viernes, 24 de mayo de 2013

Solos, aterrados y atónitos

Mc 6, 47-52
             Lo ocurrido allí había dejado perplejos a los apóstoles, directos protagonistas de aquel prodigio. Las gentes pudieron ser más o menos conscientes. Pero cuando los doce pasaron con sus canastos recogiendo la sobras, fueron comentando a la gente la realidad de lo sucedido. Y la gente se fue admirando, emocionando…, y reaccionando de la forma más propia que ellos podían concebir.  Un líder que llega a tener esa aceptación…, un poderoso en obras y palabras que los mantiene horas escuchando sus palabras, y que cura a sus enfermos…, y encima saca pan y comida de donde no la hay, en el “rey” que ellos necesitan. Jesús es ha hablado del “Reino”… Y –a lo humano- ellos pueden concebir que ha llegado la hora de que el pueblo tima la iniciativa y lo proclame “rey”. [que en realidad para ellos vendría a ser como un “alcalde” con fuerza para remover a un pueblo que estaba necesitado].  Los apóstoles no le hacen ascos a esa idea y suman su entusiasmo porque se pongan en movimiento en orden a ese nombramiento.  Que hay que pensar que no estaba lejos de las ambiciones de poder que ellos albergaban continuamente… Podía ser aquella la hora y la ocasión.
             Y cuando legaron a Jesús con sus canastas llenas, alguno más ambicioso u otro menos perspicaz, le adelantan a Jesús –con el mayor entusiasmo- que seguramente es ese el momento que tanto esperaba de “establecer el reino de Dios”.  A Jesús le entristeció sobremanera que los Doce entraran en esa falsa idea, ¡con tantas veces que Él les había hablado de un Reino tan distinto a lo que ahora a ellos les entusiasma.  Así se explica la expresión del evangelista: al punto les obligó apremiantemente que se embarcasen y se le adelantasen a la ribera opuesta.  ¡Totalmente A LA OPUESTA!..., y solos…, sin Él…  Diríamos en nuestro lenguaje que a Jesús “le habían dado un disgusto”.
             Se embarcaron, con ese profundo pesar de tal final del día.  Jesús se fue a las gentes y, con buenas dotes de persuasión y conociendo bien a psicología de la masa, los despidió.  San Juan nos dirá que se retiró al monte a orar a solas.  ¡Eran los grandes momentos de Jesús!  Y quizás en este momento, su gran necesidad…  Poner en orden –en clima de profunda oración- todo lo que había ido sucediendo, aquel día…; dejar el alma en manos de Dios y dejarse empapar por su Presencia… Buscar nuevas “rutas” que Dios quisiera marcar…  Y pasar horas en ese relajante diálogo de oración confiada y, juntamente, de desahogo, rendida obediencia, ilusiones de futuro del verdadero Reinado de Dios…
             Pero cuando hubo anochecido, estaba la barca en alta mar y él solo en tierra.  Oraba Jesús y su oración a Dios no despegaba sus ojos de aquellos hombres.  Y si ya había sido “tormenta” aquel embarque a solas y con el Maestro contrariado, otra tormenta del Lago, con vientos y olas amenazantes, se venía a sumar a la situación.  Y Jesús no está tan embebido y ajeno en su oración, que se haya descuidado de sus amigos.  Dice el evangelio que jadeaban bogando porque el viento les era contrario…
             Jesús no es que deje su oración sino que su oración se traslada ahora al lugar donde están sufriendo sus apóstoles…  Y se viene a ellos. Marcos y Mateo nos dicen que caminando sobre el mar Juan lo expresa de manera que lo mismo puede interpretarse que viene por la playa, porque la barca estaba tan cercana (sin que ellos lo advirtieran) que Jesús no tuvo ni que subir a ella.
             Si seguimos con nuestro evangelio de Marcos, tenemos a Jesús que viene a ellos caminando sobre el mar.  ¡Por si les faltaba algo, ahora se encuentran con un nuevo horror!: un fantasma… ¿Quién, si no, podía dibujar entre las olas aquella figura blanca que parece pasar de largo por donde está la barca? Y gritan más, más desaforadamente, más horrorizados, porque perdieron la serenidad… Están fuera de sí… Se les han acumulado muchas cosas y ya rompen estentóreamente.
             Entonces se oye la voz de Jesús: Tened ánimo, SOY YO; no temáis. Eran tres palabras más que suficientes para saber que no era un fantasma, sino Jesús mismo. Eran palabras que ellos habían escuchado de una u otra forma como expresiones muy frecuentes en Jesús.
             Otra vez se bifurcan los evangelistas. San Mateo imprime dramatismo con aquella salida de Simón Pedro que pide –en su terror contenido- una prueba de que es Jesús y no un fantasma: Si eres Tú, mándame ir a ti andando sobre el agua.
             Yo imagino la sonrisa amplia que se dibujó en el rostro de Jesús. Aquello era una chiquillada, pero era hermoso oír a aquel hombre que la decía…  Que seguramente la decía sin saber lo que estaba pidiendo.  Y con simpática respuesta, Jesús le dice:  VEN.  Ahora son los otros Once los que se quedan pasmados de ver que Simón echa los pies fuera de la barca y se deja descolgar en medio de los vientos y las olas… Pretendieron seguramente impedírselo…, pero antes ya estaba Simón caminando sobre el mar en dirección a Jesús, que estaba a escasa distancia. Sucedía todo según la fe que había mostrado.
             Pero vino un golpe de viento que lo tambaleó… Lo tambaleó  físicamente y en su misma fe… Ahora es cuando se mira a sí mismo, se asusta de ver lo que está haciendo…, y al apartar sus ojos de Jesús, empieza a hundirse… Un grito espantoso de angustia se le escapa suplicando; Señor, socórreme.  A Jesús le bastó alargar la mano, y asirlo para que se mantuviera a flote… Y con cariño y sorna le dijo: ¡Qué poca fe!  Por dentro sonreía Jesús.  O reía. Porque todo aquello no era para menos.
             Como la barca estaba allí mismo, Marcos nos dice que Jesús subió a ella y amainó el viento.  Ahora no preguntan, como la otra vez. Lo que nos dice el evangelista es que estaban desmesuradamente atónitos… No les salía el resuello. Y nos añade:  es que no se habían dado cuenta cabal  todavía de lo acaecido con los panes, sino que su corazón “estaba estúpido”.

             San Mateo lo concluye de otra manera: se postraron delante de Él, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.  

3 comentarios:

  1. Ana Ciudad5:40 p. m.

    Hoy celebra la Iglesia la festividad de la Virgen bajo la advocación de MARÍA AUXILIADORA.Auxilio de los cristianos le decimos en la letanía del Santo Rosario.Acudamos a Ella ,que fue la fiel intérprete de las enseñanzas de Jesús y pidámosle que sepamos abrir nuestro corazón a las enseñanzas de su Hijo y hacerlas vida de nuestra vida.

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  2. José Antonio5:51 p. m.

    Me uno al recuerdo de hoy de María Auxiliadora, la Virgen de D. Bosco. Muchos, aprendimos a amar a la Virgen bajo esa advocación en el mundo salesiano y que tanto bien ha hecho, hace y hará a tantos jóvenes (y no tan jóvenes) que hoy 24 de mayo, celebramos. Como decía D. Bosco, "Ella lo ha hecho todo".

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