domingo, 2 de septiembre de 2012

Domingo de sinceridades


LO QUE MANCHA
                Tras los cuatro domingos de instrucción expresamente eucarística con que se cambió el seguimiento de San Marcos por San Juan, hoy regresamos a San Marcos. Lo hace la enseñanza litúrgica abriendo camino con la 1ª lectura que está tomada del libro que encierra la pauta de vida religiosa que ha de vivir el pueblo de Dios. Por eso, lo primero que le toca a ese pueblo es escuchar la Palabra de Dios, para poder vivirla. [Nadie puede vivir lo que ignora…, ¡que ya es una urgente llamada a toda persona coherente]. Y lo que Dios pone delante con sus llamadas al alma es la auténtica sabiduría el hombre, “vuestra cualidad de inteligentes”, que hasta va  a llamar la atención de esos otros pueblos limítrofes, que van a tener que reconocer (aunque no lo hagan en voz alta) que este pueblo (el del Dios de Israel)  es un pueblo sabio e inteligente…; no hay otra nación (otro modo de pensar y sentir) más justo, ni que tenga más cerca a sus dioses.  Realmente la diferencia entre un pueblo sin Dios y un pueblo que cuenta con Dios, es abismal. [San Pablo lo explica muy bien su carta a los fieles de Roma, en su primer capítulo].
                Y queda ahora constancia de ello en uno de los capítulos más grandes que se han escrito en los evangelios.  Los fariseos se quejan (o atacan) a Jesús porque tus discípulos comen sin lavarse las manos.  Y el evangelista explica a qué se refieren los fariseos.  Ellos han inventado una costumbre/precepto de tener que lavarse las manos ritualmente antes de comer.  O sea: ya no se trata de lavarse las manos por higiene, sino como purificación “espiritual” para estar limpios delante de Dios.  Y para eso no es sólo “lavarse las manos” sino “restregando bien” (traducen unos), “lavándose hasta el codo” (en otras traducciones).  Bien se echa de ver el absurdo de que fuera Dios a distinguir un lavado “restregando fuerte”…, o hasta el codo” (que son formulaciones absurdas qu ridiculizarían el mismo sentido de Dios.  Y Jesús se enfrenta a ellos con una frase de la misma Sagrada Escritura: “Bien profetizó Isaías, diciendo: Este pueblo me honra con la boca, pero su corazón está lejos de mí; la doctrina que predica es doctrina vacía [huera, vana…].  La RELIGIÓN verdadera [re-ligión es ligarse a Dios con lazos doblemente fuertes y comprometidos] pospone los preceptos humanos y las “purificaciones” externas, porque esa VERDADERA RELIGIÓN se vive desde el corazón.  Porque lo que mancha a la persona no es lo externo que viene de fuera y se lava con agua, sino la suciedad que vierte el corazón.  “nada que entre de fuera puede hacer al hombre sucio.  Lo que sale de dentro es lo hace sucia a la persona.  Porque del corazón, de dentro, salen los malos pensamientos, las malas ideas, los malos propósitos, las fornicaciones y adulterios, los homicidios, las críticas y las envidias, la difamación y los robos, el orgullo y la frivolidad.  [Me parece leer en “fornicación/adulterio” no sólo esa materialidad concreta, sino esa conjunto de egoísmo que se encierra en sí y que busca el propio gozo e interés a su modo y manera…, que muchas veces es un “contra Dios”]. Leo esa expresión de “frivolidad, quejas, difamación, orgullo…, y estoy viendo tantas actitudes “suaves” de recelos, envidias, zancadillas, ligereza, cambios de actitudes: “hoy sí; mañana, no;  hoy me sirves y te uso y mañana te dejo en la cuneta… Con la palabra frivolidad ya estaría dicho mucho, y podría ser un retrato de mucha importancia para conocer a los que tienen el corazón sucio].
                En 2ª lectura entra hoy la carta de Santiago (el Menor; el pariente del Señor, que no es el apóstol Santiago, el hermano de Juan e hijo de Zebedeo). Santiago escribe carta de aplicaciones muy concretas. Por decirlo así, mientras San Pablo es el teólogo, Santiago es el “pastor”. San Pablo abarca  desde los grandes principios evangélicos con una amplitud exuberante. Santiago aplica, concreta.  Y hoy se fija en un detalle: Aceptad dócilmente la Palabra de Dios, que es la que puede salvar. Llevadla a la práctica. Y la religión pura e intachable a los ojos de Dios, es ésta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones, y no mancharse las manos con este mundo. Como hijo de su época, de las necesidades más acuciantes, va derecho a los huérfanos y viudas, que no tenían donde caerse muertos, y eran considerados por el vulgo como frutos de una maldición.  Luego añade ese no mancharse con este mundo, y ya sabe uno que “este mundo” no se refiere a nuestros semejantes con los que nos cruzamos, sin a ese mundo contrario al Evangelio.  Bien podríamos decir: el mundo de la frivolidad…, que hasta puede darse en apariencias “piadosas”.
                Por eso, cuando hoy estamos celebrando la Eucaristía, y ante Cristo (y con Cristo dentro) hemos de plantearnos lo que hay en nuestro corazón –que puede manchar e impurificar- un punto clave debe ser el de la frivolidad. Porque acudimos a muchas formas “religiosas” externas y que nada hacen cambiar el corazón… Porque nos perdemos en “lucimientos personales” (bajo capa de más espiritualidad…, y podemos andar sobre esa frivolidad que deja igual que se estaba…, aunque más de una vez caen bajo esa falta de criterio y madurez y estabilidad, otras personas a las que se les puede tener como “objetos de usar y tirar”, según conveniencias.  Y mal comulgamos cuando nos falta una actitud firme, responsable, de corazón puro…, pero puro de verdad y sin falsos engaños agocéntricos e inmaduros.

