sábado, 5 de mayo de 2018

5 mayo: El mundo os odiará


SÁBADO de Mayo
doble fiesta para María, por sábado y por Mayo.
Felicidades dobles. Razón doble para acercarnos a ti, Virgen María, y recostarnos en tu regazo con el amor filial y con nuestra súplica de compasión hacia nosotros y hacia el mundo.
Para suplicarte por este mundo alejado de Dios. Para presentártelo como ese inmenso conjunto de hijos tuyos que siguen venerándote y mostrando, a su modo, una devoción a ti. También ellos son acogidos en tu regazo. Ellos encuentran en ti el corazón de una madre. Un mundo que ha perdido a Dios pero que sigue confiando en tu intercesión. Y tú los aceptas. Y tú los conduces al modo que tu Corazón de madre sabe.

Liturgia:
                      La 1ª lectura de Hech,16,1-10 es más bien descriptiva, Nos cuenta diversos pasos y lugares a los que se dirige Pablo. Contiene esa lectura el primer encuentro con Timoteo, al que toma como discípulo, y nos dice –con visión completamente sobrenatural- que el Espíritu les cerró el paso a dos lugares adonde pensaba dirigirse. No se explican razones ni circunstancias. Simplemente se afirma que el Espíritu no se lo permitió.
          Pienso que el autor de estas narraciones recibe de Pablo unas historias concretas en las que por circunstancias ajenas o imprevistas, Pablo no pudo realizar sus planes de entrar en esas ciudades. Y Pablo las ve como intervenciones del Espíritu Santo, de modo que por unas determinadas señales, se pueden interpretar desde la fe como que no era en ese momento la voluntad de Dios. Saber leer los “signos” y saberlos leer en clave de fe, es una de las grandes facultades por las que la fe nos lleva a interpretar los sucesos (que podían ser completamente humanos e incluso de impedimentos naturales) como avisos del cielo para poder concluir que “el Espíritu de Jesús no se lo consintió”.
          Por el contrario hay una señal clara, en sueños, que le hace a Pablo emprender el camino hacia Macedonia, “seguros de que Dios nos llamaba a predicarles el Evangelio”.  Todo leído a la luz de la fe, que dominaba el pensamiento en aquella iglesia primera.

          El evangelio de Jn.15,18-21 nos pone delante a Jesús que advierte a sus apóstoles en la noche de la Cena que el odio que algunos tienen contra él, es el odio que van a sufrir igualmente ellos. La historia de la Iglesia a través de 20 siglos y lo que llevamos del XXI, es una prueba evidente de que la suerte que corrió Jesús ha sido como un legado que ha dejado a su iglesia.
          Y lo explica muy claramente Jesús: si fuerais del mundo, el mundo no os odiaría; os tendría como cosa suya. Pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia.
          Eso nos lleva a pensar y plantearnos si muchas veces estaremos entre dos aguas, cuando somos bien vistos por ese mundo tan contrario a Jesucristo. Y no cabe duda que más de una vez el cristiano está tan descafeinado que en sus criterios y en su obrar se ha metido en el mundo que le rodea, hasta el punto que ya no es ni testigo, ni levadura, sino una masa amorfa que ha perdido su sabor: ya no es sal de la tierra ni luz del mundo. Y entonces no sufre persecución ni padece el odio. Es sospechoso.
          Jesús sigue explicando y dice: recordad lo que os dije: el siervo no es más que su amo. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Y todo eso harán con vosotros a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.
          Quiera Dios que no nos entremezclemos con las formas del mundo. Y “mundo” es todo ese vivir al margen o en contra del evangelio. Con vivir al margen ya es suficiente para no estar siendo como Jesús desea. El evangelio tiene que dejar de ser “libro de la mesita de noche” o simplemente para meditar. El evangelio tiene que coger por dentro y tiene que exigir todo un modo distinto de proceder de ese pasotismo comodón en el que es fácil instalarse, sin dejar que interpele y exija, llevando como dos vidas: la “espiritual” y la de “diario”. Así luce el pelo de tantos cristianos no  comprometidos seriamente con su fe.

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