LITURGIA
. 1Sam.4,1-11: Capítulo en el que se demuestra que los temas
humanos no se resuelven con soluciones espirituales. Tenemos hoy presentes a
los filisteos, enemigos acérrimos de los israelitas, que plantan cara al
ejército israelita y lo vencen, haciendo muchas bajas en el ejército del pueblo
de Dios.
Piensan entonces los israelitas que tienen que recurrir a
Dios y que la mejor manera es la de traer el Arca sagrada a su territorio. Los
dos hijos de Elí, Jofni y Finés son los encargados de ir por el Arca y traerla
al campamento israelita, a la que
reciben con grandes gritos y el alarido de guerra.
Los filisteos temen; consideran que aquello es su derrota,
porque ha llegado a los israelitas “su dios”, y se arengan a salir a la lucha
con renovado valor. Y de hecho vencen en la batalla y hacen numerosas bajas del
campamento israelita. Y lo tremendo es que el Arca fue capturada y además
perecieron los dos hijos de Elí.
Quiere decir que la solución no estaba en traer el Arca. El
tema es que el ejército filisteo era superior, y eso no se resuelve
entremezclando el Arca en aquella cuestión. Los filisteos van a ser durante un
tiempo la pesadilla del pueblo de Dios. Habrá que prepararse a sufrir y
aprender a penar, hasta que llegue el momento en que puedan los israelitas
salir en defensa de su territorio y de sus intereses.
En el SALMO 43 se reconoce que ahora el Señor no sale con nuestras tropas y eso redunda en la
humillación y abatimiento de un pueblo, que acabará clamando a Dios: Despierta, Señor, no nos rechaces más.
No deja de ser práctica la lección de esta lectura: el
mundo de hoy ha abandonado a Dios, y no tiene respuesta a las desgracias que
suceden. Realmente el Señor no sale a hacer milagros para acabar con esta
situación. El gran “milagro” que tiene que suceder es que el mundo cambie su
modo de proceder y atraiga así la mirada de Dios, y se convierta. El Señor no
quiere esta situación, pero es el propio mundo el que tiene que ponerle
remedios, volviendo sobre sus pasos y acabando por acoger la voluntad de Dios,
sus enseñanzas y sus caminos. No es la solución buscar amuletos ni soluciones
esotéricas de apariciones y hechos sobrenaturales. El mundo tiene que volver
grupas de su actual soberbia y engreimiento, y buscar al Señor en donde el
Señor lo llama: sus mandamientos, su Palabra, sus caminos, sus sacramentos.
Obediencia a Dios que borre la desobediencia instituida que domina hoy la vida
del mundo.
Hace una semana que tratábamos el tema que hoy presenta el
evangelio de Marcos (1,40-45): la oración simple de un leproso, que deja todo
en manos de Jesús, en el querer de Jesús, porque –por lo demás- el tiene la
seguridad de que Jesús puede curarlo. Y así se presenta a Jesús, a distancia,
con esa certeza de que si quieres, puedes
curarme.
Con lo que no contaba el enfermo era con la cercanía que
iba a mostrarle Jesús, que alarga su mano y lo toca, cosa inaudita ante un
leproso, declarado peligro público por el temor al contagio.
Y al gesto añade Jesús su afirmación: Quiero, queda limpio, con lo cual el leproso queda realmente curado
de su enfermedad, pero no socialmente restablecido. Por eso Jesús le recomienda
dos cosas: primero, que no diga a nadie lo que ha ocurrido. Segundo, que vaya
al sacerdote para que el sacerdote certifique la curación del enfermo. Dado que
la lepra era considerada impureza en el plano religioso, el sacerdote era el
que tenía que dar el certificado de pureza.
De las dos cosas una es necesaria: ir al sacerdote. La otra
es imposible: guardar silencio cuando una vida normal está dependiendo de aquel
hecho. El leproso lo propagó con grandes ponderaciones, de modo que Jesús tenía
que intentar ir de incógnito a sus diferentes tareas. No entraba en los pueblos
sino que se quedaba en las afueras, en descampado. Y aún así, acudían a él de todas partes. No era posible pasar
desapercibido cuando corría de boca en boca las cosas que hacía, y que se
propagaban entre las gentes.
¿Realmente Jesús esperaba que sus obras maravillosas podían
quedar en silencio? ¿Realmente pensaba que los beneficiarios iban a guardarse
para sí las curaciones que hacía en ellos? Jesús intentaba que su
reconocimiento por parte de las gentes no viniera por emociones sino por
convicciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!