miércoles, 21 de febrero de 2018

21 febrero: La penitencia

Liturgia:
                      Hoy le toca el turno a la PENITENCIA como elemento constituyente de la Cuaresma. Y un texto ejemplar para presentar el tema es la conversión de Nínive bajo la predicación de Jonás (Jonás 3,1-10) Nínive estaba amenazada de destrucción. La vida de la ciudad clamaba al cielo, y Dios –que quiere salvarla- le envía al profeta que le anuncie el desastre.
          Reacciona el pueblo, empezando por el rey y acabando –en hipérbole oriental- en los mismos animales, con una penitencia total, sin probar bocado y vestidos de saco. Y los hombres y mujeres suplicando a Dios, y dejando la mala vida y las injusticias. Confían en que puede haber misericordia. Y en efecto, ante una actitud así, Dios “se arrepiente” de su amenaza y no envía la muerte sobre aquella gran ciudad.
          Vuelvo a lo que ya he citado varias veces: nuestro enloquecido mundo de hoy, con esos noticiarios que levantan nauseas ante la pérdida de todo valor y de humanidad, que se expresa en las aberraciones más repugnantes y perniciosas.
          Haría falta otro Jonás. Y mucho me temo que esta gran ciudad que es el mundo, no iba a reaccionar en actitud penitente, sino que iba a considerar todo eso un cuento de viejas. Pero el mundo de hoy, en múltiples rincones, es ya un mundo destruido, porque la bestialidad humana se ha enseñoreado de la vida, y lejos de escuchar los avisos de Dios, se enfanga en nuevas formas de malicia. Dios tiene mucha paciencia porque aguarda hasta última hora. Pero no sabemos cuándo y cómo será esa “última hora” y esa “destrucción” a la que se está abocando la sociedad actual.

          Luego ocurre que, como en el evangelio del día –Lc.11,29-32)-  el hombre desmadrado y ateo está tensando la ballesta y –desde su soberbia y endiosamiento- está pidiendo un signo, pero también Jesús responde que a esta generación perversa no se le dará más signo que el del profeta Jonás. Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, y lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.
          Serán juzgados –sigue diciendo Jesús- los hombres de esta generación, y van a venir de los lugares más ignotos desde los confines de la tierra, quienes manifiesten el signo que esta generación no sabe encontrar, pese a que en la sabiduría de Jesucristo hay una verdad mucho más grande que la misma sabiduría de Salomón. Y será un hecho que los habitantes de Nínive van a levantarse para juzgar al mundo presente, porque ellos se convirtieron por la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.

          La PENITENCIA se suele interpretar como instrumentos de mortificación. En realidad no es lo que hoy más se defienda. Pero “poenitere” (latino) viene a expresar más el enderezamiento de lo torcido, el abandono de situaciones injustas o peligrosas, el enfocar la vida desde principios buenos. Y muchas veces es algo “tan fácil” como acomodarse a las realidades de calor o de frio, de simpatías o antipatías, de comodidades o incomodidades, de salud o de enfermedad, de dinero o de carencias…, sin quejarse por nada sino teniendo un equilibrio que vive feliz en la circunstancia que le toca vivir, o en lucha constante cuando esas circunstancias inducen al mal.
          La penitencia es algo que atrae la mirada de Dios porque se hace penitencia precisamente porque se busca el agrado de Dios. Se va expurgando lo que encierra sobre el propio yo, para abrirse camino hacia lo que puede ser del gusto de Dios. Y es natural que esto no sale solo ni se fragua solo. Requiere de fragua yunque y martillo para doblegar el metal que está torcido, o al que hay que darle una forma determinada.

          El mundo desordenado de hoy no llega ni a oler ni a desear ese enderezamiento de su vida. Vive retorcido en su realidad y prefiere mantenerse en ese desorden integral. Pero la PENITENCIA sigue siendo una llamada de Dios, un verdadero signo de Dios para que se emprenda un camino distinto y abierto a horizontes claros en los que la justicia y la belleza, la verdad y el color, vuelvan a nuestros pueblos y grupos de personas, a los diferentes estamentos sociales, al corazón de las gentes… Hace falta que UN HOMBRE, UNA MUJER se conviertan a la vida verdadera, y que sean como la levadura que haga fermentar la masa.

1 comentario:

  1. Nuestro enloquecido mundo cada día sigue buscando prodigios o pidiendo que las cosas cambiensin observar si, realmente, Dios ha respondido a nuestras peticiones. Dios se hace presente en nuestras vidas en cada momento; pero andamos muy agobiados, muy distraidos con las cosas que nos ofrece el mundo y no lo "vemos". Nos cuesta entender a Dios.Nos cuesta entender que Dios hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos. Jonás rechazaba a los gentiles. Mucho nos cuesta aceptar a los que no piensan como nosotros. No sabemos reconocer a Dios y huimos de Él.

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