jueves, 3 de mayo de 2018

3 mayo: El amor que Jesús nos tiene


Liturgia:
                      Estamos en Hech.15,7-21 ante el primer concilio ecuménico, donde se ha de dilucidar el tema que ha traído a Pablo a Jerusalén: si hay que exigir la circuncisión a los gentiles que se convierten, para entrar a pertenecer al cristianismo.
          Hubo fuerte discusión. El tema no estaba aún maduro para ponerse de acuerdo. Y es Pedro quien finalmente se pone en pie y da el veredicto: Dios le ha dado a los gentiles la posibilidad de abrazar la fe, porque a ellos también ha bajado el Espíritu Santo, igual que a los judíos que se han convertido. Dios ha purificado sus corazones. ¿Por qué se les va a pedir ahora una carga de la que ya nosotros hemos sido liberados, y que apenas podíamos soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros NOS SALVAMOS POR LA GRACIA DEL SEÑOR JESÚS; por la pura gracia que nos ha ganado Jesucristo; no por la ley y por los ritos judíos. Por tanto, no por la circuncisión.
          Intervinieron Pablo y Bernabé que narraron los signos y prodigios realizados en el mundo gentil con la ayuda de Dios. Y cerró turno Santiago quien resumió la conversación exponiendo que no había que exigirles a los gentiles, como a nosotros mismos, más que 3 cosas básicas y fundamentales: que se abstengan de la idolatría, de la fornicación y de la sangre y de animales estrangulados (por eso de que de los animales estrangulados no ha salido la sangre, y la sangre se identifica con la vida). [Este punto podría equivaler en nuestro momento actual con el respeto a la vida humana, de la que los hombres no pueden disponer, ni antes del nacimiento, ni a lo largo de su vida o de su vejez]. Y queda zanjada la cuestión de una vez para siempre.
          La palabra del Papa Francisco es tan válida como la de Pedro. Y cuando el Papa expresa actitudes que –en el momento actual- deben superarse y abrirse más acordes con el evangelio, está también dilucidando aspectos que en la vida de la Iglesia han de tenerse en cuenta para hacerse más acordes con la fe cristiana. Sin embargo se produce un movimiento de rechazo a las orientaciones del Papa, y eso viene precisamente de parte de los “católicos apostólicos romanos” que pretenden negar la enseñanza ordinaria de la iglesia…, y eso “en el nombre de Dios”. Mal funciona esa actitud, frente a la que Pedro también se erguiría en el momento actual.

          El evangelio es corto: Jn.15,9-11, con tres ideas afirmadas: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo. Si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor. Vuestra alegría llegue a plenitud.
          El amor del Padre es infinito, como todo lo que viene del Padre. Y si hablamos ya del amor del Padre a su Hijo, es algo tan sublime que no se queda “dentro” sino que brota hacia afuera, procediendo el Espíritu Santo como la “personalización” del amor recíproco de Padre e Hijo. ¡Pues con ese mismo amor nos ama Jesucristo! Lo que se desprende de ello es la necesidad de PERMANECER EN CRISTO, que es la forma de permanecer en el amor.
          Y se permanece en Cristo guardando sus mandamientos, esos dos mandamientos que encierran toda la ley y toda la enseñanza de Dios: el amor a Dios sobre todas las cosas, y el amor al prójimo como Cristo nos ha amado. Y con ello volvemos a la primera parte porque el modo en que Cristo nos ha amado es el amor total que él ha recibido de su Padre.
          ¿Cómo no va a llegar nuestra alegría a su plenitud? ¿Cómo no vamos a experimentar el gozo más profundo cuando nos sabemos amados por Jesucristo en esa magnitud? Y en esa misma medida en que seamos nosotros capaces de amar a nuestros prójimos. Que ya nos daríamos por felices con amar al prójimo como a nosotros mismos… Tenemos por delante esos dos escalones y hay que subirlos si queremos vivir esa alegría interna e intensa.

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