplemente que al pedir Jesús que bogaran hacia la otra orilla, ni se lo pensaron mas y “tal como estaba en la barca, así bogaron”. Y Jesús cayó dormido.
    Pero ¿y si hubiera ahí más contenido del que parece a primera vista? Porque la vida nos da mucho de estas cosas. ¡Tantas veces parece que nos tenemos que poner “en trance de oración”…, que tenemos que cambiar el chip para ser ahora “personas en oración”…, distinto de cuando estamos pelando patatas. Y aquí podría estarse diciendo algo mucho más profundo: en la tranquilidad y en la tempestad, en la salud y en la enfermedad, en lo feliz y en lo que contradice, en la alegría o en las situaciones que nos apesadumbran, lo importante es que Jesús esté siempre en la barca y podamos “llevarlo tal como se halla”. Que no tenemos que cambiar el chip. Que todo nos huele a Jesús, que siempre es Él, aunque haya mar serena o vientos que tumban la barca. Que tenemos que hacer del Evangelio una historia personal, familiar, ¡de la vida misma!, hasta el punto de que Jesús nunca se bajó de la barca…, siempre estuvo allí, va con nosotros tal como estaba…, aunque también se duerma muchas veces. Pero sigue “hallándose allí, tal cual”, sin haber variado nunca. Y el día que Él quiera, nos tomará “a solas” y nos explicará… Que para eso Él tiene mil maneras de hacerlo, partiendo de los mismos hechos normales humanos. [Por eso soy tan poco proclive a la fácil coartada de “me ha tentado el demonio”; porque Jesús sigue en la barca siempre, y sólo si me tiro al agua por mi cuenta, me ahogo. Si no, Él sigue “tal como antes”, y yo tengo en él mi fuerte recurso para salir delante de mis propios vientos contrarios].

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