viernes, 11 de mayo de 2018

11 mayo: Tristeza y alegría


María, Trono de la Sabiduría
          Padre eterno que has puesto en María, la Virgen el trono real de tu Sabiduría;
ilumina a la Iglesia con la luz de la Palabra de la vida,
para que en el resplandor de la verdad, caminemos hasta el pleno conocimiento de tu misterio de amor.
La Sabiduría está en Dios y –en absoluto- es Dios, es Cristo. La Virgen es trono real de la Sabiduría porque ella llevó a Cristo en sus entrañas. El es LA PALABRA y con ella luz que ilumina la Verdad. Lo que nos toca es conocer esa Palabra, a Cristo, con un conocimiento profundo que nos haga posible captar y vivir ese misterio de amor. Nadie mejor que María para alcanzar ese conocimiento.

Liturgia:
                      Pablo es llevado al tribunal por exponer la Palabra de Dios (Hech.18,9-18). Los judíos de Corinto pretenden conservar la ley judía. Pablo es impulsado por Dios en una visión para mostrar que la nueva ley es la de Cristo: sigue hablando, no te calles, que Yo estoy contigo.
          Cuando Pablo va a intervenir ante el tribunal, Galión, el procónsul de Acaya, se levanta y dice que él no está para juzgar dimes y diretes de cosas de doctrina y costumbres; para eso, arreglaos vosotros.
          Algunos agarraron al jefe de la sinagoga y le dieron una paliza  delante de Galión, que no quiso saber nada del caso.
          Pablo quedó libre y después de unos días, se embarcó para Siria.

          Sigue el mismo argumento de ayer en el evangelio (Jn.16,20-23), que empieza con la última frase leída ayer: Vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría.
          Lo que hace hoy es apoyarlo con un ejemplo de la vida: la mujer que va a dar a luz. El momento es difícil y siente tristeza porque le ha llegado la hora, pero en cuanto ha dado a luz a su criatura, experimenta una gran alegría, y ni se acuerda del apuro porque un nuevo ser ha venido al mundo.
          De la misma manera vosotros, que ahora estáis tristes, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría.
          Como decíamos ayer, Jesús está jugando con dos momentos de su historia que, al fin y al cabo, refleja nuestra propia historia. Tristeza ante ese momento en que Jesús va a ser arrebatado por la muerte, y alegría por la luz de la resurrección. Tristeza en los apóstoles, a quienes se les arrebata al Maestro, y alegría cuando lo reencuentren en la resurrección.

          Digamos que la vida se compone de ese binomio y que todo lo que es ausencia es penoso, pero vuelve la alegría cuando se ha pasado el momento difícil. De ahí ese dicho de que por encima de las nubes, el cielo siempre sigue azul. El día nublado causa sensaciones tristes. Pero a pesar de esas nubes y por encima de ellas, el cielo sigue azul siempre. Y sale de nuevo el sol y causa alegría y optimismo. Es la ley de la vida y con ella hay que vivir. Lo que es menester es que las nubes no empañen la esperanza ni dejen la sensación de que nunca saldrá el sol.  Y que se tenga esa visión amplia que deja abierto el horizonte en el que los rayos de luz inundarán nuevamente el paisaje.

          En el pesimista hay una falta de personalidad y de confianza. Se ha cerrado sobre su propia visión, que es corta, miope. Por eso no puede ver más allá.
          El optimista normal, que es realista en la concepción de la vida, hay un bagaje de creatividad que es capaz de sacar fruto de cualquier circunstancia. Es un personaje luchador, y tiene confianza en su iniciativa, y por eso emprende y no se repliega; siempre ve que hay un horizonte que merece la pena perseguir. Y en consecuencia busca y conserva la alegría. ¿Ha perdido el realismo del fracaso posible? –No. Pero no se deja aplastar por esa posibilidad y lucha y lucha para alcanzar dominar el bache y buscar el próximo triunfo, también posible. Entre los dos posibles, tristeza y alegría, se mantiene firme en la posibilidad de ser y vivir alegre.

1 comentario:

  1. El esfuerzo y la constancia tienen poca simpatía entre los jóvenes y entre una clase más vieja que está ya muy cansada de " tirar del carro". Es de esta tristeza que nos habla el Evangelio. Los momentos de inseguridad, de falta de luz siempre dan lugar a una realidad nueva que nos alegra y nos sorprende. Dejarlo todo como está no siempre es la mejor opción.Jesús siempre está muy cerca para ayudarnos; pero nosotros no siempre estamos abiertos a lo que nos presenta.

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