miércoles, 1 de mayo de 2013

MAYO Y SAN JOSÉ OBRERO


VARIAS CELEBRACIONES
             Unimos hoy en esta fecha de 1 de mayo varias celebraciones cristianas.  En la LITURGIA está SAN JOSÉ OBRERO.  La Iglesia busca siempre ofrecer al cristiano una alternativa a las otras formas de diferente tipo que se van dando a lo largo de la vida humana.  Y cuando el mundo del trabajo constituye una fiesta reivindicativa (y muchas veces agresiva), la Iglesia pone un modelo de trabajador que es modelo para todo el que trabaja bajo la mirada de Dios y para la gloria de Dios.
             Partimos los creyentes de un hecho esencial y básico: la vida no es para vivir enfrentados, para crear luchas, para ahondar diferencias.  Y mucho menos en un aspecto tan consubstancial a la vida como es el trabajo.  El trabajador –y es tan trabajador el que trabaja “arriba” y crea posibilidades de trabajo, como el que trabaja directamente en la realización del trabajo material- es un privilegiado que colabora en completar y adornar la misma obra de Dios.
             Un privilegiado, porque TRABAJA, porque vive la dignidad del trabajar, de crear, de construir, de vivir en permanente servicio de la comunidad humana.  Será un peón o un ingeniero; un carpintero o un gerente de empresa. TRABAJAR es estar “inventando” o “re-inventando” a cada paso y en cada momento.  TRABAJAR es estar teniendo el gozo de llevar un salario al hogar, de hacer medrar a una nación con la creación de nuevas fuentes de economía.  TRABAJAR es saberse un colaborador de Dios, porque Dios nos dio los medios, las materias primas…  Y porque a hombres y mujeres, a estudiantes y a labradores o pastores, nos toca “manufacturar” esas materias. Lo que Dios nos dejó sin hacerlo Él mismo, y que nos dejó la grandeza de poder hacerlo nosotros.
             Esa es la forma de reivindicar que tiene el trabajador cristiano.  Y la de TRABAJAR BIEN, la de TRABAJAR CON HONRADEZ, el de TRABAJAR CON ALTURA DE MIRAS.  Porque –ya lo he contado varias veces- se puede “trabajar aperreado”, “trabajar para ganar el pan de los hijos”, “¡construir una catedral!”   Son tres formas de vivir el mismo trabajo.  Y se puede trabajar para hacer lo mejor y sentir el orgullo “de un suelo bien limpio” (como aquella limpiadora que se sentía orgullosa de su fregado), o se puede barrer dejándose atrás las pelusas… (en donde no queda ni la satisfacción de haberlo hecho bien, y únicamente se está mirando a la moneda del final del día; ¡miras demasiado cortas y pobres!).  Se puede trabajar con el orgullo de levantar una nación, o destruyéndola por no trabajar o no trabajar responsablemente.
             LA FIESTA DE SAN JOSÉ OBRERO comienza con la lectura del Génesis…, de la Creación por parte de un Dios “que trabaja” por bien del ser que va a colocar en la vida: el hombre y la mujer…  Un Dios que realiza con perfección todas sus tareas (sus “trabajos”), y puede mirarlos al final de “cada jornada” y gozarse de lo bien hechos que están.  Y que tiene el día séptimo PARA DESCANSAR DE TODO EL TRABAJO QUE HABÍA REALIZADO.  Y Jesús dirá: Mi Padre sigue trabajando, y Yo también trabajo.  Porque Dios descansa también en ese permanente trabajo suyo de conservación de lo que ha creado. Tal lectura en esta celebración, está poniendo a José como el padre de familia, carpintero, obrero…, como el hombre trabajador…, pero nunca cruzado de brazos, porque descansa también cuando –en su descanso laboral- permanece haciendo lo que tiene que hacer.

             Y a la otra parte, o formando parte de la misma fecha, se inicia el MES DE MARÍA.  Un mes que nos ha dado tantos gozos, tantas satisfacciones, tantos momentos de ternura y humanidad, tanta formación religiosa…, ¡y tanto amor a la Madre del Cielo!  Los que tuvimos la dicha de vivir el MES DE MARÍA en la casa y en el colegio, en las Iglesias y en las calles, cantando al amanecer las alabanzas de María, sabemos la huella indeleble que nos ha dejado EL MES DE MAYO.  No había entonces en ese mes ni día de la madre ni otros sentidos comerciales.  HABÍA FLORES porque expresaban el obsequio cariñoso a la Madre del Cielo…, y hacer de sus altares, sus imágenes, sus altarcitos domésticos…, unos vergeles de colores y aromas.  Y sobre todo, ¡el alma puesta en esas flores!, o la papeleta depositada al pie de una imagen de María en la que se expresaba el pequeño obsequio personal con que ese día se quería adornar el propio amor del hijo hacia su Madre.

             ¡Buena falta nos hace a esta generación “culta” del siglo XXI, que ha subido tanto en su “cultura”, elevar un poco las miras de tanto pragmatismo y utilitarismo, de tanta competitividad sin humanidad, de tanto progreso sin Dios y sin corazón, aportarle –desde lo pequeño de cada uno- esa nota de ternura, de capacidad de sentimientos humanos, de necesidad de un pecho en que apoyar nuestra cabeza casada…!   De ponerle delante la dulzura de una MADRE, y la posibilidad de sentirnos más humanos porque aún nos sentimos gozosamente NIÑOS, que puedan dormir sobre el Corazón de la MADRE DEL CIELO.

2 comentarios:

  1. José Antonio9:44 a. m.

    El trabajo se dignifica, cuando sin absurdas ñoñerías, se hace envuelto de valores evangélicos, por otro lado nada fácil. Tenemos la tendencia a deslindar las labores profesionales de nuestra fe, es como ser buenos "profesionales" aparcando mis creencias en la puerta (aquello de no mezclar churras con merinas). Para un seguidor de Jesús, fe y trabajo no han de ser caminos paralelos, sino que es un hacer mi trabajo (el que sea) impregnado de valores que vienen marcados por mi fe y que trasluce mi obrar profesional de una forma distinta a la simple ejecución de un trabajo. No se trata de hacer por lo que creo, sino de creer en lo que hago (y porqué lo hago).

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  2. Ana ciudad2:53 p. m.

    Comerás del fruto de tu trabajo....LO que habría de realizarse de un modo placentero y apacible,despues de la caída original se volvió dificultoso y a veces agotador.Durante mucho tiempo se despreció el trabajo material como medio de ganarse la vida;y con frecuencia observamos cómo la sociedad divide a los hombres por lo que ganan, considerando unas tareas más nobles que otras.
    El trabajo, es testimonio de la dignidad del hombre;el trabajo quedó santificado al ser asumido por el HIJO DE DIOS y desde entonces puede convertirse en tarea redentora,al unirlo a Cristo Redentor del mundo que ha dado una dignidad eminente al trabajo ejecutándolo con sus propias manos en Nazaret.
    No olvidemos ofrecer cada día,alguna hora de trabajo o estudio a nuestra MADRE en este mes de mauyo, mes de las flores que dedicamos a su amor.

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