sábado, 31 de diciembre de 2016

31 diciembre: Balance fin de año

LITURGIA
                                La 1ª lectura parece hecha para este día final del año. 1Jn 2, 18-21 comienza con unas palabras de llamada de atención: Hijos míos, es la última hora. Un momento apto para hacer inventario como en toda empresa seria: qué fue bien en el negocio, qué se vendió mejor, qué no tuvo buena salida, qué precios estuvieron mejor ajustados, en qué hubo pérdidas, qué tiene que enfocarse de otra manera, qué hay ciertamente que corregir…
                En esta última hora del año podemos nosotros hacer balance del año que ha terminado. Porque lo importante es comenzar otro con mejores resultados.

ENSEÑANDONOS                [Del libro:Quién es Este]
                Sirva este punto como reflexión más útil en lo que hoy podemos hacer.Y no ha acabado de “hablar” el Niño. Porque la vida no se compone de “renunciar” al mundo. También a la “vida sin religión” ¡Qué tontería parece decir ahora esto, cuando estamos derretidos con el Niño. ¡Si fuera tan difícil “la vida sin religión”…!
Es que RELIGIÓN es re-leer a Dios a cada paso…, y Dios no se calla nunca en el fondo de la vida interior de cada alma! Es re-elegir. Y eso supone una capacidad de enderezar pasos  sobre la marcha y cambiar dirección…, porque Dios no es monolítico ni antiguo. Es re-ligar. Y si “ligar” es atarse, o “ligar” (hoy es un burdo sucedáneo del amor), con Dios no caben sucedáneos. Y el LIGAR con Dios es cosa muy seria, muy exigente, muy honrada, muy de replanteamiento en los mil y un ámbitos de la vida. Siempre me acordaré de aquella Religiosa que –al cambio de situación- me dijo: “si yo fuera a entrar ahora en Vida Religiosa, no entraría”. Y yo le respondí: Pues, honradamente, márchese porque la vida religiosa y cristiana no admite pasos atrás. O se re-elige porque se ama con novedad de estreno, y se relee la historia, o se marcha uno por otros derroteros.
Y cuando lo digo, sé lo que digo, y digo lo que siento, y tengo motivos para decirlo.
No puedo plasmar todo lo que hoy hallé en ese Niño que acuno en mis brazos… Se abre un mundo en ese elocuente silencio que enseña. Y si ayer se habló de renunciar a…, es evidente que el corazón humano no se ha hecho para quedar en vacío. Se renuncia a lo que sobra, a lo que impide, a lo que ocupa espacios inútil o dañosamente.
Ahora viene el caudal nuevo que debe llenar. Y el Niño sigue diciendo en su silencio: ¡mírame!: niño, indefenso, sin palabras, pobre, que tiene por cuna, la frialdad de un pesebre, o ahí dejándome calentar en tus brazos…  Estudia, pues, y aprende: a vivir en adelante una vida sobria y honrada. Sobrio supone vivir con lo necesario, y aun así, sobra algo. Desde luego te sobran muchas cosas; puedes prescindir de muchas cosas. Empezando “por dentro”: curiosidades, justificaciones, preocupaciones (“por el día de mañana”)… Y posiblemente ¡por muchísimas cosas del día de ayer!
“Ayer” fue el que fue. A Mí ya se me ha olvidado, dice Dios. Pero hay cosas que producen mal en ti o a tu alrededor: “córtate la mano, córtate el pie, arráncate el ojo”. ¿Qué parece que soy un Dios de mancos, tuertos o cojos? Nada de eso. Pero “ayer” hay que borrarlo, ¡pero borrarlo! En toda esa parte que es tu lastre. Sé sobrio, sé persona. Sé dueño. Será el pasado que sea: que Yo no me fijo ya…, ni el planteamiento de Belén lleva a volver atrás. Pero, y mañana ¿qué? Ésta es la sobriedad que te pido.

Sobrio que equivale a honrado, con la honra de Dios, el honor a Dios, el estilo de Dios, el tomarse tan en serio a Dios que no se le pretenda simplemente acurrucar en los brazos “dulcemente”, engañosamente, y hasta puede llegar a ser “falsamente”. HONRADO es todo un reflejo del brillo de Dios. Y ahora, ¡aplica! ¡¡Apliquemos…!!  Que las palabras son muy fáciles de pronunciar, pero no tienen valor hasta que no empiezan a traducir ese “esperanto” que los humanos pretendieron inventar (la lengua común para todos y que en realidad no es de nadie ni sirve para nada).


José iba todavía de camino. La Madre, más inteligente que nadie, se ha hecho la distraída y busca disimuladamente un rayo de sol. Pero en realidad me ha dejado a solas con Jesús, el Niño, la elocuencia silenciosa a gritos.
San Ignacio, que no se deja nada atrás, escribe al final de la contemplación del Nacimiento: “Mirar y considerar cómo María y José han caminado y trabajado para que el Señor nazca en suma pobreza, y al final de tantos trabajos, de hambre y de sed, de calor y de frío, de injurias y afrentas, para morir en cruz y todo esto POR MÍ”.
“Enseñándonos a renunciar a la falta de religión”. Pero el corazón del ser humano no está para quedarse en vacío. Renuncia para dejar más espacio que rellenar. Y rellenará –paradójicamente- de sobriedad honrada, ahí donde los valores están trastocados con los del mundo y sus deseos mundanos, para vivir “una vida, sobria, honrada, y religiosa”.
No se trata de rezos, de novenas, de devociones, de “piedades”. RELIGIOSO ya decíamos que era una cosa muy a fondo: un RE-LEER y RE-ELEGIR a Dios. Un amarlo con toda el alma, con todas las fuerzas, con todo el corazón. Un ser Dios el primero, el referente substancial. Un cerrar los ojos para SENTIR A DIOS en el fondo del alma. Una OBEDIENCIA profunda a SU PALABRA, que la tengo arropada en mis brazos y está elocuentemente gritando en su total silencio.
Pero no estaría entendiendo para nada esa SU PALABRA si me quedara ahí. Pienso como que Jesús mismo “se me caería” de los brazos para ir al frío del pesebre, si no empiezo a ponerle nombres a Dios: a mi amigo, a mi enemigo, al de mi cuerda, al de “la otra cuerda”, al seco y al gracioso, al agradable y al desagradable, al primero y al último, al hombre y a la mujer, al joven, a los mayores y a los ancianos, al solo y al solitario, al de un color y al del otro.

Vivir una vida RELIGIOSA es vivir la tópica “ternura” de la Nochebuena, y la soledad y el hambre de los que tienen una noche como las demás (con el agravante de que saben que es distinta). VIDA RELIGIOSA y PIEDAD son dos expresiones iguales. Por eso no es la “dulce piedad del niño Jesús”, sino el corazón piadoso con el andrajo humano, el ateo, el que no cree en el mismo Dios que nosotros (¿o será que nosotros NO CREEMOS en el mismo Dios de Jesús y hemos creado una simbiosis que no se compagina con el Dios del Evangelio, y eso es lo que escandaliza y aparta a muchos? ¡Mi Jesús!, casi estoy temblando. Casi me dan ganas de llamar a María y decirle que Ella sea la que tome en brazos a Jesús, porque Ella conoce, acepta y guarda en su Corazón… San Pablo concluye esas expresiones: “aguardando la dicha que esperamos, la aparición gloriosa el gran Dios y Señor nuestro Jesucristo”.


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