miércoles, 22 de enero de 2020

22 enero: Extiende el brazo


LITURGIA       
                      .Quienes tuvimos la suerte de estudiar la “Historia Sagrada”, supimos desde niños la historia que hoy nos cuenta la 1ª lectura (1Sam.17,32-33.37.40-51): la lucha dispar entre Goliat y David.
          Saúl estaba sufriendo los ataques de los filisteos, que no le dejaban en paz. Los ejércitos de uno y otro bando estaban dispuestos para entablar una batalla, pero Goliat, fiado de sí mismo y de sus artes guerreras, propone una lucha cuerpo a cuerpo con alguien designado del ejército de Saúl.
          David se ofrece al rey para salir a luchar y Saúl considera que es imposible una lucha tan desigual, entre Goliat, guerrero empedernido, y David, un muchacho sin artes marciales. David insiste y Saúl lo deja. Al principio, vistiéndole el traje de guerra con sus pesadas piezas, a las que David no puede adaptarse, y luego finalmente con David armado solamente de una honda y piedras y un cayado.
          Goliat lo desprecia, y David le reta, porque él sabe que él va en nombre del honor de Dios, y eso vale más que todas las fuerzas del filisteo. Echa a correr en dirección a Goliat, saca una piedra de su zurrón y lanza su honda con tal destreza que le clava la piedra al filisteo entre ceja y ceja, y le derriba de bruces en tierra.
          No era la destreza del guerrero ni su corpulencia la que ganaba aquella lucha, sino ir, como David, en el nombre de Dios y para defender al pueblo de Dios.
          Es una lección útil, aplicada a la realidad humana en general. Muchas personas andan caídas frecuentemente en pecado, que se presenta como el gran poder que les domina y ante el que no saben defenderse. Más de uno se ampara en que “le tienta el demonio”. Pero la solución está en proceder como David, con aparentes pocos elementos de defensa pero muy aferrados al amor a Dios, y al deseo del honor de Dios, que tiene mucha mayor potencia si se sitúa uno de cara a Dios y actuando con la fuerza de Dios, que puede más que todos los demonios juntos. Lo que puede faltar es el arresto de David que se lanza a la lucha con una honda y cinco piedras…, pero actuando en nombre de Dios.

          Otro episodio en la sinagoga y en sábado. Los evangelios tienen especial empeño en presentarnos a Jesús como liberador de normas externas, y de poner un “vino nuevo” que desbanca lo antiguo y procede con la libertad propia del nuevo régimen que trae Jesús.
          Mc.3,1-6 nos lleva a la sinagoga un sábado. Y un hombre con parálisis en un brazo, para poner la atención en la actitud de Jesús y de los fariseos. Ellos estaban al acecho para ver cómo procedía Jesús ante aquel hecho, y ver si curaba en sábado, porque así tendrían ocasión de denunciarlo y acusarlo.
          Jesús quiere actuar en connivencia con lo razonable, y no se lanza sin más a hacer que aquel brazo paralizado se extienda curado. Sino que trata de implicar a la gente y de poner de manifiesto la actitud de los fariseos. Y le dice el hombre: Levántate y ponte ahí en medio. Quiere Jesús hacer patente la situación y que ante el dolor ajeno se levante un sentimiento interno de compasión y de decisión de que lo cure. Y pregunta a todos: ¿Qué está permitido hacer en sábado?: ¿hacer lo bueno o lo malo (que es dejar de hacer lo bueno que puede hacerse); salvar la vida de un hombre o dejarlo morir? Jesús llevaba al extremo su pregunta. Podrían siquiera distinguir lo que es hacer el bien de dejar de hacerlo, y de salvar una vida o dejarla morir. ¡Algo se podría hacer en sábado ante esos extremos!, quería hacerles ver el Señor.
          Pero obtuvo el silencio por respuesta. No querían responder porque lo razonable era decir que se debe hacer el bien o se debe salvar una vida…, pero entonces daban rienda suelta a la acción de Jesús, que estaban vislumbrando. Y prefirieron callar para no darle pie a actuar.
          La mirada de Jesús a aquellos individuos fue una mirada tremenda, porque era echarles en cara su inhumanidad…, su absurdo de no dejar vivir en sábado. Y dirigiéndose al hombre paralítico, le dijo: Extiende el brazo. Acción que, por otra parte, no suponían ningún trabajo. Y el hombre quedó curado.
          La indignación de los fariseos, en connivencia con los herodianos, fue mayúscula. Y no tuvieron otra reacción que la de plantearse el modo de acabar con Jesús. A una sinrazón pretenden ahogarla con otra mucho mayor.
ESCUELA DE ORACIÓN, Málaga. Viernes 24

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