lunes, 12 de febrero de 2018

12 febrero: Pedir signos...

Liturgia:
                      Por dos días vamos a tener de primera lectura la carta de Santiago, uno de los textos más fáciles de comprender de todo el Nuevo Testamento, por el tipo de lenguaje llano que utiliza el apóstol. Hoy tenemos el comienzo: 1, 1-11, en el que nos habla de la necesidad de vivir nuestra vida cristiana en medio de pruebas diversas. Que son como el crisol en el que se desenvuelve nuestra fe. Cuando no hay pruebas no podemos constatar que nuestra fe es verdadera. Cuando la prueba origina un desmoronamiento, es que la fe no era verdadera o no estaba bien asentada. Cuando se resiste y se sale adelante en medio de la prueba, seréis perfectos e íntegros, sin falta alguna.
          Y como la fe no es fruto de un esfuerzo humano ni de capacidades humanas, sino don de Dios, exhorte Santiago a pedirla a Dios, en la seguridad de que Dios la concederá. Y pedirla sin titubear lo más mínimo. ¡Eso es lo grande de la fe, de la verdadera fe! Pedir sin titubear. Y eso es lo que muchas veces falla, porque puede ser que se esté pidiendo a Dios y al mismo tiempo se esté recelando de que se vaya a obtener lo que se pide.
          Para concluir algo muy importante: que cree de verdad el que es pobre y arranca desde la poquedad de sí mismo: y no cree de verdad el que se piensa ser poderoso y que se basta a sí mismo. Al final ese tal pasa como flor del campo. El poderoso está acostumbrado a manejar la vida a su alrededor, a irla haciendo a su manera. (Y poderoso no es solo el que tiene poder económico o material; poderoso es el que se ha acostumbrado a vivir su vida a su medida y quiere cortar la vida alrededor suyo al modo que él la concibe y maneja en su ámbito). Es natural que quien maneja la vida desde su “poder”, tiene más dificultad de aceptar la prueba y de creer sin titubear.
          Santiago nos ha dado ya unas pistas para calibrar nuestra fe: pasar por la prueba, y creer a pie juntillas.

          El evangelio de Marcos es muy breve: 8,11-13. Una vez más tenemos la eterna actitud de los fariseos ante Jesús: hostigar, preguntar capciosamente, pedir signos. No les basta con los signos que les tiene dados Jesús en su vida diaria, con sus milagros, sus curaciones, sus victorias sobre los malos espíritus… Los fariseos nuna se convencen. Están tan pertrechados en sus formas y sus prácticas, que nunca están satisfechos como para poder entrar en un diálogo constructivo con Jesús. Y Jesús también se harta de aquella guerra absurda. Y cuando vienen joy a pedirle un signo del cielo, Jesús los deja con la palabra en la boca y les dice que no hay signo para esa generación. Y se embarca hacia la otra orilla, que es el recurso que tiene Jesús frecuentemente en sus discusiones con los fariseos.
          Yo me quedo pensando más de una vez si aquellos “pasos a la otra orilla” eran realmente que Jesús se embarcaba y se quitaba de en medio, o si viene a ser un “paso a otra orilla virtual”, que sencillamente expresa que no quiere más discusión y que los deja por imposibles. Porque es una manera de situarse al margen de disputas inútiles, en las que Jesús no quiere perder ni el tiempo ni las energías.
          Yo personalmente lo entiendo muy bien: soy enemigo de las discusiones, porque no creo que nunca se haga la luz a propósito de uan disputa de ideas. La egoísta conclusión de “tú te quedas con la tuya y yo con la mía” es algo que no conduce a nada y que significa la incapacidad para razonar dos personas sobre un determinado aspecto. El anquilosamiento en un determinado punto de vista, hace inútil todo “signo” que racionalmente pudiera exponerse.
          Y eso es lo que tiene constatado Jesús en sus encuentros con los fariseos. Hablan distintos lenguajes y no vale ningún signo por evidente que sea, porque la cerrazón de sus interlocutores vuelve imposible todo tipo de conversación útil.
          Ya es una lección. Ya podemos aplicarla a nuestra realidad. Ya podemos no perder el tiempo cuando tropezamos con un frontón que está negado a aceptar razones. Siempre tendrán una escapatoria y un nuevo motivo visceral para no aceptar nada de lo que se les puede aportar.

          ¿Y no pude ocurrir lo mismo a otros respecto a nuestras posturas? Porque los encasillados en determinados aspectos podemos ser nosotros mismos y que no haya manera de romper la costra de nuestras seguridades.

1 comentario:

  1. Los fariseos vivían en un mundo muy organizado.Ellos piden un milagro por el gusto de poder negarlo porque no tiene sentido en su mundo. Dios no puede sorprenderles, Él también está sometido a la Ley. La Ley ya no es un camino hacia Dios, ahora es la cárcel de Dios. Es muy triste. El cristiano es su detective: descubre en cada momento lo que Dios hace por él para salvarlo; no le deja ser Dios...

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