jueves, 23 de enero de 2020

23 enero: Tú eres el Hijo de Dios


ESCUELA DE ORACIÓN, Málaga: Viernes 24
LITURGIA       
                      .Cuando volvía el ejército de derrotar al filisteo, las muchachas a coro cantaban: Saúl mató a mil, David a diez mil (1Sam.18,6-9; 19,1-7). A Saúl le sentó mal aquella copla y le tomó ojeriza a David, hasta el punto que delante de su hijo Jonatán y los ministros, habló de matarlo.
          Jonatán era amigo íntimo de David y se lo avisó. Le aconsejó que se mantuviera a distancia en lugar seguro, mientras él hablaba a su padre a favor de David. Le hizo las cuentas de la alegría que había recibido de vencer al filisteo, y que David en nada había ofendido al rey, sino que se jugó la vida por el honor del rey.
          Saúl amainó sus sentimientos y David pudo volver a palacio de la mano de Jonatán.

          También tenemos en el evangelio a Jesús poniéndose a seguro tras la confabulación de fariseos y herodianos para acabar con él. Es táctica de Jesús la de pasar “a la otra orilla” cuando se ha tensado la situación. (Mc.3,7-12). Jesús no pretende ir de héroe por la vida. Los fariseos eran muy influyentes y extremosos y más valía tomar distancia de ellos cuando se encendían sus reacciones. Y Jesús pone agua por medio, pasando a la otra orilla del Lago.
          El hecho fue que lo siguió una gran cantidad de personas de Galilea. Se enteraban de las cosas que hacía el Señor y le buscaban. Incluso gentes de Judea, Idumea y la Transjordania, y las ciudades limítrofes de Tiro y Sidón. Tal era la afluencia de gentes que Jesús tuvo que prevenir a sus discípulos que tuvieran preparada una barca, no le fuera a estrujar el gentío. No era la única vez que Jesús se  liberaba de los empujones de la gente, subiendo a una barca para desde allí dirigirse a la multitud.
          El atractivo de Jesús era muy fuerte. Pero además sus obras le atraían más la atención de las gentes, porque curaba enfermedades y liberaba de espíritus malignos a los que estaban poseídos. Éstos gritaban al ver a Jesús y lo reconocían y aun adoraban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. Pero Jesús no les permitía que lo diesen a conocer y se lo prohibía severamente.
         
          Deduzco algunas facetas de nuestra relación con Jesucristo. La falta de relación produce distanciamiento. No digamos cuando lo que hay es hostilidad hacia él. Pero sin llegar a la hostilidad, puede ocurrir que Jesús “pase a la otra orilla” cuando hay frialdad en el trato con él. No digamos de las gentes que vuelcan las culpas de sus males en Dios o en Jesús. El paso “a la otra orilla” debe causar santo temor porque no hay nada peor que el que Dios se ausente. Al fin y al cabo el infierno es ausencia plena de Dios, como el peor de los castigos. Las “ausencias de Dios”, aun parciales, son un mal tremendo. Y Dios se ausenta cuando la situación de pecado del hombre se ha hecho habitual: cuando la opción de la persona ha sido un contra Dios.
          Otra faceta es la atracción que ejerce Jesús para las gentes de buena fe, que vienen de todas partes a encontrarse con Jesús. La criatura, tan necesitada, encuentra en la acogida de Jesucristo un atractivo profundo. Cuando falta tanto amor en la vida, cuando crece tanto el egoísmo, es dulce hallarse acogido por el pecho del Señor. Y nada de extraño tiene que quien encuentra a Jesús, venga desde cualquier sitio a estar con él.
          Todo eso, sin atosigar. Sin “estrujar”. Acercarse a Jesús debe ser suave como un beso, un abrazo de corazón a corazón. Un depositar la cabeza sobre su pecho con la ternura del niño que se recuesta sobre el seno de su madre. Diríamos así que Jesús no tema que “lo vayan a estrujar”, sino que cada cual se acerca a él con suavidad de terciopelo. Con toda la confianza y con el cariño con que actúa el amor.
          Finalmente hay una faceta interesante: a los espíritus inmundos no les deja nombrarlo porque con ello pretenden poseerlo y Jesús no se deja poseer. Él se da, pero él es él y actúa desde la libertad de él, que será siempre muy generosa pero sin pretender atraerlo al deseo o estilo de la persona. Y las hay muy acaparadoras que más que orar, tratan de tener a Jesús a su disposición. De ahí que protestan cuando piensan que Jesús no les ha hecho lo que ellas querían. Son personas que más que llegarse a Jesús como el pobre que suplica, pretenden “poseerlo” y tenerlo a disposición.

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