sábado, 19 de mayo de 2018

19 mayo: Tú sígueme


AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
          Aunque es fácil encontrar una cierta idea maximalista del cristianismo, la realidad es que constituimos un grupo muy vulnerable. Mientras en otras facciones religiosas la violencia no sólo está permitida sino que se ejerce “por ley”, el cristianismo renuncia a la violencia y su Ley es el Amor, incluso a los enemigos.
          Estamos asistiendo a masacres en África donde la población cristiana es minoritaria y muy convencida, y que está siendo perseguida y sufriendo martirios colectivos. Los medios de comunicación no recogen esas realidades por no sé qué conveniencias.
          María es AUXILIO DE LOS CRISTIANOS, en toda situación y en todo el universo. María es quien abraza a cada persona que padece. María es nuestro refugio y auxilio en nuestras tribulaciones y en las incomprensiones que padecemos. Recurrir a María es un medio de vivir en paz y poder llevar la paz por donde vayamos.

Liturgia:
                      Final del libro de Hechos: 28,16-20. 30-31. Pablo ha sido trasladado a Roma en virtud de la apelación que él había hecho al César. Y explica a los judíos de Roma que él no ha hecho nada contra el pueblo israelita y sus tradiciones, ni tiene intención de acusar a los de su raza, pero que no tuvo más remedio que buscar el amparo del César ya que en Jerusalén los judíos se oponían a su libertad.
          Por eso ha querido reunir a los judíos de Roma, para exponerles que él vivía la esperanza de la liberación de Israel.
          Pablo vivió dos años en Roma, a su costa, y reuniendo a los hermanos, enseñando la vida de Jesucristo y predicando el Reino de Dios. Nadie le molestó en aquella estancia.

          Finaliza el evangelio de Juan (21,20-25). Retoma la última palabra del último día, el momento en que se dirige a Pedro y le dice: Sígueme. Es el momento de llamada definitiva, en plena conciencia y conocimiento de lo que a Pedro le supone aquel seguimiento. Es el momento de la entrega total recíproca: de Jesús a Pedro y de Pedro a Jesús.
          Lo único que extrañó a Pedro es que Jesús se dirigía a él solo. Que estando el otro discípulo, privilegiado siempre y con el que Pedro había vivido momentos cruciales, Jesús no lo incorpora ahora a esa llamada. Y Pedro se vuelve a Jesús y le pregunta: Señor, ¿y éste qué? Pedro se sentiría más apoyado si iba con el otro. Jesús le da una de esas respuestas misteriosas a las que nos tiene acostumbrados: Si yo quiero que éste se quede hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú  sígueme.
          Esto originó el comentario entre los discípulos de que ese otro discípulo privilegiado no moriría. Pero el evangelista se apresura a explicar escuetamente: Jesús no dijo que no moriría sino: sino “si yo quiero que éste se queda hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Y nos “ha explicado” simplemente ratificando la palabra que dijo Jesús. Y que tiene un valor enorme para la vida práctica en la que muchas veces nos queremos preguntar el porqué de situaciones y sucesos. A esas preguntas el Señor nos puede responder simplemente esa palabra: Si yo quiero, ¿a ti qué? Y creo que es una respuesta de un valor enorme para enseñarnos a aceptar el misterio de la voluntad de Dios con la actitud humilde del que acepta sin más y sin pedir explicaciones.
          Pedro deberá ahora afrontar su vida con su personal responsabilidad, sin agarraderos. Todo está en el misterio y, en medio de ello, Tú sígueme. Creo que es también una respuesta para muchas situaciones personales en que hemos de afrontar el caso con plena responsabilidad personal y sin el apoyo de otros.
          Esto no significa que en planteamientos normales, y aun deseables, no vayamos a buscar ayudas y apoyos. Es más: por lo general los necesitamos. La “comunidad”, el “grupo” son parte esencial de la experiencia de fe, porque se camina con esa fuerza de “dos o más unidos en el nombre del Señor”. Y bien debiéramos de buscar vivir nuestra fe en grupo, para apoyarnos, estimularnos y servirnos unos a otros de rodrigón para afrontar nuestra vida cristiana.
          Lo que el evangelio de hoy nos lleva a tomar en cuenta que la última palabra de nuestra respuesta a la fe, está en la responsabilidad personal, donde nada ni nadie puede suplantarnos. Al final, cada uno es uno mismo ante Dios.

1 comentario:

  1. El amor que Jesús nos tiene, debe ser el motor de nuestra vida.Tenemos una misión y debemos cumplirla sin preocuparnos de los resultados. No tenemos que tratar de salvar a otros. Seguir a Jesús es estar disponible para lo que haga falta...Hablar de Jesús y hablar con Jesús, sin importunar ofreciendo siempre nuestro diálogo sincero y profundo para llegar a los que nos rodean.

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