3 comentarios:

  1. José Antonio9:18 a. m.

    Palabras certeras (y muy directas) las de Jesús. A veces, nuestra fe no concuerda con nuestras expresiones externas de la misma y lo que brota de nuestro corazón. Que el Señor nos dé fuerzas para tener un corazón limpio y donde el centro de todo sea El.

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  2. Anónimo11:02 a. m.

    Del Señor viene la fuerza, efectivamente. Esa fuerza la podemos encontrar en los Sacramentos y la Oración diaria. La voluntad la tenemos que poner nosotros. Vivir una vida de aparente religiosidad externa, incluso sacramental no nos servirá. Por sus frutos los conoceréis. Como es el corazón, así serán las obras . Especialmente ruego por los desagradecidos y desagradecidas de este mundo. Los que se olvidan o dan de lado a quienes deberían animar y acoger. Los que quieren ver una iglesia gloriosa en buenas obras, y sin embargo con sus obras, y sus actos de acción u omisión están alejando a menudo a aquellos que querían estar. Que ni entran ellos, ni dejan entrar a los demás. Por todos esos y esas pido yo, para que alcancen a comprender. Alguno puede pensar que soy una soberbia o soberbio por no incluirme yo en esta oración, pero las intenciones del corazón las conoce Dios, y las lenguas de las murmuraciones y juicios están siempre delante, desacreditando a la Iglesia. Gracias a Dios por todos los santos y santas conocidos y desconocidos que supieron dar gloria a Dios con sus vidas, y dar el paso que Dios pide.

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  3. Ana Ciudad12:21 p. m.

    Las purificaciones,costumbres de los judios,de se nos habla el Evangelio de este domingo yo creo que no se hacían por motivos de higiene sino que tenían un significado religioso.Eran símbolo de la pureza moral con la que hay que acercarse a Dios.Quizá,en algunas ocasiones,no nos sea fácil vivir como buenos cristianos en ambiente que han perdido el sentido moral de la vida,pero el Señor nunca nos prometió un camino cómodo,sino las gracias necesarias para vencer.Dejarse arrastrar por respetos humanos,por miedo a parecer poco naturales,revelan una personalidad débil,vulgar y sobretodo poco amor al Maestro.

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