sábado, 17 de febrero de 2018

17 febrero: EL SÁBADO y EL DOMINGO

Liturgia:
                          Las 1ª lectura de hoy es muy rica en contenido. Tiene dos partes, y la primera de ellas también está en doble vertiente. «Cuando alejes de ti la opresión, el dedo acusador y la calumnia”, es una primera llamada de Dios. Diríamos que es la parte negativa que hay que superar: La opresión, el dedo acusador y la maledicencia, son tres defectos que hay que evitar para encontrar la benevolencia de Dios.
Luego viene la parte positiva: cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies el alma afligida. Son ya acciones que hay que poner en práctica y que tendrán un efecto en la vida de la persona: brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad como el mediodía. Y no sólo será que sucede algo como consecuencia del bien hecho, sino que Dios actúa directamente: El Señor te guiará siempre, hartará tu alma en tierra abrasada, dará vigor a tus huesos.
Las comparaciones orientales expresan a continuación el efecto ventajoso de esa vida que se ha abierto a hacer el bien y que se desenvuelve derechamente ante el rostro de Dios: Serás un huerto bien regado, un manantial de aguas que no engañan. Tu gente reconstruirá las ruinas antiguas, volverás a levantar los cimientos de otros tiempos; te llamarán “reparador de brechas”, “restaurador de senderos”, para hacer habitable el país.
Pasamos ahora a la segunda parte de este discurso, que hace referencia al SÁBADO, en la forma en que Dios quiere que se viva el sábado: Si detienes tus pasos el sábado, para no hacer negocios en mi día santo, y llamas al sábado “mi delicia” y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras, evitando viajes, dejando de hacer tus negocios y de discutir tus asuntos, entonces encontrarás tu delicia en el Señor. El sábado debe ser un día feliz para el creyente. Y lo ha de vivir rompiendo el ritmo de la vida diaria No hacer negocios ni discutir asuntos. El sábado como día inhábil para sacar ventaja en negocios humanos, o  aprovecharlo para adelantar viajes o discutir asuntos. Sencillamente el sábado es un día de descanso, de relajación de las cosas de la vida diaria del resto de la semana. Es un día de “higiene laboral” (que diríamos hoy) para reponer fuerzas y para reemprender luego más renovados los trabajos y los asuntos. Siquiera por ese día sagrado, se descansa.
            Pero estamos hablando de día sagrado, porque es un día consagrado a la gloria del  Señor. Es ya la parte espiritual de ese día, que no se queda en ser un día de descanso. Sino que se descansa de los trabajos y de los negocios y de toda labor, para tener un día en el que la persona puede vacar para dedicarle a Dios un tiempo más expreso.
           
            Si trasladamos todo esto a la experiencia de nuestro DOMINGO, entenderíamos mucho mejor el sentido del DÍA DEL SEÑOR. Por lo pronto es un día consagrado al Señor. Y por ahí deberíamos empezar al planificar el domingo. No empezar por “día de descanso”, día de ruptura con la marcha general, sino que todo eso está primordialmente ordenado a dedicarle el día Dios, como  primera providencia. El domingo debiera salvar, ante todo, el sentido sagrado de esa fiesta, que sitúa la celebración de la Resurrección de Jesucristo –la fiesta de Dios- por delante de todo lo demás.
            Pero Dios no lo quiere todo para sí, y el domingo ha de llevar otros efectos bonancibles para la persona: dejar a un lado negocios, trabajos, transacciones…, “aprovechar el tiempo” para tener adelantado algo para el día siguiente. El domingo debe ser día de asueto, de fiesta, de descanso, de quitarse problemas de la cabeza… Y todo eso da gloria a Dios y también es “higiene espiritual” para tener la mente y las fuerzas más descansadas para cuando se retome el trabajo al día siguiente. En lenguaje de Antiguo Testamento: Te conduciré sobre las alturas del país y gozarás del patrimonio de Jacob, tu padre. En lenguaje cristiano, habrás hecho de ese día santo un día agradable a Dios. “Ha hablado la boca del Señor».

            El evangelio, Lc.5,27-32, es un efecto de haber puesto a Dios como primero: Leví sobrepasa su propia vida de publicano y su negocio, y sigue a ojos ciegas a Jesús. Y Jesús paga aquella actitud de Leví, sobrepasando los prejuicios sociales y comienzo con los publicanos. Y no sólo comiendo sino implicándose en aquella escena, porque ha venido no a agradar a los que se sienten “justos” y viven su vida a su manera, sino dándose a los pecadores como el médico se da al enfermo con toda su realidad. No mirando de arriba abajo sino tendiendo la mano acogedora y misericordiosa.

1 comentario:

  1. Para encontrarnos con la benevolencia de Dios tenemos que alejarnos de la maledicencia, la murmuración y la calumnia que son pecados gravísimos contra el prójimo.Nuestra lengua puede ser un mundo de iniquidad, como nos dejó escrito el Apóstol Santiago.El buen nombre es preferible a las riquezas: cuando el hombre se ve golpeado por la difamación, queda imposibilitado para realizar gran parte del Bien que podría haber hecho antes de haber sido puesto en entredicho.Nos sorprende que el Espíritu haya llevado a Jesús al Desierto. Jesús tenía que ir al desierto para ganarle al Demonio donde nosotros habíamos perdido.. El pueblo de Israel murmuró contra Dios y le fue infiel en el desierto del Sinaí, y esto hizo que el Éxodo durara cuarenta años y que ningún hombre llegase a entrar en la tierra prometida. Sin embargo Jesús, lucha y vence en cuarenyta días las tentaciones de Satanás. Él es el nuevo Moisés, muy superior al primero. También Jesús es el nuevo Adán. Nuestros padres cayeron en pecado: desobedecieron. Jesús vence a la tentación, se alza como Caudillo de una Humanidad nueva Llega al mundo la Buena Noticia, el Reino de Dios.

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