lunes, 20 de enero de 2020

20 enero: Vino nuevo


LITURGIA       
                      .Lo que se temía ocurre: que un rey terreno no es perfecto, y que Saúl –aun elegido por Dios- no es el hombre que vive con fidelidad los mandatos del Señor.
          1Sam.15,16-23 es la reconvención de Samuel a Saúl porque en su batalla contra los amalecitas, no ha consagrado al exterminio los despojos de los enemigos. Samuel se lo muestra así a Saúl, quien defiende que él ha cumplido con lo prometido, y que si sus tropas recogieron despojos del ejército enemigo fue para ofrecerlas en sacrificio al Dios de Israel.
          Samuel le dice que no se trata de eso, sino de la falta de obediencia al mandato de Dios Obedecer vale más que un sacrificio; ser dócil, más que la grasa de carneros. No se trata de que se haya hecho algo malo sino de que no se ha hecho como el Señor quería, y el pecado no es sólo hacer algo que es malo en sí sino no hacer al modo que ha dictaminado el Señor.
          La consecuencia es nefasta: El Señor te rechaza como rey porque tú lo has rechazado, y eso es crimen de idolatría.

          La labor de Jesús es ir dejando claro el nuevo estilo que él trae. Ya ha puesto un principio básico ante los fariseos de que él ha venido a los pecadores como médico que va al enfermo.
          Ahora son los discípulos de Juan y también algunos fariseos  los que están extrañados de que los discípulos de Jesús no guarden los ayunos rituales, y vienen a preguntarle a Jesús la razón de ello.
          Ya he comentado muchas veces que el estilo de Jesús es el que él definió a la samaritana: que los verdaderos adoradores adoran al Padre en espíritu y verdad, y que por tanto su estilo va al interior y se fija mucho menos en los rituales externos. Jesús va a las actitudes, y eso no se resuelve con unas prácticas externas.
          Y les explica que la relación que pide su enseñanza es la relación de los amigos del novio, que celebran la fiesta de la boda del amigo y la celebran a pleno pulmón. No van a ayunar mientras el novio está en su fiesta, sino que participan de su alegría. Tiempo tendrán para sufrir, pero no en pleno convite de bodas.
          Y echando mano de su recurso favorito que son las parábolas o ejemplos sencillos de captación de la atención de sus oyentes pone el caso del vestido viejo. [El vestido viejo aquí es el mundo judío, el estilo farisaico, las formas de la ley antigua]. No vale mantener ese vestido con el arreglo externo de una pieza nueva porque lo nuevo rasgaría lo viejo y pasado. Así no basta mantener los ayunos y las formas antiguas y añadirles algo del nuevo estilo, porque el nuevo estilo no encaja en lo antiguo. De hecho hay que plantear una forma distinta de vida. Y esa forma distinta va a lo interior, a lo profundo, que por lo general no tiene nada que ver con las prácticas exteriores.
          La conclusión sería que hay que comprarse un vestido nuevo, enfocar la vida desde otras coordenadas. Y eso es el Nuevo Testamento, el Reino, el Evangelio…, con el sermón del Monte como base de un nuevo estilo. Y en el sermón del Monte no hay ayunos. Y lo que puede haber no es andando cabizbajos para mostrar el sacrificio que se está haciendo, sino lavándose la cara para que no se note que se está ayunando.
          Es lo que da la otra parábola del vino nuevo, lleno de fuerza, que no puede almacenarse en los odres viejos ya desgastados, porque ese vino nuevo (el Nuevo Testamento), revienta los odres antiguos, con lo cual no queda nada: ni odres ni vino. A vino nuevo, odres nuevos, nuevo estilo, nueva manera de enfocar la vida, con una interioridad en la que los verdaderos adoradores adoran al Padre en espíritu y verdad, y no dependiendo de si el lugar de culto es el templo de Jerusalén o el Monte Garizín.
          Todo ello conduce a una reflexión: que el cristiano es una persona esencialmente libre, que no está supeditada a unas formas. Es penoso que la gente tenga el concepto de “cumplir con la Misa” en vez de ir a una celebración festiva donde va a unirse a Jesucristo en su gran misterio de muerte y resurrección. Es penoso que todavía se ande con la idea de si “me vale la Misa llegando al Evangelio”, porque es lo mismo que si se llega a una corrida de toros o a un concierto cuando ya va avanzado, y le preguntara uno al vecino si “he visto la corrida o he escuchado el concierto”, porque es evidente que no.
          Es la diferencia que hay entre el cumplir y el vivir; andar de cumplimientos o gozar de la experiencia de fe. Y esta experiencia de fe es la que constituye la gran novedad del “vino nuevo”.

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