martes, 25 de septiembre de 2012

Regar hacia arriba


ACEQUIA DE AGUA
          Mi madre era muy amante del campo. Y yo mamé de ella ese regusto por él.  Me gustaba mucho regar.  Eso de tener una buena acequia de agua e irla llevando a los bancales (parcelas dentro de un terreno de labor), era un disfrute de mis veranos. Regar así fue tan gustoso que –aunque parezca mentira- yo he regado en una acequia cuesta arriba, y lo siento como uno de los logros más gustosos de esa labor. Las plantaciones de melones, calabazas sandías, crean rastras que caen sobre las acequias, y pueden pudrirse si quedan sobre el agua.  Por eso, previamente había que hacerles una “cama” de paja que cubría todas las acequias de ese plantío.  El agua entraba por debajo de la paja y las rastras reposaban sobre esas pajas sin mojarse.
             El libro de los Proverbios (21, 1-6, 10-13) empieza hoy diciendo que  el corazón del rey es una acequia en manos de Dios: la dirige a donde Él quiere.  Y eso es como esa agua fecunda que hoy penetra mi corazón, con la “cama” bien preparada de antemano para que las rastras no lleguen a mojarse. Si el corazón del rey (¡que es el rey) ya es conducido por la mano del Gran Labrador adonde el labrador quiere, significa que cualquier corazón también es dirigido por los zig-zag de las acequias de la vida, y que siempre las dirigirá con mano experta para que el riego beneficie y no dañe; que al agua llegue a la altura que debe llegar y no más, ni se quede en menos.  Y tiene que saber cortar la entrada de la acequia antes de que parezca todo lleno, para que no rebose.  Lo que Dios quiere es que se riegue con “justicia” y rectitud (lo justo, lo necesario y lo conveniente). Es lo que no hace el malvado, el de boca embustera, que –al final- se disipa como humo; busca la maldad y carece del sentido de la piedad (ese amor sencillo que mira a Dios y se refleja en el hermano).  Dios lo observa, como observa el corazón del justo. La oración del justo es acogida; los gritos del malvado no llegan ni a las nubes; por supuesto no traspasan más allá.
             Yo no sé si acierto en mi interpretación del Evangelio de hoy. Sé que un día se me hizo una luz que yo nunca había caído en la cuenta.  No hacía mucho que los parientes de Jesús consideran que Jesús ha perdido el juicio porque está pretendiendo actuar como mesías, y está predicando y haciendo cosas “muy raras” que aquellos parientes –como judíos del pueblo- no saben comprender.  Vinieron por Él para llevárselo…, pero se fueron de manos vacías. Jesús continuó su obra.
             En este evangelio de hoy reaparecen esos parientes, pero con una variante (¿una coartada?): traen a la Madre de Jesús, buen imán –pensarían ellos- para poderse llevar a Jesús.  Evidentemente María estaba muy ajena a esas intenciones. Venía, sí, con gusto a ver a su Hijo.
             Los parientes enviaron recado a Jesús de que “aquí están tu Madre y tus hermanos, que quieren verte”.  Muy bien conocía Jesús a su Madre. Muy bien conocía que su Madre jamás se había interpuesto en su camino. Bien sabía que su Madre vivía en un FIAT permanente, y que precisamente su gran sentido era –como se había ido viendo siempre- escuchar la Palabra de Dios y aceptarla y vivirla.  Su HÁGASE EN MÍ según tu palabra era el inmenso testimonio y el tesoro riquísimo que guardaba siempre en el arca de su Corazón, cuando entendía y cuando no entendía.  Por tanto podemos dar por hecho que  María no estaba en la dimensión de los parientes. Por eso Jesús puede quedarse sin acudir a la cita, mientras da la gran enseñanza (que muy bien alaba a su Madre), de que mi madre y mis hermanos ahora son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica.  Y siguió en su catequesis con los que estaban el fas de escuchar.
             Cuando muy temprano he celebrado la SANTA MISA (y sigo con ese término de “MISA” porque es significación de “envío”…, poner por obra lo que se vive en ella), el PADRE NUESTRO me ha hablado con ráfaga luminosa. En efecto, el REY-Dios está tan por encima de los “reyes” que es Dios quien conduce y dirige las aguas de la acequia. Y saberse “rastra” que se acuesta sobre “la cama” para no pudrirse mientras las aguas están regando las raíces, santifica el Nombre de Dios: expresa la SANTIDAD de Dios y la proclama.  Y ahora se acuesta dulcemente con la seguridad de que siempre es buena esa voluntad de Dios, que se hace ya en el Cielo (es la eterna felicidad de los bienaventurados), y que igualmente ha de hacerse en la tierra.  Y será ese futo de paz y serena felicidad lo que de el pan de cada día, el elemento alimenticio que ponga todo el organismo en funcionamiento y salud.  Que las esclavitudes que el maligno pretende enredar en los pies de los creyentes en Dios y en Cristo, no puedan nunca derribar ni detener el paso firme de quien se sabe “acequia dirigida por Dios, a donde Él quiere”.
             Eso no quita que hay que aprender a regar cuesta arriba.  Y no es fácil –ya lo hice aquella vez que he contado- porque hay que ir fortificando y elevando los caballetes de la acequia para que embalse más y más hasta que se produzca el sifón necesario para que el agua vaya embalsando y así pueda ir corriendo “cuesta arriba”.  Naturalmente el agua no va cuesta arriba.  Lo que hay es un embalse que al irse llenando, desagua por donde se le va dirigiendo.  Dios es mejor Labrador que yo.

2 comentarios:

  1. francisca de DIOS1:32 p. m.

    francisca de DIOS quèmaravilla poder considerarme- yser- tu madre y tus hermanos. Pues lo soy, atenniéndome a la definición que das de tu madre y tus familiares más cercanos´..los que escuchan la palabra y la cumplen.Cada dia laleo en mi Evangelio. Ponerla por obra... ya es más dificil.Pero con tu ayuda es posible acogerla en mi corazón. como tu madre , y dejar que se forme en mi un homhre nuevo, a tu imagen,,,,,

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  2. Ana Ciudad2:06 p. m.

    Jesús dijo:Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen.Toda la vida de maría se esconde en el más profundo silencio.La Virgen no se desconcertó por la respuesta de Jesús.Ella compredió que era la mejor alabanza que podía dirigirle su Hijo.Nadie mejor que ella cumplió con tanto amor la voluntad del Padre y nadie estuvo más unida a Jesús que su Madre Quizá a los pocos minutos, la Madre se encontró con su Hijo y le agradeció tan extraordinaria alabanza.

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