domingo, 4 de diciembre de 2016

4 diciembre: Prepararse

Liturgia del 2º domingo de Adviento, A
          Repetimos hoy una de las lecturas que hemos tenido durante la semana. Isaías -11, 1-10- anuncia al Mesías como imbuido de los “siete” dones de Dios (=todos), concentrándolos en el “temor de Dios”. Un destacado especialista en Sagrada Escritura dice: “se trata de la racional, vigilante y solícita disposición del alma de un siervo con su señor, en orden a la voluntad plenamente declarada; equivale a nuestra ‘religiosidad’, al latino “religio” y nunca es mero sentimiento sino inteligente y leal ejercicio de la confianza. Llega a confundirse con el “culto a Dios” en inquebrantable confianza. Es rasgo fundamental del alma ante Dios, que incluye una tensión entre distancia y atracción hacia Dios”.
          Y otro autor especialista dice en su comentario al libro de los Proverbios: “Temor de Yavhé es aproximadamente ‘servicio’ que se presta de buena voluntad; ‘respeto’ en obediencia a la autoridad; ‘acatamiento’ (que incluye los dos conceptos anteriores inseparablemente. En Proverbios aparece 16 veces la idea; en 3, encarece el servicio; en siete se refiere a las bendiciones que el “temor de Dios” trae consigo; en una menciona la humildad como fuente de ese “temor” y en 4 menciona el “temor” en orden a alcanzar la Sabiduría.
          San Pablo nos advierte que hemos recibido un espíritu de amor para no recaer en el temor, y que ese Espíritu nos lleva a dirigirnos a Dios como Padre. Lo que ya marca un claro sentido de AMOR, aunque es el amor respetuoso, no de compadreo. Es, dice el escriturista de Proverbios, lo más parecido a esa relación que establece Ignacio de Loyola en los Ejercicios: El hombre es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios, que –tras todo un ejercicio ascético- desemboca en la “Contemplación para alcanzar amor”.
          Es evidente, pues, que el anuncio esperanzador del Mesías que hace Isaías, no podía fundamentarse en una relación de temor (=miedo) a Dios, sino es una esperanza de encuentro con el Dios que ama a su Pueblo, y va a hacer maravillas equivalentes a aquellas atrevidas comparaciones: el lobo habitará con el cordero, la pantera con el cabrito, el novillo con el león, el muchacho con la serpiente. Aquel día será gloriosa la morada del Señor.
          Está anunciado a la inmediata todo lo que era promesa, en la persona de Juan bautista que nos pone delante el evangelio de hoy (Mt. 3, 1-12). Juan grita en el desierto: ‘preparad el camino el Señor; allanad sus senderos’. Y la gente acudía a él para ser enseñados. Y con su estilo seco y exigente llama la atención a fariseos y saduceos, que venían a que los bautizara con su bautismo de penitencia o deseo de cambio. Pero detrás de mí viene quien puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias (oficio de esclavos de un rey). Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego, un bautismo que consagra y predispone hacia la obra sanadora mesiánica.
          Como el domingo pasado, la 2ª lectura aterriza en una realidad práctica para los que ya estamos en el orden de la fe y de la esperanza en el encuentro con el Señor. Rom 15, 4-9 nos dice: Las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras, mantengamos la esperanza.
          Dios es la fuente de ese consuelo y paciencia: Él os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos. Así, con una sola alma, un solo pensamiento, un solo querer y sentir, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
          En una palabra: acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios.
          Así, pues, se viene a hacer como una síntesis simple de los muchos frutos que debe comportar el Adviento: que ya será muy positivo si se concreta en la unión de ánimos entre los cristianos, que se apoyan y ayudan y no se hacen la guerra, ni se desdoran con críticas y quejas.
          Desembocamos en uno de los puntos de concreción del Adviento que es nuestro encuentro personal con Jesucristo en LA EUCARISTÍA. Ahí tenemos un punto central de expresar el amor a Dios mediante ese servicio respetuoso y filial de que hemos hablado al principio. Y juntamente, porque los hijos de un mismo Padre y hermanos de Jesucristo, somos hermanos entre nosotros, una concreción de nuestro perfeccionamiento espiritual es esa unión de ánimos y sentimientos entre nosotros, que es lo que expresa de una manera más fuerte el sentido de la COMUNIÓN.

El amor vence al temor. El amor sea vuestra raíz y vuestro cimiento. Ahondemos en este adviento en el amor a Dios y el amor entre nosotros, los hermanos.

-         Para que la Iglesia, bajo el Papa, camine a un encuentro más hondo con el Señor Jesús, Roguemos al Señor.

-         Para que nuestra idea de Dios nos lleve al sentimiento de misericordia, que supera todo temor, Roguemos al Señor.

-         Para que el anuncio de Juan Bautista de ‘preparar el camino al Señor’ lo acojamos como dicho a nosotros, Roguemos al señor.

-         Para que la Eucaristía nos apremie a vivir el amor fraterno, Roguemos al Señor.


Que los afanes de este mundo y de la vida diaria no nos cieguen en nuestra búsqueda de Jesús y de encuentro amoroso con Dios, nuestro Padre.

          Lo pedimos a Jesucristo que vive y reina con el Padre en la unidad del Espíritu Santo.

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