lunes, 6 de enero de 2020

6 enero: Manifestación a los gentiles


LITURGIA        Epifanía
          .           Israel, hundido en el pesimismo de la soledad y la oscuridad del desengaño, se anima con la esperanza de una luz que habrá de surgir en él, e iluminar al mundo entero. A eso responde la 1ª lectura (Is.60,1-6), que comienza con esa llamada a la esperanza: ¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Parte del supuesto de que las tinieblas cubren la tierra y la oscuridad los pueblos, pero en Israel amanecerá el Señor.
          Y con una profecía de profunda esperanza, exhorta a levantar la vista y mirar a todos los que vienen a ti: tus hijos llegan de lejos. Y entonces será radiante la alegría, y se ensanchará el corazón. Te inundará una multitud de camellos, trayendo incienso y oro y proclamando las alabanzas del Señor.

          Eso se hace realidad no sólo en Israel sino también en los pueblos gentiles, como expresa Pablo en su carta a los Efesios: 3,2-3. 5-6: Ha sido revelado por el Espíritu Santo a los apóstoles y profetas, que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la Promesa en Jesucristo, por medio del Evangelio.

          La narración gráfica de esa manifestación a los no judíos es la que nos aporta el evangelio de Mateo (2,1-12) con la descripción de la llegada de los Magos de Oriente a adorar al recién nacido rey de los judíos. Vienen siguiendo una estrella que se les ha hecho manifiesta en Oriente, y que los guía por el camino, pero que desaparece al llegar a Jerusalén. Nada más lógico que preguntar al rey de Israel, Herodes, por el rey que ha nacido.
          Aquello era una bomba en el modo de ser de Herodes, soberbio y engreído con el poder, y sanguinario como era. Por eso dice el texto que se sobresaltó Herodes y todo Jerusalén con él, porque era imprevisible cómo podía reaccionar el rey ante aquel anuncio.
          Herodes no tiene idea del asunto. Pero convoca a los doctores y sumos sacerdotes para que estudien el caso, y encuentran que está profetizado que de Belén saldrá un jefe que será pastor de Israel. Herodes indaga de los Magos cuánto tiempo hace que tienen noticia de aquello, y los encamina hacia Belén, con el encargo de que se enteren bien del lugar, y les dice que así podrá también él ir a adorarlo.
          Los Magos emprenden el camino y la estrella reaparece y, dice el texto, que vino a posarse sobre la casa en la que estaba el niño. Lo encuentran con María, su madre, y ellos se postran y adoran, y ofrecen sus dones de oro, incienso y mirra.
          Bajo toda esta descripción, Mateo está queriendo mostrar que Jesús no sólo ha venido para Israel sino que Dios se ha hecho presente a los mismos pueblos paganos, no judíos, y se ha manifestado de esta manera al mundo entero. Fiesta, pues, la que hoy celebramos que nos incumbe muy directamente a nosotros, que no somos Israel, pero a quienes también se nos ha venido a las manos el Salvador. Jesús ha nacido en Belén para toda la humanidad y por tanto nos pertenece. Celebramos hoy nuestra fiesta y nos alegramos con la alegría que expresa la 1ª lectura.
          Concluye el texto de este evangelio diciendo que Dios avisó a los Magos para que no volvieran a Herodes y que se marcharon a su tierra por otro camino.

          Jesucristo se nos manifiesta cada domingo en la EUCARISTÍA y lo que nos toca es prosternarnos ante él como los Magos y ofrecer nuestros propios dones personales, de más valor que el oro, el incienso y la mirra, porque es el don de nosotros mismos.


          Agradecidos a Dios porque nos ha manifestado a su Hijo, hacemos confiadamente nuestras peticiones.

-         Para que nos muestre su estrella que nos conduzca hasta Jesús. Roguemos al Señor.

-         Para que vivamos la alegría de nuestra fe. Roguemos al Señor.

-         Por el pueblo judío y por todos los pueblos para que encontremos al Señor. Roguemos al Señor

-         Para que, en la Eucaristía, ofrezcamos el don de nuestras personas y cosas. Roguemos al Señor.

          Te rogamos que te manifiestes a nosotros y nos hagas sentir la presencia de Jesús.
          El cual vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
          AMÉN.

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