lunes, 12 de diciembre de 2016

12 diciembre: Visión de ojos claros

Liturgia
          La profecía de Balaán (Num 24, 2-7. 15-17) es la del que ya ve con los ojos abiertos las bellas tiendas de un pueblo que camina a la liberación... Vegas dilatadas, jardines junto al río, áloes que plantó el Señor. Un héroe que sale de su descendencia, que avanza por la constelación de Jacob. La inminencia de otro sistema, de otra forma de existencia está vista “en éxtasis” y “todavía a lo lejos”..., pero visto con “ojos perfectos. Es la visión que quiere dejarnos ahí la liturgia del adviento, que camina hacia un encuentro que todavía no se ha verificado completo pero que ya se vislumbra más cercano.
        En el Evangelio de hoy (Mt 21, 23-27), la tensión. Está Jesús ya en medio. Ya ha llegado. Para aquellos hombres ya no es un futuro anunciado sino una realidad presente. Pero los sacerdotes y doctores de la ley son los reventadores que no quieren ver. Les ha caído muy mal que Jesús echara a los vendedores del templo y vienen a pedirle cuentas a Jesús. Por enésima vez preguntan. Esta vez es con qué autoridad o quién le ha dado poder para actuar así… “Quién le ha dado vela en este entierro”, que diría el pueblo. Jesús no se niega a responder pero quiere que estén en condiciones de escuchar, y  les pone un dilema a ver si ellos -alguna vez- son capaces de tener los “ojos perfectos” del profeta. Pero no; ni los tienen ni los quieren tener. Eluden el tema. Son sagaces y se plantean los riesgos de dar respuesta a ese dilema, que les coge por arriba y por abajo. Porque si responden que el bautismo de Juan era del Cielo, les va a decir Jesús que por qué no lo creyeron. Y si responden que es de los hombres, se echan al pueblo encima. Y optan por hacerse los ignorantes y decir que no lo sabemos.
Y Jesús acaba haciendo lo más tremendo que puede hacer: no darles respuesta: Pues yo tampoco os digo con qué poder hago estas cosas. Ahí quedarán con sus dudas o sus prejuicios. Pero sin respuesta de Jesús.
        En cuantas ocasiones del Evangelio ocurre algo semejante, lo espeluznante es Jesús que se calla. Que adviento nos dé esos ojos limpios (perfectos) con los que sepamos ver..., o que Jesús nos “levante la voz” para que “oigamos”... Pero NUNCA SU SILENCIO. Es lo más terrible que puede ocurrir: el silencio de Jesús porque el que debe escuchar no escucha.
        Siempre he pedido al Señor que me zarandee cuando yo no le dé la respuesta que debo dar, aunque fuera mi respuesta negativa…, que me reprenda a la manera que sea…, porque él tiene medios para hacerlo. Pero que no se calle. Que no se dé por vencido ante mis negativas. Que insista, que me abra los oídos para escuchar su palabra…, que abra mis ojos para que tengan esa mirada que anuncia el profeta en la primera lectura. PERO NUNCA SU SILENCIO, su respuesta dolorida que acaba diciendo: ¿para qué responder si no me escuchas? [¿Para qué seguir hablándoos?, que fue también una respuesta suya ante la dureza de los fariseos que le discutían todo].
        Por todo ello, mi súplica profunda al Señor es: Háblame. Abre mis ojos y mis oídos. Abre mi corazón a tu palabra. Abre el sentido de mi fe. Entra en mi interior. Corrígeme con tu mano derecha de terciopelo o con la izquierda que derriba de las alturas de la soberbia. Como sea. Pero HÁBLAME.
        Encuentro ahí el encaje de este evangelio en un día de adviento, en el que todo debe estar polarizado sobre la realidad de la espera ilusionada de la venida del Señor. Aquellos sacerdotes y doctores de la ley se quedaron sin descubrir lo que traía la salvación; se quedaron sin reconocer al Mesías liberador…, precisamente cuando todo su sentido religioso judío estaba en esa esperanza… Perdieron el tren cuando lo tenían parado en su estación…, cuando no tenían más que subir a él. Pero lo dejaron escapar y se han quedado (hasta el presente) sin hacer ese viaje de salvación que se les había brindado tan gratuitamente.

        Nosotros lo tenemos ahí. Tiene que gritarnos ya cerca la proximidad de la Navidad para levantarnos el sentido cristiano de LA NAVIDAD DE JESÚS, esa verdadera celebración a la que debemos aferrarnos los creyentes, sin dejar que se desvirtúe por el reclamo comercial de estos días y por la paganización de “las fiestas” a la que nos lleva el mundo descreído y contrario al verdadero sentido religioso. Vivamos muy alegres y felices esta celebración; sepamos refocilarnos con las mejores galas de nuestra alegría. Pero hagamos siempre pie en el verdadero sentido de lo que estamos celebrando los que creemos en Jesucristo, que vino a abrir sus ojos humanos aquel día de Belén que nos narran los evangelios.

2 comentarios:

  1. No pases de largo sin ser amable. Un saludo, una palabra de ánimo, una mirada...

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  2. Los que investigan a Jesús no lo aceptan como la Luz que ilumina al mundo. Jesús los quiere lleva a la reflexión , pero ellos no quieren comprometerse. Ellos son muy orgullosos y pueden estar pensando que Dios va a actuar como ellos piensan El Adviento nos viene bien para comprobar nuestros proyectos y ver si se ciñen a los proyectos salvadores del Mesías, porque si no fuera así, tendríamos que renunciar inevitablemente. De ninguna manera podemos prescindir de Dios y de su Palabra.

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