miércoles, 2 de mayo de 2018

2 mayo: Permanecer en mí


A María, Virgen madre,
con el ama abierta y el deseo de que la llamen bienaventurada todas las generaciones…, todo el mundo, y que por encima de cualquier eventualidad, las gentes pongan sus ojos en ella. María será puente que una a las almas con su Hijo Jesús, y que descubran el tesoro que hay en la fe cristiana. Ella es abogada de pecadores, consuelo de afligidos y estrella en el horizonte que indica el Norte. Y el Norte es Jesús, único Salvador.

Liturgia:
                      Las tendencias integristas se han dado siempre. Es tan antiguo como la misma iglesia que surjan las voces de algunos que quieren involucionar hacia lo más primitivo, aunque eso esté ya más que superado. Hoy nos encontramos en la iglesia con ciertos grupos que nos intentan volver hacia el pasado en las cosas más nimias, como si la fe en la verdad de Cristo estuviera dependiendo de esos determinados detalles. Ya ocurrió en tiempos de Pablo, como nos cuentan los Hechos (15,1-8) en que se producen esos grupúsculos que intentan a estas alturas volver hacia las costumbres judías del pasado, como era el tema de la circuncisión. Y eso en unas circunstancias en las que ya está más que superado el problema: para pertenecer a la fe de Cristo, la circuncisión ya no cuenta.
          Sin embargo hay quienes pretenden recuperarla. De una parte, grupos de hermanos; de otra los propios fariseos que habían brazado la fe.
          Los apóstoles se toman en serio aquella situación y se reúnen a examinar el asunto. Por decirlo de alguna manera, los apóstoles  estaban seguros de que la circuncisión ya no pertenecía a la nueva religión. Pero al producirse ese movimiento de ciertos grupos, no quieren enterrar sin más el problema, sino que lo estudian.
          Hay temas tan de pequeña monta que actualmente no merece la pena hacerles más caso. Pero hay otros que representan temas de más envergadura. Los teólogos católicos no los eliminan sin más: los estudian yendo a las fuentes y mirando la trayectoria de la vida de la iglesia, para llegar finalmente a esas conclusiones que el Magisterio sanciona, y o bien le da salida para que aquello sirva de ampliación del campo de la fe, o bien lo acaba suspendiendo porque no hay unas pruebas que avalen esas novedades que se pretenden introducir.

          En el evangelio nos volvemos a encontrar con el tema que ya tuvimos el domingo pasado: Jn.15,1-8, Yo soy la vid. Jesús acude a una comparación que exprese la dependencia que tenemos los creyentes respecto de él. Ya lo puso de relieve al compararse con el buen pastor. Las ovejas dependen del pastor para salir a los pastos y para ser defendidas de los lobos.
          Pero ahora lo expresa con una comparación vital: las ramas viven en tanto en cuanto están unidas al tronco; los sarmientos tienen savia y dan fruto en tanto que están unidas a la vid. Y el labrador es el que cuida la vid para que esté en condiciones de dar más fruto. Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto, lo arranca, y a todo el que da fruto, lo poda, para que dé más fruto.
          Jesús hablaba en el lenguaje de la gente. La vid era algo que cada judío tenía plantado en su casa, y conocía perfectamente el cultivo que necesitaba. Todos sabían que no es cuestión de dejar crecer la vid sin más: había que cortar unas ramas y que limpiar otras, porque la vid debía crecer en orden. Jesús lo había vivido y lo había visto tanto que su comparación de ahora le sale espontánea.
          Cierto que los apóstoles que ya le están escuchando, los Once que permanecen, “están limpios”. Y lo que a ellos compite es permanecer unidos a Jesús. Por sí mismos no podrían dar fruto, como el sarmiento separado de la vid no puede dar fruto, sino que se seca y ya no sirve más que para ser echado fuera y servir de leña para el fuego.
          El secreto es permanecer EN Jesús. Quedar injertos en el tronco porque así podrán servir. Sin estar unidos a Jesús, no pueden nada, no son nada. Y eso era una realidad que ellos sentían muy dentro: sus vidas ya no tenían más sentido ni podían servir para otra cosa. Con Jesús habían formado una unidad inseparable. Por eso si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseáis y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante: así seréis discípulos míos.

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