lunes, 3 de septiembre de 2012

Acoger o no acoger. Esta es la cuestión


SE ALEJABA
                Dos lecturas que parecen hechas la una para la otra.  De una parte, San Pablo sigue en esa base fundamental para acoger el evangelio que es la sencillez, la humildad…: me  presenté ante vosotros débil y temeroso, y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, para que vuestra fe no se apoye en sabiduría de hombres sino en el poder de Dios.  Es el secreto de todo apóstol, de todo cristiano, de todo fiel a Jesús.
                Y cuando pasamos a esa pieza clave del Evangelio, que San Lucas nos trasmitió casi como el arranque de la misión d Jesús, nos encontramos a ese Jesús ilusionado con llevar a su pueblo y a sus paisanos de toda la vida el nuevo gran tesoro que se le ha encomendado: su obra mesiánica.  Y que fue muy bien recibido es evidente, con la deferencia de darle a Él la explicación de la Palabra de Dios el sábado en la sinagoga.  Y le tocó aquel gran anuncio: El Espíritu del Señor está sobre Mí. Me ha enviado para dar la buena noticia a los pobres (=el evangelio), para anunciar la libertad a los cautivos, y a los ciegos la vista. Para dar a libertad a los oprimidos y anunciar el año de gracia del Señor (=la amnistía).  [Ya aquí había hecho algo llamativo, osando saltarse un versículo].  Y dentro de la admiración general al oírle tales cosas, no admiraba menos que sólo había leído las palabras de gracia (omitiendo ese versículo que hablaba de la ira).  Y los ojos los tenían clavados en Él.  Podría prometerse una acogida.
                Pero surgió el que se queda “mirando la bandera” y en vez de ir al meollo, se va por lo que puede picar…, por minar terreno, por decir “su palabra despectiva, y levantó la voz para ser escuchado: ¿Y no es éste el hijo de José?  Con su ocurrencia levantaba una sospecha, un desprecio, un decir: yo me las é mejor que todos…
                Y las alabanzas se volvieron lanzas.  Había bastado una sola palabra, de apariencia inocente, y aun jocosa (si se quiere) para romper todo un clima. Jesús vio los gestos, las miradas cómplices, las sonrisas burlonas. Y les salió al paso con dos ejemplos muy fuertes: cuando un profeta no es recibido en su patria (en Israel), se sale a los extranjeros… ¡y es bien recibido por ellos!
                Evidentemente aquello exacerbó a los paisanos, que no se anduvieron con chiquitas.  Como todo el que no tiene razón, reaccionaron agresivamente. [Decía un profesor mío que cuando un alumno se sabe la lección, la expone.  Cuando se la sabe a medias, aduce el testimonio de Santo Tomás. Y cuando no se la sabe en absoluto, grita].  Así aquella aldea se levantó contra Jesús y Jesús tuvo que salir por pies de la sinagoga y tomar distancia de ellos porque se les veían sus intenciones.
                Jesús corrió delante… El tiempo y la distancia fue también aminando a muchos, aunque permanecieran en su intento los más exaltados. Luego, Jesús se detuvo y se volvió y los miro de frente.  Los cobardes suelen recular cuando alguien con personalidad les mira.  Se detuvieron expectantes. Se extrañaron de que Jesús se les venía hacia ellos. Dudaron pensando si Jesús iba a entrar agresivamente y hubo un silencio.  Jesús pasó ante ellos, se abrió paso sin que mediara una sola palabra, y se alejaba.
                No nos dice en nuestro idioma todo lo que había en aquella expresión.  Porque el modo y tiempo griegos empleados por el evangelista Lucas –hombre culto- era de una fuerza escalofriante.  No es simplemente que Jesús se alejaba huyendo del peligro, salvando la engorrosa situación, esperando tiempos mejores. “Se alejaba” es una acción que empieza y que no tiene vuelta atrás. 
San Lucas ha concentrado en un solo episodio lo que otro evangelista desarrolla en tres etapas.  Es posible que esas tres etapas expliquen mejor el proceso de rechazo que se fue produciendo en los paisanos.  Pero Lucas tiene una fuerza dramática imponente, y nos ha dejado un esquema magnífico para poder comprender nosotros lo que ocurre cuando no hay acogida a Jesús, a la verdad, a la fe, al enfrentamiento de las cosas como deben ser. Cuando se hace el brindis al sol como quien se siente muy seguro de sí y piensa poder derruir con una chanza la verdad incuestionable de Jesús. Digo una chanza como puedo decir un crítica que se deja caer como quien no hace nada…  Y basta para encender una chispa que ya no es fácil de apagar.
Concluyo con el gozo del Salmo¡cuánto amo tu voluntad, Señor!

2 comentarios:

  1. Ana Ciudad3:24 p. m.

    No hay pobreza mayor que la que provoca la falta de fe,ni cautividad y opresión más grande que las que el demonio ejerce en quien peca,ni ceguera más completa que la del alma que ha quedado privada de la gracia.El pecado produce la más dura tiranía.

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    1. Anónimo8:33 p. m.

      Gracias Ana Ciudad. Su comentario creo que puede ayudar a muchas almas.

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