jueves, 8 de febrero de 2018

8 febrero: La mujer cananea

Liturgia:
                      Lo que son las cosas. Salomón, el hombre de la sabiduría, el que sólo había pedido discernimiento para distinguir el bien del mal y así gobernar rectamente a sus súbditos, al final de sus días (1Reg.11,4-13) cae en la necedad de unirse a esposas paganas, adoradoras de falsos dioses, que acaban cambiando el corazón del rey.
          Para dar gusto a sus mujeres, construye ermitas a los falsos dioses, cosa que disgustó profundamente a Dios, que retiró su favor a Salomón y le anunció la caída de su reino. Con todo, la fidelidad de Dios mantuvo su promesa en vida de Salomón, en atención al recuerdo de David, e incluso no le retiró completamente el reino a su hijo y descendiente, siempre en atención a David y la promesa de eternidad que le hizo en su momento a aquel gran monarca.

          En el evangelio (Mc.7,24-30) Jesús se encuentra con una pagana. Se había alojado en una casa, intentando pasar desapercibido, pero no lo consiguió. La mujer advierte que Jesús está allí, y ella está en un apuro: una hija suya está maltratada por un espíritu impuro, y ella ha oído hablar que Jesús libera a los que padecen tales sufrimientos. Y ni corta ni perezosa se presenta ante Jesús y le pide que eche al demonio que tiene su hija.
          Jesús intenta evadir la situación porque su misión está en los hijos de Israel. Y responde que “deje primero que coman los hijos;  porque no está bien que el pan de los hijos se les eche a los perros”. No había nada ofensivo en aquello, sino un simple dicho para expresar que su misión no se extiende a los paganos. Así, al menos, lo tiene sentido Jesús en ese momento.
          La mujer asiente: Llevas razón. No le discute, no le niega. Lo que hace es ampliar la comparación y poner ante los ojos de Jesús la razón de su súplica: Que también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños. Sabe que no tiene derecho a que Jesús actúe a favor de una pagana, pero ella no pide un derecho; pide simplemente las “migajas que caen al suelo”. ¡Es precioso el diálogo que ha emprendido la mujer, y cómo toca la fibra sensible del corazón de Jesús!
          Jesús no pudo ya resistirse. Se volvió a la mujer y le dijo: Anda, vete; que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija. A Jesús le ha ganado el alma la humildad y la fe de aquella mujer. En realidad era una fe que ganaba a la fe de muchos judíos, aunque ella no tuviera la religión de ellos.
          Al llegar a su casa, encontró a su hija echada en la cama, serena. El demonio había salido. ¡Le había llegado “la migaja” de debajo de la mesa…! Le había llegado todo el poder de Jesús que se había sentido cogido en el alma por aquella actitud de la mujer.

          Personalmente me siento muy identificado con este episodio, porque veo en él “la progresión” que se produce en el pensamiento de Jesús, al paso de aquella petición de aquella mujer. Veo que en Jesús se ha produjo un cambio, desde la negativa inicial. Y lo que ha provocado aquel cambio ha sido esa postura de la mujer. O por mejor decir: Jesús ha descubierto en la petición de aquella mujer que Dios le quería actuando a favor de ella, aunque fuese pagana.
          Siguiendo la propia enseñanza de Jesús en otro momento, es necesario no aferrarse a una cosa sino estar atento a lo que Dios enseña a través de los acontecimientos y las personas. Eso que Jesús llamó “las señales del tiempo presente”. Para Jesús aquella mujer fue un signo a través del cual Dios le abría horizonte. Lo de menos es que fuese pagana. Pero aún de los paganos puede aprenderse algo. Y Jesús aprendió. Supo “leer” la voluntad de Dios en aquella situación que se le había presentado.

          Cuando vemos los cambios de la vida actual, y cómo el pensamiento y el vivir de las gentes va por caminos tan divergentes de los tradicionales, nos queda que pensar si podemos mantenernos en nuestra visión de la vida (lamentándonos de lo mal que está el mundo), o si no será necesario abrir compuertas para tener una visión más amplia de lo que hoy es necesario para ser verdaderos testigos de la fe y servir así a un mundo que ya camina por otros derroteros. ¿Lo dejamos ir? ¿Hay modo de salirle al paso? Jesús lo hizo y así fue como acertó a expulsar al demonio y hacer la obra de Dios.

1 comentario:

  1. Casi nunca sabemos reconocer al Señor cuando se nos presenta en las necesidades de los más próximos.Amar a todo el mundo, así como amaba Jesús; parece fácil, pero este amor se pone a prueba cuando hay una dedicación clara a los más próximos. A veces nos cuesta atender a los que tenemos en casa o a las personas con las que tenemos más confianza. "También los perrillos comen las migajas."Al Señor le gusta mucho que le solicitemos gracias y ayudas para los demás y también le es muy grato que encarguemos a otras personas que recen por nosotros y por nuestro apostolado.Dios está ahi; desde la eternidad ha previsto todas las ayudas que necesitamos y también los auxilios. Nos trata como a hijos libres y pide nuestra colaboración.

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